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Jesús de Nazaret: el «tekton»

Extracción social de Jesús de Nazaret: ¿No es este el tektôn, operario?(Mc 6, 3). (operario, artesano, obrero, jornalero, carpintero, albañil, peón...)

Jesús quizá sea el personaje más importante e influyente en la historia de la humanidad. ¿Ese Jesús de Nazaret, para los creyentes el «Cristo» (el Mesías = el Ungido de Dios) y para la historia personaje mítico, de dónde salió? ¿cuál fue su verdadera extracción social, cuál su entorno familiar y laboral durante la mayor parte de su vida y qué influencia tuvo todo ello en su mensaje y proyecto de vida?

Del Jesús de la historia al Cristo de la fe

La investigación histórica de los últimos siglos sobre Jesús de Nazaret ha distinguido entre el «Jesús de la historia» y el «Cristo de la fe». La expresión "Del Jesús de la historia al Cristo de la fe" se refiere a la distinción entre la figura de Jesucristo tal como es concebida por la fe cristiana y la figura histórica de Jesús de Nazaret. La fe cristiana lo presenta como el Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador, mientras que el Jesús histórico es el hombre que vivió, enseñó y murió crucificado bajo Poncio Pilato. 

A nosotros los creyentes fundamentalmente se nos ha transmitido el «Cristo de la fe» (quién es, qué hizo y qué representa Jesucristo…) una imagen altamente mitificada del Jesús histórico, pero previamente al «Cristo de la fe», podemos preguntarnos: ¿quién fue el «Jesús histórico»? ¿Quién fue realmente ese personaje histórico llamado Jesús de Nazaret? ¿De quién se trata? ¿Cuál su procedencia social, cuál el ambiente social y entorno laboral en el que se desenvolvió durante la mayor parte de su vida en el seno de aquella sociedad galilea del s. I? ¿Quién fue realmente Jesús de Nazaret, más allá de la imagen teologizada, espiritualizada, helenizada, occidentalizada, que se nos ha transmitido? ¿Quién hay detrás de esa impresionante, grandiosa, majestuosa figura que la tradición ha terminado presentándonos ante nuestros ojos? ¿Cuál fue su verdadero origen, procedencia y extracción social? El Jesús histórico —el hombre que vivió enseñó y murió crucificado bajo Poncio Pilato— y el Cristo de la fe —el Salvador proclamado por los cristianos como Hijo de Dios y Redentor del mundo—, han sido objeto de un análisis constante, tanto desde el ámbito académico como religioso.

El Jesús de la historia es la figura humana que vivió en una época y un contexto histórico y cultural determinado. Se refiere al Jesús real, el hombre judío del siglo I, cuya vida y enseñanzas pueden estudiarse mediante métodos históricos. Se busca reconstruir su vida y enseñanzas, lo que realmente dijo e hizo, a través de la investigación histórica y crítica de los textos, más allá de la interpretación teológica. Este enfoque busca reconstruir la vida de Jesús como figura histórica, comprender su mensaje, su contexto y su impacto en la sociedad de su tiempo. 

El Cristo de la fe se basa en la creencia de los apóstoles y la tradición de la Iglesia. Su imagen se construye a partir de los relatos evangélicos y la interpretación teológica de estos. La fe en el Cristo de la fe implica creer en su divinidad, resurrección y papel en la salvación de la humanidad. El Cristo de la fe es el Jesús interpretado por la comunidad cristiana como el Hijo de Dios, el Salvador, el Resucitado. Esta figura está moldeada por la experiencia pascual y la proclamación de los primeros creyentes. Algunos consideran que el Cristo de la fe es una proyección de la fe de la comunidad cristiana sobre el Jesús histórico. Otros argumentan que el Jesús histórico es la base sobre la cual se construye la figura del Cristo de la fe. La relación entre ambos ha sido objeto de debate y análisis desde diferentes perspectivas, incluyendo la teológica, la histórica y la hermenéutica. 

La relación entre el Cristo de la historia y el Cristo de la fe ha generado múltiples enfoques teológicos a lo largo del tiempo. Cada enfoque aporta una lente distinta para entender cómo la figura de Jesús se transforma en el Cristo de la fe. Las diferencias entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe han dejado una huella profunda en la religión actual, tanto en su práctica como en su pensamiento. Los debates actuales sobre el Cristo de la historia y el Cristo de la fe siguen siendo intensos y variados, y reflejan tanto tensiones teológicas como culturales. Estos debates no solo son académicos: afectan cómo se predica, cómo se celebra la fe y cómo se entiende el mensaje cristiano en el mundo actual.

Impacto cultural de la figura y mensaje de Jesús de Nazaret. Nacido muy probablemente en torno al año 6-4 a.C., hijo de José y María, se presenta en público con unos 30 años de edad, en el año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio (año 27-28 d. C), desarrollando su actividad pública durante unos pocos años en las pequeñas localidades de Galilea. En torno al año 30 su vida queda truncada, es ejecutado bajo el emperador romano Poncio Pilato... El hombre Jesús es una criatura, una parte de la gran creación de Dios realizada a lo largo de miles de millones de años; lo que él aporta y significa es algo que atañe a todo el cosmos. Jesús es un hombre míembro de la familia de la humanidad, que conoce el amor y el sufrimiento y que anhela la verdadera felicidad o salvación: lo que llega con Jesús a la historia de la humanidad afecta a todos los hombres, recoge sus miedos y sus esperanzas. Concretamente, Jesús de Nazaret es judio, crecido en las tradiciones de su pueblo judío, sin que -incluso cuando las quebranta- se le pueda entender sin ellas. Jesús de Nazaret, una de las personalidades más influyentes, debatidas y amadas (también odiada) que podemos encontrar en la historia de la humanidad. Desde que tan enigmática persona iniciara su andadura alrededor del mar de Galilea (lago Tiberíades) con un puñado de discípulos, la mayoría de ellos pescadores, aquel lejano judío, muerto en una cruz a las afueras de Jerusalén, sigue suscitando no sólo admiración moral o devoción religiosa, sino inquietud existencial e inspiración intelectual en millones de personas repartidas por los cinco continentes, a él se remiten en pleno siglo XXI como sentido de sus vidas, plenitud de felicidad, fuente de la más profunda esperanza ante el mal y la muerte. En torno a ese tal Jesús de Nazaret, un hombre de carne y hueso que vivió gran parte de su existencia en Galilea y que, según diversas fuentes, murió crucificado extramuros de Jerusalén a partir de la escandalosa proclamación de su resurrección por parte de un puñado de testigos que con inusitada valentía fueron extendiendo tal «evangelio» (buena noticia), primero por la civilización greco-romana y luego en medio de otras culturas, se han ido componiendo diversas imágenes a lo largo de la historia.

