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Creer, fiarse, confiar (I): Una experiencia fundante humana, espiritual, cósmica

Vivir es creer en..., fiarse. El ser humano, animal que se fia, animal antropológicamente creyente...

¿En qué consiste «creer», «tener fe»? Creer, fiarse, confiar, abandonarse, tener fe en...

La fe es un acto de confianza: creer en... es fiarme de... Creer, significa fiarte, confiar radicalmente en alguien.

Una experiencia fundante humana, espiritual, cósmica: Fe, fidelidad, firmeza, verdad, confianza, fiel, creyente... ¿En qué consiste «creer», «tener fe»? La experiencia bíblica del pueblo de Israel como paradigma. En general, tener fe es tener plena, firme, confianza en alguien, porque para nosotros ese alguien tiene crédito, es digno de crédito, digno de nuestra plena confianza. Como quien se asienta en un suelo «firme», puede confiar en la «firmeza» de los cimientos en los que se apoya y sostiene su existencia… La «fe» se identifica con la fidelidad (es decir, con algo sólido, algo que tiene consistencia y firmeza) y también con la verdad. Verdadero es lo firme, aquello que ofrece garantía y da confianza. En sentido bíblico, confiamos en un Dios que es Fiel (digno de fe, digno de crédito) y como respuesta a su “crédito divino”. La experiencia bíblica: Dios se revela a sí mismo como un Dios que sella alianzas y las cumple. Así es cómo Dios se relaciona con la creación, en calidad de miembro fiel de una alianza. Esa es la buena noticia para el ser humano: Dios se mantiene fiel a la alianza establecida con el ser humano. La vida del hombre no es simple energía cósmica, ni pura pasión vital instintiva, la vida es fe de Dios en el ser humano (fidelidad de Dios respecto a los humanos) que vive y cree en nosotros y confianza del ser humano en que Dios será fiel, cumplirá su Palabra.

Así presentan la cuestión X. PIKAZA-V. HAYA: en su obra «Palabras originarias para entender a Jesús»: El «justo» (=el hombre auténtico) es aquél que vive de (=por) la fe en Dios que guía la historia personal de los hombres, en libertad y solidaridad. «El justo vivirá por su fe» (el justo vive de/por la fe). Según eso, al hombre le define y le sostiene la fe en Dios en quien confía. Sin ella, sin fe ni presencia de Dios, su vida se pierde y se destruye. En su forma radical, la vida de los creyentes (y en algún sentido de todos los hombres) es una vida de fe, de confianza en Dios y en los demás. «Emuná», que es la fe entendida como firmeza y seguridad, constituye la clave de identidad del hombre, según el judaísmo. La actitud original del hombre bíblico es la fe, emuna, fiarse de la Realidad (de su fundamento divino) y dejarse sorprender y enriquecer por ella. La vida se sitúa y nos sitúa ante la alternativa de la «fe»: o confiamos en Dios, confiando unos en otros o la destrucción mutua. Sólo por fe en Dios (en la Realidad) y por confianza mutua podremos existir sobre la Tierra. Ésta es la aportación básica de la Biblia judía al conjunto de la humanidad. M. Buber distingue dos tipos de fe: la fe israelita (y musulmana) que es confianza personal en Dios y diálogo con él (para ser después, en un segundo momento, diálogo entre los hombres), y otra sería la fe cristiana, condensada en una serie de dogmas que se aceptan por imposición exterior, una fe que no sería diálogo entre personas, sino sometimiento obligatorio a unos principios externos. Para el judaísmo la «fe» es confianza en el Dios creador, que se manifiesta de un modo especial en la historia del pueblo judío y que muestra su voluntad a través de unas normas de vida (una Ley). Según esto, la fe no consiste en proclamar unas verdades, sino en acoger (aceptar) al Dios que guía la vida del pueblo, cumpliendo sus mandamientos. Para el cristianismo la fe consiste en confiar en Dios por medio de Jesús (expresión=revelación suprema de la «fidelidad» de Dios, signo y garantía suprema de la fidelidad de Dios), de manera que los cristianos son (somos) creyentes, como los judíos, pero creyentes que hemos vinculado nuestra experiencia de Dios con la vida y el mensaje de Jesús. Como buen judío, Jesús sabe que solo por fe vivimos y somos confiando en el Dios que es Fiel (digno de fe). Según los cristianos, nadie ni nada ha podido dar a los hombres esa «seguridad», esa confianza en Dios... sólo Jesús, iniciador, testigo, garante de la fe de los hombres en Dios, de la fidelidad de Dios para los hombres. Quienes confían en él pueden estar seguros de que no se perderán. Quien pierde a Jesús (quien no confía en él) corre el riesgo de perder a Dios y de perderse él mismo. Esa confianza en Dios, la emuná, es lo que hace que nuestra seguridad en la vida sea firme. La emuná es la seguridad que nos reafirma en la vida, que nos reafirma en la Vida. Jesús (su obra, su mensaje y lo que Dios realizó en él) es parte de todo aquello que nos enraíza en la existencia.

