El Yo profundo: nuestro centro, nuestro núcleo más auténtico
En el centro del ser humano hay un espacio de serenidad y lucidez, donde nos sabemos seres espirituales unidos a todo lo que existe y nuestro camino es llegar a despertar a lo que Somos desplegando una cultura en que los valores de confianza, complementariedad, creatividad constituyan la matriz y la pauta natural de la existencia cotidiana. (P. May) con la finalidad de establecer una conexión con lo que podríamos llamar nuestra esencia, la parte de consciencia emparentada con nuestra FUENTE que está vinculada con este nuestro cuerpo. A esa esencia, mónada, chispa divina o energía primordial la vamos a denominar «Yo Interior» o «Yo profundo».
En el centro de todo ser humano, en el fondo de la mente, en el silencio y en la Luz, destella la conciencia resplandeciente del Alma, potencia creativa, armonía, sabiduría y amor.
P. MAY
«Namasté»: Saludo reverencialmente a tu yo profundo, a tu ser interior, a ese espacio íntimo en el que tienen su origen la sabiduría, el amor, la compasión y los anhelos de verdad, paz, justicia, armonía y libertad. Saludo al espacio en tu interior donde tú y yo somos uno.
La «persona» ha sido el gran tema de reflexión de todos los tiempos. Siempre queremos y podemos saber más sobre nosotros mismos. No hay respuestas únicas, pero pueden intentarse aproximaciones desde diversos ángulos que ayudan a entender la realidad única que somos. Se trata de una reflexión sobre el ser humano en la que se analizan diferentes dimensiones de ese ser único que es cada uno de nosotros.
Haciendo una aproximación a la realidad del ser humano podríamos afirmar que el ser humano no es solamente un cuerpo físico. Simplificando un poco podríamos decir que está constituido por «cuerpo físico» y «Alma». El ser humano es un viviente complejo, es carne/cuerpo (sarx/sôma), impulso vital (psychê) y espíritu (ruah-pneuma). Según Anne Marquier la forma humana, consta de un cuerpo físico, de un sistema emocional, de un sistema mental, y un sistema espiritual o trascendente (alma). A este instrumento se le puede llamar “personalidad” o «ego», y es lo que permite la expresión del alma en el mundo. El cuerpo físico, y concretamente el cerebro, contiene el «consciente» y la «consciencia», por su parte el Alma contiene la «conciencia». La realidad más “real”, más significativa, del ser humano reside en el alma.
En general tendemos a vivir en la superficie de la vida. En las sociedades actuales el ser humano ha tendido a desconectarse de su naturaleza esencial viviendo en un ritmo frenético y acelerado, enloquecido… Tendemos a mirar hacia afuera, a distraernos, a olvidar nuestras penas… son muchas las distracciones que han sido creadas de forma intencionada para mantenernos entretenidos y distraídos de lo esencial… es así como aparentemente se sufre menos, parece que olvidándonos de las preocupaciones y del dolor, la carga emocional se alivia… sin embargo, conocemos por experiencia que ese es tan solo un alivio temporal, un falso alivio que lleva el ser humano a caer en un abismo mucho más grande mucho más intenso. Y sin embargo, a pesar de ello ¿de dónde surgen las cualidades superiores del ser humano? La serenidad, el gozo, el amor incondicional, la compasión, la fraternidad, la bondad, la generosidad, la capacidad de sacrificio, el don de sí (mediante el cual algunas personas son capaces de sacrificar sus bienes, e incluso su vida, por otro ser o por un ideal.
No hay nada más revolucionario que la vivencia del Alma, pues transforma radicalmente nuestro ser y estar en el mundo. Con una mirada amplia podemos afirmar que este es el paso de evolución de conciencia que corresponde al ser humano hoy, la transformación y evolución de ese nucleo esencial que nos constituye. El ser humano en su interior está dotado de un núcleo, un centro que podríamos calificar de sagrado, divino, dispuesto a aflorar si nuestro ego, nuestra personalidad, se lo permite. La idea de un núcleo psíquico sano y luminoso es aún extraño a la mayoría de las personas, tal como lo fue la mente racional y analítica hace 10.000 años atrás, cuando la razón aún no estaba integrada a la psiquis humana.
La finalidad fundamental de todo ser humano en esta vida es descubrir quién es él realmente, su identidad más profunda, el conocimiento de lo que yace bajo el yo individualizado. El viaje más trascendente del ser humano consiste en despertar a la realidad última, despertar a la realidad pura que es.