Hace unos treinta años, los investigadores se esforzaban por estudiar con más detalle las implicaciones políticas y militares de Jesús (su relación con el celotismo). Actualmente, sin negar la importancia de esa perspectiva, se presta más atención a las condiciones laborales y sociales. Jesús no se encuentra directamente confrontado con la guerra, sino con la marginación y el hambre de los galileos y en esa situación apela al Dios de las promesas de Israel, buscando la trasformación social de su pueblo. ¿De dónde surge socialmente tan llamativa personalidad? ¿Cuál es su procedencia y extracción social? Un texto elaborado a partir de una postal de : PIKAZA publicada en Religion digital.

En las reflexiones que siguen centramos la atención en el Jesús histórico: su extracción social, su situación laboral, su posición social y su identidad como “tekton”, artesano o “carpintero”, lo mismo que su padre José, el carpintero de Nazaret. Así presentan a José los evangelios sinópticos, lo mismo que Jn 4, 41-43.

Mc 6, 3: ¿No es este el tektôn, operario? Los nazaretanos llaman a Jesús operario precisamente para descalificarle, destacando su carencia de estudios y poniendo en duda el valor de su sabiduría: carece de formación para enseñar, es sólo un obrero manual que debía haber permanecido en ese contexto de conocimiento técnico y trabajos materiales.

Presentamos a Jesús de Nazaret como «artesano», es decir, alguien que ha nacido en una familia que carecía de propiedades para trasmitir a sus hijos en «herencia», por tanto, alguien que no ha podido recibir «herencia» de su familia, un campesino desposeído, sin campo ni trabajo propio, obligado a “vender” su trabajo para subsistir, como los de su misma condición los artesanos aparecían como hombres sin patria duradera, itinerantes que iban pidiendo trabajo en aldeas y pueblos, a expensas de que otros le dieran o no empleo, formando parte del escalón más bajo de la sociedad ... Jesús aparece como uno de tantos israelitas que no tiene nada propio y que depende en todo de aquello que otros quieran ofrecerle, con una «posición social» muy alejada del israelita «ideal», muy alejada del israelita palestino (galileo) honorable... de los más pobres de entre los pobres...

  • En el contexto agrícola de Palestina en torno al s. I, conforme a la ideología clásica de Israel, la «identidad» y «nobleza» de una familia venía dada por la posesión de una «heredad», es decir, de una tierra propia.
  • En tiempos de Jesús, en la sociedad agraria de Galilea, el israelita «ideal» era un propietario de la tierra, un campesino bien casado, con familia y campo, que cultivaba la tierra como el don de Dios. Las circunstancias políticas y sociales de muchos que eran propietarios de sus tierras hicieron que pasaran a una situación de despojo y sometimiento a intereses ajenos. En el momento en que un descendiente de campesinos perdía la propiedad de su campo, solía quedar desamparado, en sentido económico, simbólico, religioso.
  • Un israelita palestino (galileo) honorable debía ser propietario de una tierra, que Dios mismo le había “dado”, de manera que podía vivir de ella, con su familia, trabajando con sus manos y recibiendo así la bendición de Dios, teniendo como referencia una sociedad de agricultores (grupos familiares) libres, propietarios de tierras que ellos mismos trabajan de un modo directo.
  • El «jubileo» o tradición jubilar del judaísmo: año de gracia, tiempo de gozo que, conforme a la tradición de Israel, se vuelve celebración de fraternidad, perdón de las deudas, liberación de los esclavos, reparto de las tierras. Este era el año en que se abrían las cárceles y todos comenzaban de nuevo, repartiéndose los bienes de la tierra (cf. Lev 25). Pero una parte considerable de los agricultores de Galilea, a pesar de las leyes del Jubileo (cada familia volvía a poseer la propia tierra: Lev 25), fueron incapaces de mantener sus propiedades, volviéndose campesinos sin campo, sin otro remedio que hacerse obreros o mendigos para así sobrevivir.
  • Los antepasados de Jesús fueron probablemente emigrantes de Belén de Judea. La familia de José había perdido la tierra, una familia sin tierras que dejar en herencia a los hijos y José un heredero sin «herencia», volviéndose así «campesino sin campo» (quizá obrero sin obra), en el seno de aquella sociedad clasista considerado un hombre sin importancia social.
  • Los artesanos del tiempo de Jesús eran en general campesinos que han perdido la propiedad y el uso de sus tierras, de manera que no pueden cultivarlas por sí mismos, sino que están obligados a vender su trabajo, poniéndolo y poniéndose al servicio de ciudades o templos, de comerciantes o propietarios ricos. Por no tener, no tienen más propiedad que su trabajo y deben venderlo para así vivir.
  • Marcos define a Jesús como el «tekton», («tekton» u obrero manual de la tierra), «el artesano». Alguien sin trabajo propio, pues no tenía tierras ni hacienda agrícola, ni otros medios de subsistencia. En tiempos de Jesús, los «artesanos» carecían de organización para mejorar su situación, incapaces de salir de su situación, sin capacidad para conseguir despuntar, constituían el escalón más bajo de la sociedad de manera que, para vivir, dependían totalmente de otros. Y Jesús, un hombre obligado a “vender” su trabajo para vivir, por tanto, a expensas de que otros le dieran o no empleo.
  • Mateo lo presenta como “el hijo de”: alguien que ha nacido en una familia que carecía ya de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, cultivado directamente, como signo de bendición de Dios. Un israelita desamparado, que no ha tenido ni tiene una «heredad», ni un campo para mantener una familia.
  • Jesús como «artesano» es alguien que había nacido en una familia que carecía de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, le faltaba la identidad representada por la tierra, le faltaba el arraigo de una familia que se alza y asegura en torno a una propiedad, un hombre, por tanto, sin raíces permanentes. Los artesanos aparecían como hombres sin patria duradera, itinerantes que iban pidiendo trabajo en aldeas y pueblos. En realidad, ellos no tenían ya estructuras familiares (casas), pues ellas estaban vinculadas a la tierra. Alguien sin trabajo propio. Jesús era un campesino desposeído y, por eso, no podía trabajar para (por) sí mismo, sino que debía poner su tiempo y su vida a disposición de otros (dadores de trabajo). Una «posición social», pues, la suya muy alejada del israelita «ideal», su forma de vida no responde a lo que Dios había “prometido” a su pueblo.
  • Antes de considerársele «el Cristo» = «el Ungido», Jesús de Nazaret ha sido «tekton», un obrero a merced de los demás, un hombre al que todos pueden llamar y mandar, un hombre que depende del trabajo que otros le puedan dar, un hombre que vive a expensas de las tareas que otros puedan encargarle o no, de las que él ha de vivir. Uno de tantos israelitas que no tiene nada propio y que depende en todo de aquello que otros quieran ofrecerle.
  • Él no empieza siendo marginal por vocación, sino que es un marginado por realidad social y familiar. Ha escogido la marginación como principio de trasformación mesiánica. Se convierte en un marginado activo, promoviendo desde los mismos marginados un camino de transformación más honda (ese es su "proyecto" de Reino): un proyecto de construcción social y transformación humana, precisamente desde aquéllos que, como él, carecen de tierra y estabilidad económica.
  • Jesús de Nazaret, hijo de artesano, artesano él mismo, es decir, un israelita desamparado, en sentido económico, religioso, un judío marginal y marginado, un pobre real, por su situación como tekton o artesano, que conocía la pobreza desde dentro, reconocido posteriormente por sus seguidores y en las primeras comunidades cristianas con títulos como el «Cristo», Ungido de Dios» (=Mesías), el enviado de Dios, Emmanuel.