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  • Vivimos porque mos fiamos de..., confiamos en..., creemos en...
  • No creemos para nada, sino para ser lo que somos, es decir, creyentes, seres de fe, seres que necesitamos necesariamente confiar en... Ser hombre es creer, es fiarse, es confiar. Si no se tiene fe ninguna el hombre en cuanto tal se muere, termina de ser, se destruye a sí mismo.
  • La misma vida humana es imposible sin fe: antes de buscar demostraciones: el ser humano necesita confiar en la realidad (en sentido más concreto, en la madre). De lo contrario dejaría de ser y moriría.
  • La fe (religiosa) puede tomarse como experiencia de confianza originaria en la Realidad, en lo divino.  
  • En el principio de la fe humana hay un gesto de confianza básica en la realidad (en el Dios que es la Realidad y la guía).

El ser humano, un animal que se fia, un animal creyente

Antes de toda demostración racional, intelectiva, de la base en la que se fundamenta la vida humana está el descubrimiento experiencial del don de la vida, está la fe, entendida en forma de confianza básica.

Creer, fiarse, confiar, tener fe en..., abandonarse en alguien... Antropológicamente el ser humano sólo puede surgir o desarrollarse (sólo existe y comparte la vida) en un ámbito de fe, es decir, de confianza básica, que le ofrece la madre al engendrarlo y acogerlo. Para vivir tenemos que fiarnos, confiar en alguien, depositar nuestra confianza básica en alguien. La vida se sitúa y nos sitúa ante la alternativa de la fe: o confiamos en Dios y confiamos unos en otros o la destrucción mutua. Entendida en su forma radical, la vida de de todos los hombres y también la vida de los creyentes es vida de fe, es cuestión de fiarse, de confiar unos en otros, en Dios... Si dejan de creer en el Dios que les funda, y de creer unos en otros, los hombres mueren (se destruyen, se matan). El ser humano, pues, necesita confiar, necesita ser un hombre de fe, de confianza. Sin ella la vida humana sería imposible. Según lo dicho, podríamos desarrollar, pues, toda una antropología de la confianza del ser humano como un ser que se tiene que fiar, un ser de “fe”, un ser que confía, un ser “creyente” (Antropología creyente): el ser humano es un ser que no podría vivir ein confiar, sin creer, sin fe. Sólo por fe vivimos y somos los hombres. La fe supone la confianza en la vida, en los otros, en la Realidad, (en el Dios creador). Antes de toda demostración racional, intelectual, de la base en la que se fundamenta la vida humana está el descubrimiento experiencial del don de la vida, de la vida como un don, una gracia que alguien nos concede, está la fe en esa realidad antropológica, entendida en forma de confianza básica en la Vida.

