Un
reducido número de verbos, llamados atributivos o copulativos
(ser, estar, parecer), se caracteriza por adoptar un complemento
peculiar, conocido como atributo (Atr). Suelen
desempeñar esta función los adjetivos, pero en su
lugar pueden aparecer sustantivos y otros segmentos más complejos:
Juan
Antonio es feo. Lola es de las Canarias.
Margarita está ausente. Es tarde.
Eva parece simpática. Los exámenes
estaban bien. Pedro será periodista.
La cosa está que arde.
Al
igual que el CD y el CRV, el Atr sirve para limitar la aplicación
designativa del verbo. También deja, al ser eludido, un pronombre
átono que, en este caso, no varía en género
y número. El sustituto del Atr siempre es lo:
Lo es. Lo está. Lo
parece. Lo será, etc.
Por
otra parte, el Atr (cuando lo permite la palabra que desempeña
ese papel) concierta en género y número con el S.
La concordancia de género deja de producirse cuando la palabra
carece de variación genérica:
- El
patio es grande.
- La
huerta es grande.
- La
cosa está que arde.
- El
café está que arde.
También
falta la concordancia de género cuando el sujeto se refiere
a la primera o a la segunda personas.
- Yo
soy sincero. Yo soy sincera.
En
estructuras ecuacionales (Enrique es el médico) o enfáticas
(Es Pedro el que ha venido) resulta extremadamente difícil
discernir cuál de los dos SN desempeña la función
de S y cuál la de Atr. En estos casos nos limitaremos a intentar
la prueba de la conmutación por lo. Si no
nos resulta suficiente seguiremos un criterio de posición:
el elemento antepuesto al verbo será el S y el pospuesto,
el atributo; en caso de que los dos elementos aparezcan pospuestos,
el que aparece inmediatamente detrás del verbo será
el atributo. Y, si esto falla, simplemente indicaremos la indiferenciación.
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