Elaborado a partir de Xabier Pikaza

La propiedad de la tierra y la institución de la «herencia» familiar

Los antepasados de Jesús fueron probablemente emigrantes de Belén de Judea, que habían venido a Nazaret de Galilea, en tiempo de Alejandro Janeo (en torno al 100 a. C.), como agricultores, recibiendo en propiedad unas tierras, que les vinculaban a la promesa y bendición de Dios, en la línea que indican los libros antiguos (especialmente Levítico y Josué). Pero José, su padre, como otros muchos, había perdido la tierra, volviéndose así campesino sin campo (y quizá obrero sin obra).  Así presentan a José los evangelios sinópticos, lo mismo que Jn 4, 41-43.
  • En el contexto agrícola de Palestina, conforme a la ideología clásica de Israel, reflejada en la misma ley del jubileo (Lev 25; cf. Num 26, 51-55), la identidad y nobleza de una familia venía dada por la posesión de una “heredad”, es decir, de una tierra propia. Ésta había sido la promesa de Dios, ésta la garantía de su presencia en el pueblo, a no ser en relación con los sacerdotes de la tribu de Leví que, en principio, no tenían tierra propia, sino que vivían de un trabajo sagrado, pues el mismo Dios era su herencia.
  • En tiempos de Jesús, en la sociedad agraria de Galilea, el israelita «ideal» era un propietario de la tierra, un campesino bien casado, con familia y campo, que descubría y cultivaba el don de Dios en la siembra y la cosecha. En el momento en que un descendiente de campesinos (a no ser que fuera sacerdote) perdía la propiedad de su campo, solía quedar desamparado, en sentido económico y simbólico, es decir, religioso (perdía la herencia que Dios mismo había concedido a las familias de su pueblo).
  • Un israelita palestino (galileo) honorable debía ser propietario de una tierra, que Dios mismo le había “dado”, de manera que podía vivir de ella, con su familia, trabajando con sus manos y recibiendo así la bendición de Dios, tal como lo ha seguido mostrando la legislación posterior de la Misná, donde, a lo largo de los siglos (del II al IV d. C.), se toma como referencia una sociedad de agricultores (grupos familiares) libres, propietarios de tierras que ellos mismos trabajan de un modo directo. Pues bien, por medio de una serie de cambios sociales, introducidos por la cultura greco-romana, que actuaba a través de la política urbanista y centralizadora de Herodes el Grande y de su hijo Antipas, una parte considerable de los agricultores de Galilea, a pesar de las leyes del Jubileo (cada familia volvía a poseer la propia tierra: Lev 25), fueron incapaces de mantener sus propiedades, volviéndose campesinos sin campo, sin otro remedio que hacerse obreros o mendigos para así sobrevivir.

El tema de la herencia: el papel de la tierra y la «herencia» en la Galilea del s. I

  • El tema de la «herencia» de la tierra ha marcado la vida de los agricultores a lo largo de milenios, no sólo en Israel, sino en otros muchos países del mundo. El signo o “sacramento” básico en las familias de los agricultores ha sido la transmisión de la autoridad y dominio, que pasa del antiguo propietario (que suele ser el padre) al nuevo propietario (que, en general, es el hijo). Esa transmisión familiar se ha mantenido hasta hace unos decenios en algunas zonas del País Vasco y ha estado simbolizada en el bastón o aguijada (akullu) que el padre anciano entregaba al hijo-sucesor, dándole así el mando sobre los bueyes de arar y los campos arados, que forman “la casa”.
  • En la galilea del tiempo de Jesús podemos distinguir tres tipos de trabajadores:
    • El agricultor libre, heredero de un campo de labranza, depende de la tierra/clima y del trabajo propio, sin tener que someterse a nadie, aunque vive en sintonía con otros agricultores, dentro de una federación de iguales.
    • El agricultor campesino sigue trabajando en principio su tierra, pero no es autosuficiente, sino que está al servicio de una estructura clasista (estatal, comercial) que controla su producción a través de impuestos y otros tipos de intervenciones.
    • El artesano campesino es alguien que no ha podido mantenerse como agricultor independiente ni como campesino sometido, sino que ha perdido las tierras, por presión fiscal u otras razones. Depende de que otros le contraten y paguen, no es autosuficiente: no tiene asegurada la comida para la familia. En tiempos de Jesús, los artesanos carecían de organización para mejorar su situación y constituían el escalón más bajo de la sociedad de manera que, para vivir, dependían totalmente de otros. 

José, un heredero sin «herencia»

  • José, el marginado. Comenzaba una época nueva. La propiedad de la tierra fue pasando a manos de unos pocos, de manera que gran parte de la población vino a engrosar el proletariado y, en el mejor de los casos, el funcionariado urbano de las nuevas capitales (Séforis, Tiberíades), construidas por los reyes herodianos. En contra de lo que prometían las bendiciones de Israel y las promesas davídicas, José, campesino sin campo (y quizá obrero sin obra), era un hombre sin importancia social: no formaba parte de los propietarios de tierras (en las que se expresa la bendición de Dios), ni era heredero de una estirpe sacerdotal acomodada, como pudo ser Juan Bautista y como fue F. Josefo.
  • En sentido social y económico, José era heredero sin herencia. Jesús ha nacido, pues, en el seno de una familia que carecía de propiedades, no ha podido recibir, por tanto «herencia»: no ha tenido parte en la herencia de la tierra israelita, un israelita desamparado, que no ha tenido ni tiene un campo para mantener una familia. La problemática del tiempo de Jesús nos sitúa cerca de muchos hombres y mujeres actuales del tercer mundo, que han pasado también de una situación en la que eran propietarios de sus tierras a una situación de despojo y sometimiento, en manos de la economía capitalista que les expulsa de su sistema. En este contexto se entiende la presentación que hacen los evangelios de Jesús como «artesano».
  • Macos define a Jesús como el «tekton», el «artesano». Mateo lo presenta como “el hijo de”: alguien que ha nacido en una familia que carecía ya de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, cultivado directamente, como signo de bendición de Dios. Desde ese fondo se entiende la situación del Jesús «tekton», campesino sin campo, agricultor sin agro. Jesús no era un simple “pobre de espíritu”, sino un pobre real, por su situación como tekton o artesano, conocía la pobreza desde dentro.  Un “judío marginal”, “marginado”, porque le han expulsado al margen de la sociedad israelita y ante esa situación en la que se hallaban inmersos una gran parte de sus contemporáneos él se ha rebelado, ha protestado, se ha levantado, ha luchado para superar esa deplorable situación en la que se encontraba, como él mismo, una buena parte de la población de su tiempo.