Podemos distinguir dos tipos de fe (confianza): una sería la fe israelita (y musulmana) que es confianza personal en Dios. La fe cristiana que degradada, desviada de su esencia originaria, habría terminado convirtiéndose en «aceptación» de una serie de dogmas; no sería creer a una persona (confiar en lo divino), sino creer en unas cosas. La Biblia en su conjunto ha puesto de relieve el valor de la fidelidad en el despliegue de la misma vida, el valor de la fidelidad divina y la fidelidad humana. La Biblia es un libro de fe, en el sentido radical de la palabra. En su raíz más honda, ofrece un testimonio de fe: una forma de vida que se funda en fiarse de Dios, en la fidelidad de Dios, que ofrece y mantiene su palabra, y en la fidelidad de los hombres que le responden. La actitud original del hombre bíblico es la fe, emuná, fiarse de la Realidad (de su fundamento divino), y dejarse sorprender y enriquecer por ella, en un camino dialogal, responsable. En ese «creer» lo que está en juego es ante todo el destino de Israel como pueblo, su salvación.

Nadie cree en Dios sin más, en una especie de vacío absoluto, sino que su fe se encuentra integrada dentro de una tradición religiosa de creyentes.  Por eso decimos que los judíos creen en el Dios de Israel, desde su propia tradición israelita, de manera que su fe es inseparable de la historia y experiencia como pueblo creyente. La fe del hombre israelita es consecuencia de la fidelidad de Dios. Acepta al Dios que se revela por la Ley: asume su Palabra y se vincula como pueblo a partir de la emuná o firmeza de Dios hecha principio de verdad. La tradición israelita ha definido al justo como aquel que «vive de la fe». Pablo se sitúa en la misma línea, al entender el cristianismo como despliegue creyente. En ese aspecto, los cristianos son creyentes, como los judíos, pero judíos que han vinculado su fe fundamental, una confianza básica, con la vida y persona de Jesús, a quien miran como «autor y consumador de la fe». Su fe en Dios está vinculada de un modo integral a la fe en Jesús. Los cristianos confiesan que Jesús les ha ayudado a creer (a confiar en Dios, a ponerse en sus manos), de tal manera que lo «introducen» en su camino de fe. En ese sentido ellos son «creyentes mesiánicos», quizá en el mismo sentido en que los judíos son creyentes mosaicos (Moisés les ayuda a creer) y los musulmanes creyentes coránicos (el Corán les abre un camino de fe). La fe en Jesús no se añade a la «fe en Dios», sino que es la forma y camino cristiano para creer en Dios.

Sólo por fe en Dios (en la Realidad) y por confianza mutua podremos existir sobre la tierra. Esta es la aportación básica de la Biblia Judía, no sólo a la historia de occidente, sino al conjunto de la humanidad. En esta línea se sitúa la “novedad” cristiana. Sabemos que Dios es más que idea,  es Presencia muy especial allí donde los hombres lo acogen, lo conocen, como la Verdad originaria. Verdadero es lo firme, aquello que ofrece garantía y da confianza. Dios nos ofrece la máxima confianza; por eso nos sentimos seguros en su presencia. Dios es Presencia como Fidelidad, como el Amén en quien podemos confiar. En ese sentido, con toda la tradición israelita, los cristianos afirman que Dios es Presencia Verdadera, como Roca firme en la que pueden asentarse. No es una ilusión de ensueño, un espejismo que nos deja vacíos y se escapa cuando queremos tocarlo. No es mentira que va y viene, que se dice primero sin firmeza y después se niega o se retira, cuando llega el tiempo malo. Su Presencia es Fidelidad, Firmeza, para siempre.

