EL BIENESTAR PSICOLÓGICO y RASGOS DE SENTIDO DE VIDA EN PERSONAS MAYORES
Cómo aumentar la longevidad y mejorar la calidad de vida de los seres humanos.
Alrededor del mundo se realizan numerosas investigaciones acerca de cómo aumentar la longevidad y mejorar la calidad de vida de los seres humanos. Además necesitamos que las personas mayores sean conscientes de su proceso de envejecimiento, de planear y anticipar su vejez. Para ello deberían reconocer temprano sus fortalezas y clarificar el significado que dan a su propia vida.
La resiliencia es la capacidad para activar las fortalezas y proteger la integridad personal al enfrentar adversidades, construyendo a partir de éstas. Se han identificado ocho rasgos de sentido de vida según el enfoque de resiliencia (Intereses especiales, Metas, Motivación para el logro, Aspiraciones educativas, Optimismo, Persistencia, Fe y Espiritualidad y Sentido de propósito), que han presentado personas adultas mayores de 65 a 75 años durante sus vidas.
Flor Jiménez Segura / Irma Arguedas Negrini
1. INTRODUCCIÓN
El creciente envejecimiento poblacional plantea la necesidad de profundizar en el conocimiento de distintos aspectos que influyen en el bienestar en la vejez. Durante décadas diversos estudios resaltaron el deterioro y aspectos patológicos consolidando una visión negativa de la vejez. En contraposición, la Gerontología desarrolló un modelo que concibe al envejecimiento como un proceso normal e incluye el estudio de los aspectos positivos.
A lo largo de la historia de la humanidad, la preocupación acerca de la felicidad, de la buena vida, del bienestar tanto como el modo de alcanzarlos y sus implicancias, han sido asuntos presentes en todas las civilizaciones. Sin embargo, el interés científico por el estudio del Bienestar de la mano de la Psicología es relativamente reciente. Las primeras investigaciones en torno a este concepto lo han relacionado con variables como las influencias étnicas, el empleo y el desempleo, los efectos de la educación, la fe religiosa, el matrimonio y la satisfacción familiar. El concepto de Bienestar no posee una única definición consensuada en el campo de la Psicología debido a la complejidad de su estudio, su carácter temporal y su naturaleza plurideterminada. La mencionada situación da lugar a que la investigación del bienestar haya sido abordada por los investigadores de manera difusa y poco clara, manejándose indistintamente conceptos tales como bienestar subjetivo, bienestar psicológico, salud mental y felicidad para nombrar a este constructo.
Los individuos involucrados en su existencia son más vitales, saben dar continuidad a los objetivos planteados y son responsables, lo cual les da sentido de vida. Cuanto más pronto se aclaren estos significados, menos complicado será definir una intencionalidad o visión hacia el futuro, y a su vez se posibilitará la adecuada definición de aquello que se considera esencial y relevante en la vida. Para la persona mayor, esta capacidad de valorar la vida le facilita mantener la autoestima y definir su nivel de autorrealización. Las personas con claridad de sentido, pueden evaluar más objetivamente los resultados de sus vidas.
Todo lo anterior fortalece al adulto mayor, pues le da una sensación de bienestar y control sobre su vida, le ayuda a mantener su motivación a pesar del estrés en su etapa final y le permite reconciliarse consigo mismo y con el mundo. Las personas que logran aclarar el sentido que para ellas tiene la vida, son capaces de adecuar el “guión básico” de su existencia, de modificar relaciones, reorganizar su mundo laboral, enfrentar adversidades y hasta de reconstruir su escala de valores, incorporando nuevas creencias, objetivos y metas.
Por el contrario, los que no logran clarificar su propósito de vida durante estos últimos años se sentirán desesperados, desmoralizados, y manifestarán miedo a morir (Erikson, 1970).
El significado que se da a la vida cambia de acuerdo con las distintas etapas que se van superando. Las personas son capaces de encontrar un sentido en su vida independientemente del sexo, la edad, el cociente intelectual, la educación recibida, el medio ambiente y ser creyente o no.
No solo las causas nobles y placenteras dan sentido de vida; a veces lo dan también el dolor y el sufrimiento. De ahí que, a menudo, la claridad de sentido ayude a observar los errores como esfuerzos, los problemas como desafíos y desvele rasgos de empatía, altruismo, excelencia, alegría, autonomía y serenidad en los mayores, que los convierten en personas sobrevivientes (Fabry, 1992).
El presente estudio pretende identificar cuáles rasgos de sentido de vida (intereses especiales, metas, motivación para el logro, persistencia, aspiraciones educativas, optimismo, fe y espiritualidad y sentido de propósito), propuestos por el enfoque de resiliencia, se han presentado en las personas mayores de 65 a 75 años participantes, durante sus vidas.
El enfoque de resiliencia plantea que una persona es resiliente si tiene una actitud de vivir situaciones adversas sin dañarse, si puede preservar la integridad en circunstancias difíciles y reaccionar positivamente, desarrollándose en medio de las dificultades (Wolin y Wolin 1993).