Jesús como «tekton», «artesano»

  • Marcos presenta a Jesús como «tekton», «artesano» (es decir, un israelita desamparado, en sentido económico y simbólico, religioso). Marcos le define directamente a Jesús como «el tekton». Ésa es su escuela, ése es su oficio y carné de identidad: (es decir, un hombre que debe “vender” su trabajo, de forma que, para vivir, no se encuentra a merced de la “providencia de Dios” (lluvia) y de su propio esfuerzo (trabajo personal en el campo), sino que depende de la oferta y demanda de otros. No es simplemente “tekton” (un carpintero/obrero como otros), sino «ho tekton», con artículo definido: éste es su apodo o sobrenombre por el que es conocido en su entorno: «el Artesano». Cuestión de identidad: ¿No es este el tektôn, operario? (Mc 6, 3). Quieren definirle por su profesión de carpintero y/o albañil. Algunos han pensado que este nombre serviría para resaltar su ciencia, pues los carpinteros poseían fama de eruditos. Ciertamente, los rabinos judíos posteriores han sido artesanos: el estudio de la Ley va acompañado para ellos de un trabajo productivo que permita sostener la vida. Pero la pregunta tiene aquí un matiz peyorativo: los nazaretanos llaman a Jesús operario precisamente para descalificarle, destacando su carencia de estudios y poniendo en duda el valor de su sabiduría: carece de formación para enseñar, es sólo un obrero manual que debía haber permanecido en ese contexto de conocimiento técnico y trabajos materiales. En su pretendida condición de sabio y/o terapeuta Jesús resulta peligroso: ha dejado su labor, ha roto con su origen y su forma de trabajo.
  • Antes de considerársele «el Cristo» = «el Ungido», Jesús Galileo ha sido “tekton”, un obrero a merced de los demás, un hombre al que todos pueden llamar y mandar, para encargarle unas tareas, de las que él ha de vivir. La Obra de Dios (la construcción del Reino), que asumirá después, está vinculada al trabajo inmisericorde de gran parte de la gente de su tiempo y de su tierra. Sin duda, tiene un conocimiento básico de la Escritura y se siente identificado con la tradición religiosa del judaísmo. Pero, al mismo tiempo, se encuentra a merced de las necesidades y ofertas laborales de otros hombres. Una «posición social» muy alejada del israelita «ideal», su forma de vida no responde a lo que Dios había “prometido” a su pueblo.
  • Mateo parece suavizar esa afirmación y presenta a Jesús como “el hijo del tekton” (Mt 13, 5), pues no se le llama directamente “el tekton” (sino el hijo del tekton). Ese cambio puede responder a un intento de “atenuar” la dureza de su estado laboral, pues no se le llama directamente “el tekton” (sino el hijo del tekton), pero en realidad no la atenúa, sino que la refuerza y endurece.
  • Jesús no es simplemente un “nuevo tekton”, alguien que acaba de empobrecer, por situaciones inmediatas de familia, sino que aparece como “el hijo de”: alguien que ha nacido en una familia que carecía ya de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, cultivado directamente, como signo de bendición de Dios. Es decir, un israelita desamparado, que no ha tenido ni tiene un campo para mantener una familia. Cuando más tarde prometa a sus seguidores “el ciento por uno” en campos (agrous: Mc 10, 30 par), Jesús querrá invertir esa situación donde muchos hombres y mujeres como él no han tenido ni tienen un campo para mantener una familia.
  • Lucas y Juan pueden haber sentido embarazo de llamarle “tekton” o “hijo de tekton” y por eso cambian la expresión, diciendo: “¿No es éste el hijo de José?” Todo nos permite suponer que Lucas (y Juan) han omitido el dato laboral porque, en el contexto donde escriben, les parece indigno definir a Jesús por un trabajo que le hace dependiente de los otros. Evidentemente, Jesús no tenía un currículo elevado, ni una posición social mínimamente “digna”.
  • Esta presentación de Jesús por su “trabajo” puede tener un aspecto negativo y otro positivo:
    • Uno negativo: Jesús no es un tekton de ocasión (hombre con tierras propias aunque, en ocasiones, trabaje también como artesano), sino el tekton, alguien sin trabajo propio, pues no tiene tierras ni hacienda agrícola, ni otros medios de subsistencia, sino sólo aquello que otros quieran ofrecerle como trabajo y salario, en un mundo sin contratos fijos ni salarios permanentes.
    • Pero este dato puede ofrecer también un aspecto positivo: Jesús ha sido capaz de trabajar al servicio de los demás, dentro de un duro mercado de oferta y demanda. Así ha podido conocer la realidad social desde la perspectiva de precariedad y pobreza de los campesinos expulsados de su tierra. Ésta ha sido su escuela, una escuela donde se aprenden cosas que no están en la Escritura de los rabinos profesionales, ni en el templo de los sacerdotes.   

José y Jesús, artesanos dependientes 

  • Podemos suponer que Jesús empezó a trabajar como artesano, por diversos lugares de Galilea, a partir de su “mayoría de edad” (en torno a los 12-13 años). Primero lo hizo acompañando, quizá, a su padre. Después debió ir por sí mismo (tras la muerte probable de su padre). Eso le permitió conocer de un modo directo a las gentes de su entorno, a los pequeños propietarios agrícolas, a otros “artesanos” u obreros sin tierra, como él. Por eso, cuando más tarde recorra Galilea como predicador itinerante del Reino volverá a las tierras y pueblos que había conocido como artesano itinerante. Su mismo “oficio” le puso en contacto con los expulsados sociales, los enfermos y marginados de su entono.
  • Jesús ha logrado aprender en la escuela del trabajo opresor, como artesano dependiente. Una situación como la suya ha destruido y destruye a gran parte de los hombres y mujeres, pero algunos, como Jesús, han logrado reaccionar y ofrecer una respuesta que abre caminos de humanidad. De manera creadora habían respondido, en otro tiempo, los hebreos oprimidos en Egipto (condenados a realizar duros trabajos a la fuerza), cuando salieron de Egipto y buscaron formas nuevas de existencia en pobreza y libertad compartida. Algo semejante ha sucedido con Jesús: desde una situación social y laboral muy parecida, en las nuevas circunstancias de Galilea, desde la periferia del gran Imperio Romano, retomando las raíces religiosas de Israel, desarrollando un proyecto radical de Reino.
  • Jesús no ha sido uno de aquellos “carpinteros sabios”, hombres eficientes, con trabajo asegurado, que podían volverse maestros de otros buenos trabajadora, pues tenían suficiente tiempo libre para argumentar sobre problemas muy profundos de la Ley israelita. Al contrario, Jesús ha debido formar parte de los carpinteros-obreros sin tierra, que, conforme al ideal del jubileo israelita (Lv 25), quedaban fuera del espacio de las bendiciones de Israel. No ha sido un “pensador de tiempo libre”, experto en mejorar lo que existe, sino profeta en tiempos de opresión, pues no quería adaptarse sin más a lo que existe, sino acoger y crear una alternativa de Reino, conforme al modelo y promesa de la historia israelita.