Visión de la fe, según la Biblia

La Biblia ha sido y sigue siendo para millones de creyentes, judíos y cristianos, el libro de religión por excelencia, el libro en el que se expresa la espiritualidad y la experiencia religiosa de su vida. Para la Biblia, la vida humana no es tragedia como decían los griegos antiguos: no somos vivientes caídos, condenados a sufrir en un mundo de violencia inexorable; no es tampoco dolor, como repetía Buda: no estamos condenados a negar todo deseo. Por el contrario, estos son algunos de los valores básicos de la vida, en línea judía y cristiana: Alegría, Amistad, Amor, Belleza, Colores, Comidas, Compasión, Deseo, Estética, Gozo, Gracia, Justicia, Misericordia, Música, Placer, Perdón, Prójimo.

Sólo en fe (en confianza radical en Dios, en el Dios Bíblico) se entiende el despliegue de la Biblia judía, que es el testimonio de un pueblo de creyentes, que confían en la presencia de un Dios que es Fiel (digno de fe) y responden de un modo creyente, con la verdad más honda, que es la verdad de la fe (es decir, la emuná).

¿Qué es "emunáh")?

La raíz de la palabra emuná es descrita con 4 significados relacionados entre si:

  1. «Fuerza». Intentando expresar así la inalterable fidelidad de Dios en cumplir sus antiguas promesas.
  2. «Fe». Dt 32:20: «… los hijos que no poseen fe». La fe sería la consecuencia de una nutrición apropiada.
  3. «Nutrición». El rol del que alimenta estriba en el uso de la propia fe como la base para brindar al prójimo un sustento consistente y confiable.
  4. «Creatividad». «Creatividad» como un indicador de nuestra emuná.  Esto se puede ver, por ejemplo, en la conexión entre emuná, y la adquisición de la salud. La mejor forma de obtener y conservar la salud es a través del esfuerzo creativo, siendo el producto de este esfuerzo una expresión de la fé que hay detrás de él.

La fe (emunah), palabra hebrea utilizada en las escrituras, es algo seguro, establecido, fiel, algo o alguien en lo que podemos confiar y creer que son verdad. Emuná proviene del verbo amán (אָמַן): amán significa creer. Generalmente, es traducida como “fe”. Esta palabra está asociada con la creencia y la esperanza. Emuná significa: fe, confianza, fidelidad, creencia… La emuná es una convicción innata, una percepción de la verdad que trasciende la razón. No obstante, la emuná no está basada en la razón. La fe es anterior y superior a todo razonamiento. La razón jamás puede alcanzar la certeza de la emuná. La emuná perdura incluso cuando la razón no alcanza. Emuná también se relaciona con verdad. En hebreo, verdad es emuná o fidelidad. Verdadero es lo firme, aquello que ofrece garantía y da confianza. 'Emünáh expresa originariamente lo firme, lo que se mantiene. De ordinario 'emünáh designa no un objeto, sino la situación permanente del hombre o de Dios respecto a otras personas. En el terreno de la relación interhumana 'emünáh significa fidelidad, confianza, lealtad. Cuando en una frase 'emünáh forma pareja con «justicia», entonces designa la conducta que se ajusta a derecho, la rectitud o sinceridad.

La emuná, nuestra fe, así como también la verdad, es un soporte. Un soporte en donde nos apoyamos. Una cosa que sostiene a otra. Una persona fiel (que tiene fe) en hebreo es ne’emán; una persona que tiene una base de apoyo firme, por ejemplo, la relación con una madre, em (אֵם). Una madre es la que sostiene y sustenta al bebé.  Una persona fiel es una persona firme, como una roca segura en la que uno puede apoyarse. La fe (emunah) es algo seguro, establecido, firme, fiel, algo o alguien en lo que podemos confiar y creer verdaderamente. Es confiar en algo seguro y establecido, algo o alguien en quien puedes confiar y creer. Confiar (confidere): poner fe en algo o alguien. Confianza, cualidad del que confía. Ser fiel a..., ser de la confianza de… sentirse seguro, dejarse en manos de... Yahvé es el fundamento de esa seguridad. Sólo el que cree puede estar seguro de la protección divina en la catástrofe que ha de venir. La ’emunáh es lo que hace que nuestra seguridad en la vida sea firme. Lo que te protege, te está dando vida. Es la seguridad que nos asienta en nuestra condición de criaturas. Cuando la persona tiene una profunda emuná en una verdad, en algo verdadero, siente que esa verdad es parte integrante de su propia esencia y su propio ser. La prueba de fuego de una emuná auténtica sería un caso de martirio. La persona con una emuná superracional está tan convencido de aquello en lo que cree que no contempla ninguna otra alternativa. Negar su emuná es negar la esencia misma de su existencia. La emuná crece y se profundiza a medida que uno se va acostumbrando a ver todos los fenómenos de la vida como manifestaciones de la presencia y la gloria del Creador.