Una flor, para expresar toda su belleza y singularidad no tiene más que ser lo que es, dejar a la Vida actuar en ella y a través de ella. El ser humano, para expresar plenamente su individualidad y ser realmente único, no ha de preocuparse por aparentar ser quien no es, ni empeñarse en ser diferente; basta con que esté arraigado en su Ser; pues es Éste el origen y artífice de toda particularidad.
¿El «yo» existe? ¿Qué es el «yo»?
Hay un hecho básico en la realidad y es que uno mismo existe. Cada uno se da cuenta que él al menos existe. Cuando decimos «yo», en primera persona, cada uno estamos expresando la conciencia de que existimos.
¿Qué es el «yo»? En la teoría psicoanalítica desarrollada por Freud, encontramos lo que él llamaba el aparato psíquico, que conforma la psique humana, en la que diferencia diversos ámbitos: consciente, preconsciente, e inconsciente y una serie de instancias: el ello, el yo, y el superyo. El yo, para Freud, es una instancia que comienza a desarrollarse durante los primeros años de vida. En la interacción con el medio que lo rodea, el niño va construyendo esta instancia de su personalidad y dejando atrás lo instintivo y el deseo del placer. Pero, a menudo no nos permiten ser quienes realmente somos, nos hacen ser quienes en realidad no somos. Existe un «yo superficial» que se identifica con la autoimagen y la personalidad que cada uno se va formando a partir de las influencias que recibe del exterior y la percepción que tienen de sí mismo y un «yo profundo» que responde al núcleo más noble y auténtico de nuestro ser.
El yo es responsable del equilibrio de la psique o psiquismo humano y permite al adulto regular los instintos del ello (deseos infantiles) y adecuarlos a la realidad que vive. El yo es responsable del equilibrio y la integración de todos los niveles, líneas de desarrollo y estados en el individuo. El «yo profundo» es un concepto que hace referencia a la parte más noble de nosotros mismos que va más allá de nuestra personalidad externa, de las etiquetas sociales, y de las expectativas que la sociedad o los demás tienen sobre nosotros. Es la dimensión más íntima y auténtica de cada uno, donde se encuentran nuestros valores, deseos más genuinos, y las emociones más profundas. Ese núcleo constituye la esencia de lo que somos realmente, sin trampa ni cartón, sin prejuicios, sin filtros ni máscaras.
Este «yo profundo» está relacionado con la parte más noble de nuestro ser, la que nos conecta con nuestra verdadera identidad, más allá de las influencias externas. Constituye el núcleo más personal de la conciencia reflexiva de uno mismo. Es lo que define quiénes somos realmente cuando nos liberamos de lo que los demás esperan de nosotros o de lo que creemos que debemos ser. Es la instancia personal que da más sentido a nuestro ser, a nuestra propia existencia.
Descubriendo nuestra verdadera identidad, nuestro «yo profundo»
El «yo superficial» o «ego». El yo superficial es el sentido del yo que resulta de la identificación exclusiva con aquello que hay de estrictamente particular en nosotros: nuestro cuerpo y nuestra mente. El yo superficial se identifica con ciertos objetos, rasgos, atributos, etc., y cree ser «yo» en virtud de esas identificaciones. El yo superficial afirma: «Yo soy este cuerpo, estos pensamientos, estas emociones, estas experiencias, esta biografía, estas sensaciones, estas creencias, estos logros, etc.». La identificación del yo superficial con todos esos atributos particulares es una identificación mental. Su naturaleza es psicológica: es un pensamiento o conjunto de pensamientos, una idea o imagen del yo. Es la auto-imagen que el individuo se forja y mediante la cual se afirma; la idea que tenemos de nosotros mismos al identificarnos con cierta apariencia externa, rol social, experiencias, creencias, logros, etc.
El «yo profundo». Acceder a lo profundo es laborioso. Requiere de entrenamiento. Casi nadie conoce su yo, casi todo mundo navega entre el ego y el ello, y ahí se pasa toda su vida. Recitando lecciones aprendidas, portando mascaras culturales y traumas hereditarios, pretendiendo ser lo que los otros quieren que sea. Nadie accede al yo por las buenas, es un trabajo de conocimiento profundo y a menudo doloroso. Descubrir el «yo profundo» no es algo que suceda de la noche a la mañana. A veces se necesita tiempo, reflexión, e incluso enfrentarse a uno mismo de manera honesta. La meditación, la introspección, el autoconocimiento y el tiempo a solas son herramientas que pueden ayudarte a acercarte a esa parte de ti que quizás no habías explorado completamente.