Jesús, un judío marginal y marginado

  • Jesús, un judío marginal y marginado. En un sentido, era marginal: venía del margen de la tierra de Palestina (de Galilea), no tenía conocimientos académicos ni poderes económicos, era un galileo sin cargo especial, ni función importante en la vida del pueblo: no era sacerdote, escriba o representante de una familia rica… Pero, en sentido más estricto, es un marginado, pues le han arrojado al margen los cambios sociales y económicos que Galilea ha venido sufriendo en los últimos decenios, dentro de un mundo religioso controlado cada vez más por escribas, sacerdotes oficiales y miembros de la nueva aristocracia económica (que ha pactado con Roma). Es un “artesano”, está a merced del trabajo que le ofrecen otros, de manera que no puede cumplir la Ley como la cumplen aquellos que disponen de tiempo y contexto apropiado para ello (como muchos fariseos). Jesús no tiene trabajo propio y por eso vive a merced de la propiedad y trabajo de otros.
  • La marginación de Jesús no es de tipo intimista (pobreza de espíritu, una forma de humildad), sino una condición de vida en la que se enraízan y de la que brotan los diversos aspectos personales y sociales de su proyecto de Reino. Él no empieza siendo marginal por vocación, sino que es un marginado por realidad social y familiar. Ha escogido la marginación como principio de trasformación mesiánica. Es un marginado activo, alguien que sabe decir una palabra y promover un camino, retomando el motivo central de la experiencia israelita: ¡Marginados de Israel, escuchad; el Señor vuestro Dios es Uno…! (Dt 6, 3).
  • La marginación que, en un sentido, tiende a ser lugar de maldición y “estigma”, se vuelve para Jesús fuente de “carisma”: le capacita para plantear mejor las relaciones humanas y para formular la llegada del Reino de Dios. Jesús no quiere superar la marginalidad con una toma de poder económico, social, religioso o político, sino iniciando desde los mismos marginados un camino de comunicación (afectiva y económica) más honda. Parece que muchos acusaron (estigmatizaron) a Jesús y a sus seguidores, como despreciables, hombres y mujeres que habían venido a quedar fuera de los planes de Dios. Pues bien, ellos aceptan la acusación y convierten el rechazo en principio de prestigio.
    • Un marginado activo. La marginalidad le ha vinculado con otros muchos hombres y mujeres de su tiempo, expulsados como él de la corriente de los privilegiados de la tierra. Esa misma situación le ha capacitado para entender desde otra perspectiva y de otra forma la Escritura de su pueblo y para iniciar una nueva interpretación de la herencia israelita. Es un marginado, pero no un resentido (no propugna la violencia reactiva en contra de los ricos). Es un marginado con un potencial inmenso de creatividad positiva. Desde ese fondo se entiende la respuesta que Jesús ofrece a los retos de su tiempo, la manera en que ha venido a situarse ante la realidad israelita, formulando (iniciando y recorriendo) un proyecto de juicio de Dios ante el Jordán, con entrada posterior en la tierra prometida (acompañando a Juan Bautista) e iniciando después un camino de Reino (por sí mismo y con los pobres, en Galilea).
    • Jesús era un campesino desposeído y, por eso, no podía trabajar para (por) sí mismo, sino que debía poner su tiempo y su vida a disposición de otros (dadores de trabajo), sin la seguridad que, en aquel tiempo, concedía un tipo de posesión privada, en especial un campo de cultivo. Por eso, cuando habla de “pobreza” y llama bienaventurados a los ptojoi (que no son los que deben realizar un trabajo duro para subsistir, sino los mendigos, aquellos que no tienen nada, ni siquiera trabajo), Jesús no está proponiendo una teoría sobre otros, sino que está hablando de su propia situación de marginado, que conoce y comparte la suma pobreza de las gentes de su entorno. Jesús no entiende su marginalidad como principio de una actitud agresiva, que desemboca en la venganza, sino como fuente de una forma distinta de crear o recrear la sociedad.
  • Se ha opuesto al mundo dominante de una forma radical. Jesús no rechaza las cosas desde arriba, ni pide o concede limosna, ni se limita a mejorar lo que ya existe, con unos pequeños retoques, ni ofrece su opción desde dentro del sistema, sino que inicia un camino fuerte de construcción social y humana (Reino), precisamente desde aquellos que, como él, carecen de tierra y estabilidad económica. Ésta es su forma de “oponerse”, la más profunda.
  • En esa línea podemos afirmar que su escuela ha sido el trabajo y la pobreza, pero no un trabajo “propio”, realizado por personas que son dueñas de sus campos (y que deben defender su propiedad, contratando quizá a unos artesanos), sino el trabajo alienado de millones y millones de personas, que no tienen nada propio y que dependen de aquello que otros quieran ofrecerles. Jesús no ha sido un trabajador autosuficiente (dueño de su empresa o campo), sino “hetero-dependiente”, como los artesanos, los parados, los mendigos, que no pueden alimentarse ni dependen de sí mismos (¡pues no tienen nada propio!), sino que depende de aquello que otros quieran (o no quieran)  ofrecerles. Sólo desde esa situación se entiende su oferta de Reino. 

Jesús, víctima de las trasformaciones económicas y sociales de su tiempo

Venimos suponiendo que sus antepasados podían haber emigrado desde Belén de Judea a Nazaret de Galilea, con el fin de poseer una tierra buena, una heredad para el trabajo y la familia, según la voluntad de Dios, conforme a las promesas… Pero, en cualquier caso, fuera oriundo de Belén o haya nacido de una familia que vivía por siglos en la misma Galilea, lo cierto es que ha sido víctima de las trasformaciones de los últimos decenios, viniendo a ser un hombre sin tierra ni trabajo propio, como uno de aquellos que esperan cada día el posible jornal que les ofrezca algún “amo” (cf. Mt 20, 1-16). Su mensaje no ha sido un “lujo espiritual”, desconectado de la vida, sino una propuesta de respuesta a los problemas de la vida.