La fe en Antiguo Testamento

En la Biblia hebrea la fe se identifica con la fidelidad (es decir, con la firmeza) y también con la verdad, entendida como emuná, en la línea de la firmeza y de la misericordia. Básicamente, la fe pertenece a Dios, que es el fiel por excelencia, pues guarda el pacto y la misericordia para con los que le aman y guardan sus mandamientos. Entendida así, la fe no es algo, sino la misma realidad de Dios a quien se entiende no sólo como firme, sino también como misericordioso. Dios se presenta como «compasivo y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad, es decir, en fidelidad». La fe del hombre es consecuencia de la fidelidad de Dios. No se trata de creer en cosas, sino de fiarse de Dios, de ponerse en sus manos. Entendida así, la fe constituye la actitud básica del israelita. Ella puede identificarse con el amor del que habla el shema (Dt 6, 5: «amarás al Señor, tu Dios…»); aparece como experiencia básica de confianza, en medio de la crisis constante de la vida.La fe de Abrahán: él se ha afianzado, ha depositado su confianza en la palabra de Dios, en la palabra dada por parte de Dios. Abrahán no solamente creyó. Demostró su fe por sus obras. La comunión con Dios lleva consigo una exigencia que el hombre cumple cuando confía. Se le da especial relevancia al hecho de que la palabra de Dios o del hombre acredite su autenticidad y adquiera validez, al estar de acuerdo con la acción que se sigue.

Se afirma que «el justo vivirá por la fe». Justo es aquí el tzadik, el hombre que responde a la llamada de Dios. La fe requiere de sustento, y requiere también de acción. La vida del justo se identifica con la ‘emuna, la fidelidad de Dios. Por ir unida a la fidelidad, la fe continúa siendo siempre el signo distintivo más importante de la justicia. Al «justo» se le promete la vida por su fidelidad. La verdadera justicia israelita, se expresa en forma de confianza en Dios. Podemos decir, en resumen, que Dios es verdadero porque es fiel, porque mantiene su palabra y los hombres (en especial los israelitas) pueden fiarse de él.

El hombre piadoso conoce la voluntad de Dios a través de los mandamientos, y sabe que él recibe de ellos sabiduría y ciencia. El israelita sabe que los preceptos divinos son dignos de confianza. En las tribulaciones de la vida, él puede confiar en la solvencia de los mandamientos, como un siervo de Dios obediente a su palabra.

La fe en Nuevo Testamento. Fe de Jesús.

Jesús como creyente, es decir, la fe de Jesús en Dios: La vida pública de Jesús, desde su bautismo hasta su muerte, es un ejercicio y despliegue de esta fe en Dios. Como buen judío, Jesús sabe que sólo por fe vivimos y somos los hombres, confiando en el Dios que es Fiel (digno de fe) y respondiendo de un modo creyente, en gesto de emuná (de amén), que no es superstición, ni es “credulidad” infantil, sino aceptación madura, responsable, creadora, de la vida. En ese sentido podemos y debemos presentarle como judío radical, el gran creyente. Todo lo que ha dicho, todo lo que ha hecho, ha de entenderse como un despliegue de su fe (confianza) en el Dios que quiere entregar su vida a los hombres, de tal forma que ellos vivan en salud y fraternidad, preparando así la llegada del Reino de Dios.