El «yo profundo» es un espacio sabio que todos poseemos y que podemos acceder a él desde una serena autoindagación, una de cuyas manifestaciones es la madurez afectiva y el logro del equilibrio cabeza-corazón. El ámbito de lo profundo es un espacio personal de autoindagación y serenidad en el que nos abrirnos a nuestra sabiduría interna. Cuando logras entrar en contacto con ese «yo profundo», es como si pudieras ver el mundo desde una perspectiva más clara y lúcida y sentirte más alineado con lo que realmente necesitas en la vida. Esta conexión puede proporcionarte un profundo sentimiento de paz y satisfacción, porque actúas desde la instancia más noble y auténtica de tu ser.
El «yo profundo» es una dimensión del ser humano por la que vamos más allá de las apariencias. Se trata de un espacio de uno mismo que no se ve atrapado por los efectos de la superficialidad. Los seres humanos que han atravesado las etapas más ingenuas o infantiles de su personalidad ofrecen un espacio de referencia más “maduro” y menos influenciable por las corrientes de opinión o influencias externas. A poco que nos adentramos en la profundidad de uno mismo, nos vemos más “a salvo” de los vaivenes que experimentamos en nuestra superficie. Ese «yo profundo» es el substrato más profundo de la psique, la esencia misma del ser, todo lo que somos, lo que heredamos psicológica, cultural y genéticamente. Lo más íntimo y propio que, distraídos como solemos andar, a menudo nos pasa desapercibido. Es lo que sentimos en nuestro espíritu, en nuestra alma. Es tu ser interior más auténtico, noble y real que solo tu conoces y entiendes, porque solo tú conoces tu verdad. El «yo profundo» puede reflejar también ese potencial divino que existe dentro de cada persona. Es el yo al desnudo del alma, donde no tienes prejuicios ni caretas. Es la instancia que te permite vivir en tu esencia.
Tiene nombres más comúnmente utilizados como Yo Interno o Ser Superior. Es la mejor versión de uno mismo, llena de amor, paz y sabiduría. Nos permite la comunicación directa con la Fuente. Conectarse con el Ser Superior conduce a una intuición mejorada, una acertada toma de decisiones y una sensación de paz. Sirve de guía espiritual, guiando a las personas hacia el despertar, y alineándose con el amor y la verdad. Difiere del Ego, porque este está impulsado por el amor propio y frecuentemente por el miedo. Intuimos que los movimientos que hacemos desde lo profundo de nosotros son sanos y sensatos. En el yo profundo nos sentimos más íntegros y más integrados, lo que facilita aflorar nuestra verdadera naturaleza, la verdadera naturaleza del ser humano: lucidez, amor, autenticidad, verdad, bien, belleza.
Podemos considerar al corazón como el centro, el asiento del «yo profundo» que va más allá de ideologías, creencias, dogmas, artificiosidades, apariencias…. Reconocer y conectarse con el yo profundo permite vivir con mayor autenticidad, propósito y paz interior. Nuestro viaje al centro, a nuestro núcleo más verdadero, es un recoorido de autoconocimiento y transformación personal que invita a trascender las superficialidades para descubrir quién somos realmente.
El «yo profundo» en diversas tradiciones
El «yo profundo» es un concepto que aparece en diversas tradiciones filosóficas, psicológicas y espirituales, y aunque no tiene una definición única, generalmente se refiere a la parte más auténtica, esencial y verdadera de nuestra identidad. Es el núcleo de nuestra conciencia, donde se encuentran nuestras creencias más fundamentales, valores y sentido de propósito.
Características del «yo profundo»:
- Autenticidad y esencia personal: Es el nivel más auténtico de uno mismo, libre de máscaras sociales, expectativas externas y condicionamientos. Representa quién eres más allá de roles, títulos o circunstancias.
- Fuente de sabiduría interna: El «yo profundo» está asociado con la intuición, la sabiduría interior y la capacidad de tomar decisiones alineadas con nuestro verdadero propósito
- Conexión espiritual: En muchas tradiciones, se considera que este «yo» está conectado con lo trascendental o lo divino, representando una dimensión espiritual que trasciende el ego
- Distinción del «ego»: Se diferencia del «yo superficial» o «ego», que tiende a identificarse con la autoimagen, el reconocimiento externo y los deseos inmediatos. El «yo profundo» trasciende estas preocupaciones y busca significado lo verdadero y auténtico.