Así le encontramos como obrero no especializado, un artesano del ramo de la construcción, que quizá ha servido por un tiempo en el mercado laboral del rey Antipas, en sus nuevas ciudades (Séforis, junto a Nazaret; Tiberíades, junto al lago de su nombre), o ha estado al servicio de otros propietarios agrícolas. Ciertamente, ha podido tener más movilidad que un campesino con tierras y más necesidad de conocimiento que un propietario, pero ha carecido del poder y, sobre todo, de la seguridad que ofrece un campo propio, una herencia israelita.

El trabajo en la propia casa-campo arraiga al hombre y su familia en una tierra y una historia, que la Escritura de Israel ha vinculado a Dios. La familia agrícola posee una identidad sagrada que suele mantenerse mucho tiempo, pues tradición y tierra se trasmiten por generaciones… En una familia de ese tipo el padre (con la madre) es el testigo de Dios, portador de unas bendiciones y valores, que se mantienen con muy pocos cambios, a lo largo de siglos. En ese contexto, Dios tiende a manifestarse a través de la sacralidad de la tierra y de la continuidad del grupo, sancionando unos valores de justicia y solidaridad, simbolizados por los padres, que garantizan la continuidad de la vida (herencia).

Lógicamente, los padres eran signo de Dios como autoridad y garantía de vida para los hijos de “buena” familia. En esa línea, el Dios israelita había cumplido una función esencial, a lo largo de la historia. Pero ya no respondía a las necesidades de los campesinos sin tierra, entre los que hallamos a Jesús Galileo. Por eso, era necesario volver más atrás de la “herencia” de la tierra, garantizada por el paso de los padres a los hijos. Había que volver más allá, a un tiempo en que los hebreos no tenían tierra, superando la forma de propiedad y seguridad familiar que había valido después. 

Los artesanos de Galilea vivían en una situación más parecida a los hebreos de Egipto, sin seguridad material o social (sin una familia que pudiera garantizar la propiedad de la tierra). Los campesinos galileos habían perdido o estaban perdiendo la “herencia de Dios” (la tierra); de manera que ya no podían creer en el Dios de los “buenos” propietarios y tenían que buscar nuevas formas de experiencia religiosa y/o convivencia. Ellos carecían ya de “patrimonio” (vinculado al patriarcado): no tenían tierras que dejar en herencia a los hijos, de manera que, estrictamente hablando, carecían de herederos. En el fondo, los artesanos aparecían como hombres sin patria duradera, itinerantes que iban pidiendo trabajo en aldeas y pueblos. En realidad, ellos no tenían ya estructuras familiares (casas), pues ellas estaban vinculadas a la tierra.

El artesano podía ser un temporero sin formación, pero también podía aparecer como un técnico especializado, capaz de volverse rico. Pero le faltaba la identidad representada por la tierra que se transmite y hereda de padres a hijos, le faltaba el arraigo de la familia que se alza y asegura en torno a una propiedad, de manera que viene a presentarse como un hombre sin raíces permanentes. Pero, en compensación, podía tener la oportunidad de conocer otros pueblos y gentes, logrando así una visión más extensa de las condiciones de vida del conjunto de los hombres, especialmente de los pobres. En ese fondo se sitúa la vida y mensaje de Jesús, a quien veremos como constructor de nueva familia.

Los rasgos anteriores nos permiten descubrir en José y en Jesús una fuerte disonancia cognitiva y vital

  • Por un lado, como descendiente de una familia vinculada a Belén, se siente portador de la promesa davídica, que incluye la posesión de una tierra, de la que todos han de ser propietarios, compartiendo la herencia de Dios.
  • Pero, al mismo tiempo, forma parte de una gran masa de hombres y mujeres que han perdido la tierra, de manera que parecen expulsados de la herencia de Abrahán y de David. En ese contexto, él se siente llamado a ofrecer una experiencia nueva de “heredad” a los pobres y marginados, que están fuera del espacio abierto por las promesas de Abraham, por las esperanzas de David.

Desde ese fondo ha de entenderse el mensaje de las bienaventuranza (¡los mansos heredarán la tierra! Cf. Mt 5, 5) y la promesa del “ciento por uno”: aquellos que, por una parte, lo han perdido (o lo han dejado) todo recibirán de otra manera, por caminos nuevos (pero en esta misma tierra), el “ciento por uno” en familia, casas, campos etc. (cf. Mc 10, 29-30). Ese “ciento por uno” resulta imposible allí donde se mantiene el antiguo sistema, que ha dividido a los hombres en propietarios (que tienen y aumentan lo tenido) y expulsados (que lo han perdido todo); pero es posible y lógico allí donde se instaura un tipo de propiedad no clasista ni posesiva, que permite que personas y familias compartan lo que tienen.

Para entender mejor ese mensaje podemos ofrecer aquí un sencillo esquema de división de clases que nos permitirá situar el entorno de Jesús, desde la perspectiva de la educación por el conflicto y el trabajo.

El entorno de Jesús: una sociedad clasista

A lo largo de la historia de Israel, muchos agricultores se habían ido convirtiendo en campesinos, en un proceso que, en Galilea, ha culminado en tiempos de Jesús. Una parte considerable de los “agricultores independientes” no pudieron mantener su independencia, la autonomía de su vida y trabajo, de manera que tuvieron que ponerse (les han puesto) al servicio de una estructura política y comercial, centrada en las ciudades (que forman parte de un reino o imperio más grande: el de Roma).

En general, los agricultores han venido a quedar “controlados” por los mercaderes (comerciantes), pues la mayoría de sus tierras han pasado a ser propiedad de esos mismos comerciantes o de otros grandes propietarios (terratenientes ricos, vinculados a los gobernantes, militares, comerciantes y/o sacerdotes). En el tiempo de Jesús, la mayoría de los hombres del campo se han vuelto campesinos  en el sentido técnico: gentes del campo que han perdido su autonomía, de manera que dependen de unas ciudades y/o de unos comerciantes, que controlan, dirigen y consumen gran parte de su producción. Dando un paso más, muchos de esos campesinos se han vuelto artesanos. Conforme a este proceso, los campesinos del tiempo de Jesús son agricultores que han perdido su autonomía, de manera que trabajan y producen al servicio de una estructura social clasista, presidida por comerciantes, ciudades y/o reyes, que no producen los bienes de consumo, pero los controlan. El conjunto de los hombres y mujeres no viven según eso en igualdad y comunión (económica, social y/o religiosa), sino que unos dependen de otros.