Fe en Jesús. De la fe de Jesús… a la fe en Jesús. Hemos visto a Jesús como creyente, es decir, la fe de Jesús en Dios. Pero Jesús no es sólo un hombre de fe, sino un portador de fe. Desde ese fondo se entiende su vida como un despliegue de fe. Una y otra vez, Jesús dice a los curados: tu fe te ha salvado. Esta es la fe en sentido pleno: la confianza en el Dios salvador, que mueve montañas. Jesús no sólo quiere sacar al hombre de una situación de miseria corporal, sino que quiere hacerlo testigo de su acción salvífíca. Su obrar salvífico está ligado a la fe. Expresión de esa fe expansiva de Jesús son sus milagros, que capacitan a los hombres y mujeres (especialmente a los pobres) para abrirse a un mundo superior de comunión y fraternidad, por la fe que ellos mismos despliegan, en contacto con Jesús. En las narraciones de milagros se encuentra muy a menudo una alusión a la fe del enfermo o de los que le rodean. Se alude a la confianza en la misión de Jesús y en su poder de salvar a aquel que lo necesita. Jesús no sólo quiere sacar al hombre de una situación de miseria corporal, sino que quiere hacerlo testigo de su acción salvífíca. Él no sólo quiere ser «el que cura», sino el que ayuda por encargo de Dios. Por esto, más que mandarle, lo que hace es preguntar por su fe. En la confianza del hombre radica la posibilidad que abre el camino a que Dios pueda hacer su obra. Así responde Jesús a quienes le han pedido “Auméntanos la fe”:” «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa higuera mora: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería». Los que preguntaban a Jesús querían creer en él, recrear su vida y la vida de los otros, con el poder que Dios les confiaba, y que ellos descubrían en sí mismos por medio de Jesús. Todo llamamiento y toda afirmación de Jesús implican la fe, la confianza, el conocimiento, la decisión, la obediencia, la sumisión; sin la pluriformidad de la fe (en hebreo: 'emünáh) y de la confianza la predicación de Jesús no es comprensible. La fe de Jesús es aplicada inmediatamente a la realidad; se realiza de un modo vital y no como una simple abstracción.

Así nos sigue diciendo otro pasaje de los dichos de Jesús: «Tened la fe de Dios! En verdad os digo, si uno le dice a este monte: ¡Quítate de ahí y arrójate al mar!, y no duda en su interior, sino que cree que va a realizarse lo que dice, lo obtendrá» (Mc 11, 22-24). Esta palabra es clave dentro de todo el Nuevo Testamento, situada tras la destrucción del templo (el 70 d.C.). La fe en Dios, (tened fe en Dios) es para Jesús un estar abierto a las posibilidades que Dios establece y un contar-con-Dios que no se da por satisfecho con lo dado y con lo hecho. Lo que depende del hombre es poco si se lo compara con lo que Dios realiza.

Ésta es la fe activa, la fe creadora de aquel que confía en su vida y en la vida de los otros, porque sabe que Dios le sostiene y sostiene por él (con él) su obra creadora. Jesús se sabe emisario y portador de la fe, es decir, de la vida de Dios, de tal forma que Dios de quien vive puede vivir y hacer todo (anunciar y preparar su Reino). Esto es lo que dice y ofrece a los hombres y mujeres que le siguen. Eso significa que ellos (los creyentes, como Jesús) participan del poder de Dios, pues su fe no es aceptación abstracta de verdades superiores, sino comunión en el ser y el poder mismo de Dios, que es el poder de la vida.

(continuará...)

Fuente: Elaboración a partir de X. PIKAZA: Vivir es creer. El hombre, animal creyente + otros


Ver también:

La confiança, la fe en l’altre

Situación existencial y ansias de salvación en los albores de la era cristiana

BIBLIA, CONTEXT HISTÒRIC-CULTURAL


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