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Ser guía para uno mismo (II)

En pos de la mayoría de edad y la plena emancipación de uno mismo

Otros obstáculos que impiden nuestra «mayoría de edad»

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"Nunca obedezcas ningún mandato a no ser que también provenga de tu interior...". Los ilustrados, con Kant a la cabeza, nos invitan a que cada cual se responsabilice plenamente de sí mismo, a que cada cual sea su propio sacerdote, su propio abogado y su propio médico, es decir, su propio guía en el cuidado de sí y en el arte de vivir. Trasladando esa invitación kantiana a emancipamos de todas las tutelas a nuestras circunstancias, a nuestro contexto, reflexionaremos sobre algunos obstáculos, tanto externos como internos, que encontramos habitualmente en la tarea de pensar por nosotros mismos.

Al igual que en la época de Kant, hoy en día los obstáculos externos bien pueden sintetizarse en la expresión «tutores»: aquellas instancias o personas que «toman sobre sí la tarea de superintendencia»; que no promueven nuestra plena emancipación; que debilitan nuestra confianza en nosotros mismos y en nuestro criterio; que exageran y dramatizan los errores que conlleva seguir el propio camino; que nos intimidan de forma obvia o sutil cuando nos apartamos de sus directrices. Pero para que estos se puedan dar, se requiere de la connivencia de ciertas actitudes interiores.

Por familiar que sea para cada uno la voz del espíritu, el mayor mérito que concedemos a Moisés, Platón, y Milton, es que reducen a nada libros y tradiciones, y no dicen lo que otros hombres pensaron, sino lo que han pensado ellos. (R. W. EMERSON)

«Lo que hemos obtenido libremente por nosotros mismos está mejor fundado y es más duradero que lo que hemos desarrollado bajo presión.» Etty HILLESUM

De la «minoría» a la «mayoría» de edad

La «minoría de edad», dependencia, inmadurez o no emancipación de la mente guiada por otro (tutor, guía espiritual), es producida por la falta de decisión y valor, no por falta de inteligencia. El término contrario «mayoría de edad» o emancipación se interpreta como la autonomía para utilizar la mente y razonar. Lo cual es imposible conseguir con dejadez o cobardía. El deber de pensar y no dejarse hipnotizar por cualquier tipo de guía o tutor, por el mundo mediático, virtual, etc.…, debe ejercitarse siempre.

El hombre debe buscar su autonomía, su autogobierno. Lo contrario del espíritu ilustrado era un “dejarse guiar por otros”. La realidad es que el hombre se encuentra más cómodo manteniendo su situación de minoría de edad, dejándose llevar por toda clase de “tutores” dispuestos a guiar a los demás.

Estos “guías o tutores” serán quienes estén interesados en impedir la ilustración de la gente, porque con ella habrán perdido el poder despótico que ejercen sobre los ignorantes. La ignorancia del pueblo es la mejor receta para poder ejercer un despotismo sobre él: los clérigos, los médicos y los abogados, los dirigentes políticos se aprovechan de la ignorancia de los hombres para ejercer su poder sobre ellos.

Obstáculos externos que impiden nuestra mayoría de edad: los tutores

«El ser humano que no piensa por sí mismo, no piensa en absoluto.» O. WILDE: El alma del hombre bajo el socialismo

Hoy en día también podemos reconocer algunos obstáculos externos que obstaculizan la emancipación de nosotros mismos, nuestra mayoría de edad: aquellas instancias o personas que «toman sobre sí la tarea de superintendencia»; que no promueven nuestra plena emancipación; que debilitan nuestra confianza en nosotros mismos y en nuestro criterio; que exageran y dramatizan los errores que conlleva seguir el propio camino; que nos intimidan de forma obvia o sutil cuando nos apartamos de sus directrices. Recordemos algunos:

La instrucción religiosa recibida. Frente a la genuina educación espiritual, la que favorece el cultivo de la sensibilidad hacia lo profundo tal como se manifiesta en nuestra propia interioridad, cierta instrucción religiosa ha promovido, con demasiada frecuencia, actitudes y consignas que van en dirección opuesta a la que define nuestra mayoría de edad. Hay quienes se erigen en mediadores entre nosotros y lo divino, quienes afirman conocer cuál es la voluntad de Dios para nosotros. La renuncia al ejercicio del propio discernimiento en el ámbito más íntimo, el de la vida espiritual, propicia que también se incurra en esa abdicación en otras esferas de la vida.