  • Los campesinos (agricultores proletarizados) constituyen el ejemplo más significativo de esta “sociedad de clases”. Ellos, que en otros tiempos fueron libres y autónomos (autosuficientes), al menos en sentido imaginario, han venido a formar el primer estrato de los sometidos o dependientes de la población. Ciertamente, algunos siguen trabajando su campo, pero ya no lo hacen para sí mismos, sino bajo dependencia de otros (de un “Estado” de funcionarios y comerciantes); así producen alimento para todos, pero están  bajo el  “poder” de otros estamentos sociales. En esa situación elevará Jesús su mensaje y promesa de Reino.
  • La clase de los artesanos. Como venimos diciendo, los artesanos del tiempo de Jesús eran en general campesinos que han perdido la propiedad y el uso de sus tierras, de manera que no pueden cultivarlas por sí mismos, sino que se están obligados a vender su trabajo, poniéndolo y poniéndose al servicio de ciudades o templos, de comerciantes o propietarios ricos. Por no tener, no tienen más propiedad que su trabajo y deben venderlo para así vivir.

Siempre ha habido “artesanos” (carpinteros, herreros, alfareros, albañiles, expertos en pozos y riegos…), pero, normalmente, antes de la división de clases, ellos eran agricultores que, además de trabajar su tierra, tenían más capacidad o experiencia que otros para realizar algunas funciones especiales. Por eso, en ciertos momentos, colaboraban con otros agricultores en algunas tareas ocasionales que requerían una habilidad  particular o el concurso de muchas personas, sin abandonar por eso sus trabajos de campo. Pues bien, cuando la mayoría de los agricultores se vuelven campesinos sometidos y algunos pierden su tierra (por confiscación, deudas, movimientos migratorios o super-población) empiezan a multiplicarse los campesinos “sin campo”, que no tienen más remedio que “vender” su trabajo como renteros, braceros para todo o artesanos más especializados (carpinteros etc.).  

Desde aquí se entiende la situación del “artesanado sometido”, condenado a trabajar en un nivel de subsistencia, al servicio de una que, en tiempos de Jesús (primer tercio del siglo I. d. C.), se hallaba dominada por los privilegiados de las nuevas ciudades ricas de Galilea. Las zonas rurales habían mantenido por mucho tiempo su agricultura de subsistencia, que de alguna forma reflejaba la situación del principio de la historia de Israel. Pero los cambios de los nuevos tiempos, vinculados a la urbanización y al lujo de las ciudades, convertía a los hijos de agricultores no sólo en campesinos sometidos, sino en artesanos aún más sometidos, como era Jesús.

  • Había artesanos “asentados”, que podían parecer casi “clientes” del sistema político, económico y/o religioso del que dependen y al que sostienen. Ellos actúan en general como operaros fijos al servicio de los gobernantes, de las ciudades o los templos (como el de Jerusalén) que les contratan y pagan. Entre ellos están los que trabajan en las grandes obras “reales” de Palestina (Cesarea y Sebaste, Séforis y Tiberíades) o en la re-construcción del templo  de Jerusalén, donde se dice que, desde el tiempo de Herodes,  había más de 15.000 trabajadores, artesanos “oficiales” al servicio de un sistema rico que podía pagarles. Gran parte de la población de Jerusalén estaba formada por obreros del templo, quienes, como es normal, no respaldarán a Jesús, pues él reflejaba otros ideales e intereses.
  • Había artesanos “itinerantes”, sin estabilidad, eventuales al servicio de agricultores más ricos o de propietarios con ciertos medios económicos. Entre éstos parece haber estado Jesús, que no ha sido (presumiblemente) obrero de la construcción del templo de Jerusalén, ni de las ciudades y cortes de los reyes galileos. Estos artesanos dependían de un “mercado” de trabajo inestable. Aunque dominados de algún modo por comerciantes y ciudades, los campesinos propietarios seguían disponiendo de una tierra que era símbolo de estabilidad y de bendición de Dios. Por el contrario, estos artesanos (campesinos sin tierra) dependían totalmente de las condiciones sociales y laborales de otros más ricos. Jesús no ha proclamado el evangelio en las ciudades, probablemente porque ha pensado que ellas vivían a costa de los campesinos y artesanos. Su símbolo del Reino no es una ciudad, que domina sobre el campo (¡ni siquiera Jerusalén!), sino una alianza de agricultores/pastores/pescadores, abierta a los pobres y excluidos.

En el imaginario simbólico de Jesús se encuentra una sociedad sin clases

  • El Señor de Israel es el Dios del trabajo directo, de la tierra compartida. En contra de eso, Mamona es el Dios del comercio, que no está al servicio del hombre, sino de sí mismo (del dinero).
  • José y Jesús viven en un mundo que se encuentra dominado, de hecho, por una clase mercantil que ha separado ya el dinero (capital) de la vida real, es decir, del trabajo inmediato y de las necesidades concretas de los hombres y mujeres. Ciertamente, no parece que Jesús haya sido un “purista” estricto, ni tampoco un “reformador económico”: no ha condenado en principio a todos los “comerciantes”, ni ha rechazado a los “publicanos” (recaudadores de impuestos, al servicio de un orden socio/económico que era, a fin de cuentas, romano), a los que gran parte del pueblo consideraba impuros. Pero, mirando las cosas a mayor profundidad, él ha querido poner el comercio y dinero al servicio de los pobres, de un modo “gratuito” (por comunicación directa entre los hombres), de manera que su proyecto implicaba un cambio total en la manera de ver la economía. En ese sentido decimos que ha sido más que un reformista.
  • El imaginario simbólico de Jesús lo forma una sociedad sin clases, una federación de agricultores, pastores (y pescadores del lago), que comparten bienes y trabajos. Unos y otros, agricultores, pastores/pescadores, han de ser componentes básicos de una sociedad igualitaria (no mercantil, no imperial), formada por familias y clanes libres, que reflejan un tipo de presencia de Dios en la que no hay supremacía ni dependencia de unos respecto de otros. Por eso, estrictamente hablando, según Jesús, no debería haber campesinos (sometidos) porque su sociedad ideal (en la línea de Lev 25: ley del jubileo), debería estar formada por agricultores/pastores que mantienen un mismo nivel económico, de producción, intercambio y consumo de bienes.
  • No sabemos si en su “imaginario” cabría la existencia de algunos (hombres o mujeres) “liberados” para el culto (como los sacerdotes/levitas), que recibirían una parte de la producción de los demás (diezmos), aunque sin volverse, por ello, superiores a los otros. Pero es evidente que, a su juicio, todos los miembros de la sociedad debían compartir la vida (bienes y trabajo), sin ponerse al servicio de un sistema externo o superior, porque ellos mismos eran el bien supremo. No debía haber, según eso, clases sociales. Éste es el imaginario y utopía de fondo de la vida de Jesús.