- Unidad y conexión: En ciertas filosofías y religiones (como el budismo o el hinduismo), el «yo profundo» puede ser entendido como una expresión de la unidad con el universo o con lo absoluto, lo que trasciende la separación individual.
En espiritualidad: En el cristianismo, se asocia con el alma, la parte eterna del ser humano que busca una relación con Dios. En el budismo, el «yo profundo» puede implicar reconocer que no hay un «yo» fijo, sino una interconexión dinámica con todo lo existente.
En psicología: en enfoques como el psicoanálisis o la psicología humanista:
- Carl Jung: Habló del «self» como el núcleo de nuestra psique, el centro que integra nuestra personalidad consciente e inconsciente.
- Maslow y la autorrealización: Vinculó este concepto con alcanzar el máximo potencial y conectarse con las necesidades más profundas de la vida.
En filosofía:
- Søren Kierkegaard: Planteó que el «yo profundo» es una relación consigo mismo, y encontrarlo es un acto de autoconciencia y fe.
- Heidegger: Habló de la autenticidad como el acto de vivir desde el «ser verdadero» frente a la superficialidad cotidiana.
- Nietzsche:
- El «yo» como construcción dinámica. Nietzsche rechazaba la noción de un «yo» fijo o esencial. Según él, el «yo» es una construcción que surge de múltiples fuerzas internas en constante lucha. Esto indica que el «yo» no es un ente sólido ni controlador, sino más bien un resultado de voluntades y tensiones internas. El «yo profundo», en este sentido, sería una percepción ilusoria; lo que somos es un campo dinámico de impulsos, deseos y voluntades en conflicto.
- La voluntad de poder. Para Nietzsche, la esencia de la vida es la voluntad de poder, una fuerza creativa y afirmativa que impulsa a los individuos a superarse y crecer. Un «yo profundo» podría interpretarse como el núcleo de esta voluntad en cada individuo, el motor que los lleva a trascender sus limitaciones y a crear su propia identidad. En Así habló Zaratustra, Nietzsche afirma: «Debes llegar a ser quien eres». Aquí, el «yo profundo» podría ser entendido no como algo ya dado, sino como algo que se crea constantemente a través de la afirmación de la vida y la transformación de uno mismo.
- El superhombre. Nietzsche introduce la figura del superhombre como el ideal de alguien que ha trascendido los valores tradicionales y ha creado su propio sentido de la vida. Este proceso implica mirar profundamente en uno mismo, enfrentar las verdades incómodas y transformar las debilidades en fortalezas. Podría decirse que el «yo profundo» se relaciona con el esfuerzo por alcanzar este estado, pero no como una esencia inherente, sino como un resultado de la autosuperación.
El «yo profundo» como criterio de referencia
El aprendizaje más importante en la vida de un ser humano es el relativo al arte de «ser» y de «vivir». Hay quienes sienten que carecen de criterio en los ámbitos más significativos de su vida, y consideran que acumulando y contrastando información van a desarrollarlo. El criterio basado en el «yo profundo» puede servirnos de criterio y de guía para uno mismo. Nos permite situarnos en ese fondo lúcido donde radica nuestro sentido del bien, de la belleza y de la verdad. Este sentido íntimo del bien, de la belleza y de la verdad es el único criterio en el que hemos de descansar de forma absoluta.
Experiméntalo por ti mismo: en ninguna parte ni más tranquilamente ni más inactivamente se retira el ser humano que en su propio fondo, afirmaba Marco Aurelio. Busca un momento donde puedas estar solo sin ser molestado. Siéntate en silencio muy cómodamente y hazte consciente de tu respiración, los latidos de tu corazón. Procura con tu imaginación situarte en un estado donde no hay tiempo ni espacio. Si eres sincero en tu cuestionamiento tendrás una respuesta en forma de sensación que durará un breve instante, esa sensación es el Yo. Entonces sabrás que es, ha sido, siempre será y no proviene de ningún lado.
Elaboración a partir de materiales diversos
Ver también:
De la alienación al «cuidado/cultivo de sí»
SECCIÓ: L'ANTHROPOS, UN ÉSSER A DESCOBRIR