2. LA VEJEZ
Cada etapa de la vida nos brinda oportunidades para transformaciones creativas y crecimiento a partir de los retos que se tengan que enfrentar. La vejez o etapa de la integración es una de ellas. Si se puede predecir quiénes van a navegar por las transiciones de la vida más exitosamente, hay más posibilidades de promocionar el envejecimiento saludable. Los factores que influencian la forma en que se da la adaptación a los múltiples cambios de estos años son una combinación de rasgos personales, estilos de vida y factores ambientales. Corey y Corey (1997) consideran que a esto hay que agregar las creencias que tenga el individuo acerca del cambio, que es una realidad con la que se tiene que lidiar durante toda la adultez. De acuerdo con ellos, la apertura al cambio es un factor de peso en los adultos mayores que gozan de bienestar y el considerar que en su mayoría no tienen esta apertura está basado más en un estereotipo que en los hechos.
Según Thorson (1995), los adultos que tienen niveles de adaptación más maduros tienden a mantenerlos dentro de un marco bastante estable a lo largo de la vida adulta y hasta bien entrados en la vejez. Sin embargo, cualquier adulto sano puede pasar por períodos de inconsistencia en cuanto a la presencia de las características que promueven el bienestar; lo que es determinante es el balance que se logre alcanzar (Viorst,1992). Las tres defensas o mecanismos maduros principales que determinan el nivel de adaptación de la persona son: la anticipación, la sublimación y la supresión.Sheehy (1987) aclara que con estas estrategias la persona no niega la existencia de realidades desagradables; todo lo contrario, las reconoce y utiliza las estrategias para aceptarlas. La anticipación es la capacidad de planear para el futuro; reduce la ansiedad y aumenta la sensación de control interno. La importancia que Thorson (1995) observa de adquirir o conservar el control interno que el adulto saludable logra con la madurez, es que éste constituye una de las mejores maneras de mantener la continuidad de roles y mecanismos adaptativos en la vejez. La sublimación consiste en canalizar las emociones de formas aceptables, tales como la expresión artística o la dedicación al trabajo. Cuando la persona toma la decisión consciente de posponer el enfrentamiento con un conflicto para evitar actos inapropiados o autodestructivos, está practicando la supresión. Es esto lo que permite seguir funcionando a pesar de molestias y dolores.
Otras defensas maduras incluyen conductas atractivas y favorecedoras de las relaciones interpersonales satisfactorias tales como el humor, la generosidad a pesar de tener problemas propios y el levantarse de las pérdidas. Vaillant (2000) destaca el altruismo como uno de los mecanismos maduros o saludables. El continuar dando a otros resistiéndose a caer en la autoabsorción contribuye al bienestar, al representar el valor de una persona que aún se siente responsable por otros con más necesidad y al contribuir con el enfoque optimista de que el futuro puede verse con esperanza. Esta autora encontró dentro de las características de personas adultas con alto nivel de bienestar, que los hombres reportaban sentirse más a gusto con la intimidad y las mujeres con la ambición, lo que indica que el adulto más satisfecho ha incorporado la característica más asociada con el género opuesto, es decir, ha trascendido algunos estereotipos.
3. ENFOQUE DE RESILIENCIA
La resiliencia, o capacidad para minimizar los efectos negativos de la adversidad y maximizar los positivos, está determinada por múltiples factores. De acuerdo con Werner y Smith (2001), resulta de una interacción entre factores protectores, tanto inherentes al individuo como externos, y los riesgos que se dan en la vida de las personas. Tal y como lo resume Kotliarenco (1995), los procesos de vulnerabilidad / protección, conducen a beneficios o desórdenes, dependiendo de su interacción con las variables de riesgo. Los patrones de adaptación del individuo también determinan si los desafíos tienen influencia positiva o negativa. Se ha argumentado que enfrentar situaciones difíciles puede ser constructivo y utilizarse para fortalecer habilidades, desarrollar la persistencia y disfrutar estados de emoción positiva como la satisfacción que dan las actividades creativas (Maslow, 1976; Seligman, 1995). El estudio de Vaillant (2000), que analiza las diferencias individuales en el enfrentamiento de las adversidades, reporta que ninguno de los participantes con quienes trabajó ha tenido una vida sin dolor, esfuerzo y ansiedad y una de las conclusiones finales es que la adaptación efectiva al estrés es lo que nos permite vivir.
Es por lo anterior que las personas necesitan conocer los factores protectores y los posibles mecanismos para fortalecerlos, para que los procesos de vulnerabilidad / protección conduzcan a beneficios y no a desórdenes.
Algunos de los factores protectores externos son la presencia de redes de apoyo, la valoración que las personas reciban del medio y las oportunidades para la participación, la contribución y el uso constructivo del tiempo (Kukic, 2002).
Ramsey y Blieszner (1999) muestran en su trabajo con mujeres adultas mayores espiritualmente resilientes, que la visión que las personas mayores más que problemas a ser resueltos, son recursos valiosos en sus familias y en la comunidad, contribuye al fortalecimiento de la resiliencia.
Al estudiar los factores protectores internos que constituyen los pilares de la resiliencia, se han identificado una serie de atributos personales. Estos se han agrupado en cuatro componentes que son según Suárez (1997):
a) Competencia social
b) Resolución de problemas
c) Autonomía
d) Sentido de vida
Fuente: Universidad de Costa Rica. Facultad de Educación. Instituto de Investigación en Educación