Galileo marginado, campesino sin campo, obrero sin obras

Las reflexiones anteriores ponen de relieve la “disonancia” entre el ideal o  “imaginario” de Jesús y la realidad concreta de la sociedad galilea. La problemática era nueva, pero tenia orígenes antiguos, que aparecen ya en la ruptura del orden tradicional y en la caída de la monarquía (721 a. C. en Israel, 587 a. C. en Judea). Con la expulsión y cautiverio, muchas tierras habían cambiado de dueño; por eso, con la vuelta del exilio algunos sacerdotes habían ideado un sistema de recuperación, para que esas tierras volvieran, cada 49/50 años, a manos de los propietarios antiguos (o de sus descendientes). Ese sistema de retorno (jubileo) parecía bueno, pero dejaba muchas cosas sin resolver: ¿Cómo quedaban los nuevos expulsados? ¿No sería preferible repartir la tierra entre todos por igual?

Parece que la ley del jubileo no se cumplió nunca del todo, pues resultaba muy difícil determinar quiénes eran los propietarios radicales de una tierra que había cambiado varias veces de dueño. Además, esa ley no podría resolver los problemas vinculados al surgimiento de una cultura nueva, de tipo imperial y comercial, como la del tiempo de Jesús, cuando los campesinos pasaron a estar dominados por una élite no campesina. Por lo que se refiere a Galilea, el cambio más significativo debió darse tras la conquista de los asmoneos (hacia el 103 a. C.), que parecen haber concedido gran parte de la tierra a los “colonos” de Judea, y después, tras la caída de los asmoneos y la toma de poder por los herodianos (37 a. C.),  que marca el inicio de una política urbana totalmente distinta; ya no se trataba sólo de un cambio de propietarios, sino de un cambio de sistema comercial, vinculado a la introducción más intensa del helenismo y a la comercialización del conjunto de la zona, que dejaba las tierras en manos de comerciantes o grupos más ricos de las nuevas “polis” o ciudades. La polis griega ha sido uno de los mayores inventos culturales de occidente, pero ella sólo funciona bien en grupos poco extensos, con intercambio y simbiosis entre campo y ciudad, agricultura y comercio, y sólo puede desarrollarse en una sociedad donde se introduce y/o se impone la división de clases: la ciudad vive del campo; las clases ricas (gobernantes, comerciantes) viven de las pobres. Cuando un sistema de ese tipo se extiende y domina sobre territorios donde antes existían intercambios económicos directos entre los agricultores se producen graves desajustes: la riqueza se concentra en manos de comerciantes y administradores (clases superiores), mientras los pequeños agricultores pasan a ser campesinos sometidos o pierden sus tierras, convirtiéndose en colonos (renteros) o artesanos, gente sin tierra que realiza los trabajos manuales inferiores, dentro de un sistema que les utiliza.

En este contexto se sitúa Jesús

No fue artesano parcial, por vocación, como en tiempos en que había campo y trabajo para todos. No fue artesano experto por opción, capaz de enriquecerse a través de su especial pericia (como algunos que podrían realizar trabajos bien remunerados, al servicio de la administración política o religiosa). Fue un trabajador eventual, en tiempos de crisis y destrucción de los tejidos sociales, que le llevaron a profetizar con Juan Bautista el fin del orden político-social.

Vivió en un tiempo de trasformación urbana y muchos agricultores no pudieron mantener su autonomía, de manera sus campos cayeron en manos de la oligarquía de las ciudades (Séforis, Tiberíades) y ellos mismos se volvieron renteros o artesanos al servicio de las clases ricas (comerciantes y funcionarios: militares, burócratas, sacerdotes…) de las ciudades. Fue el comienzo de un proceso que, significativamente, parece culminar en nuestro tiempo (año 2007), con el triunfo final del capitalismo y el paso de una sociedad agrícola autosuficiente (en nivel de subsistencia) a una sociedad industrial y comercial. Ese paso implica, por un lado, un gran avance (genera riqueza), pero conlleva mucho sufrimiento (destrucción social e injusticia).

Más tarde, Jesús no quiso proclamar el Reino en las ciudades de su entorno (Séforis, Tiberíades), probablemente porque pensaba que su misma estructura (con división jerárquica y dominio de clase) era contraria al ideal de fraternidad del Dios israelita. Su misma experiencia religiosa le impulsaba a recrear el orden social, pero en línea de fraternidad universal de campesinos, no de organización política desde las ciudades, básicamente clasistas.

  1. No quiso cambiar el orden urbano, quizá porque pensó que resultaba incambiable: los habitantes de las ciudades eran responsables de la situación de los campesinos-artesanos, que habían perdido su identidad y autonomía. Según eso, Jesús era un “pagano” (hombre de campo), pero un pagano que inició una tarea de trasformación universal.
  2. Jesús se distingue así de gran parte del movimiento cristiano posterior, básicamente urbano, de manera que los no cristianos se definirán precisamente como “paganos”, habitantes de unos campos que no han aceptado el nuevo orden social cristiano. Aquí se sigue dando una de las paradojas centrales del cristianismo. Quizá podemos decir que Jesús descubrió e inició en los campos un movimiento social y religioso que puede y debe extenderse a todos los estratos de la población, empezando por las duras ciudades del imperio romano. Jesús no se opuso a las ciudades por atavismo rural, sino por protesta contra el sistema que se está creando en ellas.

Lo que está en el fondo no es simplemente un enfrentamiento entre campo y ciudad, sino entre opresión y libertad, entre esclavizamiento y comunión. Hoy parece difícil empezar una revolución como la de Jesús sólo desde el campo. Por otra parte, Jesús no fue un artesano influyente. Jesús no fue tampoco un jefe de sindicatos obreros, capaz de liderar una revolución social, con toma de poder, como muchas que se han realizado en Europa y en el mundo a lo largo del siglo XX, a través de la creación de un partido político triunfante. En contra de eso, Jesús fue portavoz de los más pobres, de aquellos que no tienen más posesión que su trabajo (o su falta de trabajo). Por otra parte, él no quiso “tomar el poder”, diferenciándose así de otros líderes que se impusieron mediante métodos revolucionarios. La “itinerancia” de Jesús y sus discípulos se sitúa y nos sitúa entre los más pobres, los artesanos-mendigos, sin posibilidades reales de toma de poner. Por otra parte, Jesús fue un artesano con un mensaje y proyecto social de trasformación (de Reino de Dios), pero sin toma de poder, y con la supresión de todo poder impositivo. 

Elaboración a partir de X. PIKAZA 19.3.25. Ficha laboral de San José, el carpintero de Nazaret (Mc 6, 3; Mt 13,55; Lc 4, 22)
https://www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/Ficha-San-Jose-Nazaret-Mc_7_2762193765.html


Ver también:

La figura de Jesús de Nazaret en el contexto sociológico de su tiempo

Semblanza de Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret: un marginado / marginal

Secció: JESÚS DE NATZARET


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