La ciencia y los ámbitos de investigación y de práctica científicas. No solo los dogmas religiosos han frenado históricamente los avances de la ciencia. Si bien los espacios de investigación científica tienen como lema la plena libertad del pensamiento, también los dogmas científicos han obstaculizado ese progreso.

Los científicos-tutores son aquellos que se instalan en dogmas científicos indiscutibles adoptando en su defensa las mismas actitudes que los proselitistas más sectarios.

El médico de la mente-tutor. Todo lo dicho es extensible al marco de cualquier relación de ayuda establecida entre adultos, como, por ejemplo, las psicoterapias o las terapias psiquiátricas. Si bien estas relaciones de ayuda están directamente comprometidas con la superación de la minoría de edad del pensamiento, el tutelaje en estos ámbitos se manifiesta en las actitudes paternalistas de aquellos terapeutas que creen conocer mejor que sus pacientes lo que estos últimos necesitan. Entre adultos, es inadecuado que alguien se someta ciegamente al criterio de otro en los asuntos que más le conciernen.

La universidad. La plena autonomía de la universidad frente a los poderes religioso y político -que frenaron en ella en el pasado los avances científicos y culturales- es una conquista históricamente reciente. Ahora bien, esta autonomía está lejos de ser plena. Es frágil, requiere una conquista permanente, pues el alto grado de honestidad, independencia y libertad que precisa la mayoría de edad del pensamiento es poco habitual, no está demasiado extendida.

Los partidos políticos. Hoy ya no se lleva la democracia directa, sino la representativa. Los ciudadanos ya no expresan de forma directa su voluntad con respecto a los asuntos públicos, se limitan a elegir a sus representantes. Los representantes, una vez elegidos, quedan sujetos a la disciplina de partido, y las decisiones que se adoptan en los parlamentos suelen estar previamente diseñadas por los propios partidos. Los actores reales de la vida política son, en consecuencia, los partidos. Los partidos políticos, con el fin de crecer de forma ilimitada, presionan abierta o sutilmente el pensamiento de los ciudadanos a través de la propaganda y de la persuasión. La propaganda no invita a discernir libre y serenamente en torno al bien común y la justicia. Los partidos políticos actúan como «tutores» cuando sobre sus miembros ejercen un férreo control ideológico.

No solo encontramos obstáculos externos en la tarea de pensar por nosotros mismos; más importantes aún son los obstáculos internos, pues los primeros, para ser eficaces, requieren de la connivencia de ciertas actitudes interiores. Describiremos algunos de estos obstáculos internos:

La conciencia de nuestra pequeñez, de nuestra insuficiencia, de nuestra confusión. Cabría objetar que no son únicamente los tutores quienes nos dan razones para no confiar en nosotros mismos. Si miramos en nuestro interior, no encontramos motivos sólidos para confiar: hallamos pensamientos mediocres, emociones que nos ofuscan, impulsos contradictorios, confusión, dudas… Nuestra propia experiencia directa no parece invitar a la autoconfianza. La base de la confianza señalada es el reconocimiento en nosotros de una dimensión suprapersonal que constituye una fuente de asesoramiento interno. Se nos invitaba a descansar en nosotros mismos, pero no en nuestra mera particularidad, sino en esa instancia íntima suprapersonal (aunque fundamento de la persona), la única merecedora de nuestra incondicional adhesión y confianza.

La conciencia de que  hay quienes saben más que nosotros. Otro obstáculo interior en la tarea de pensar por nosotros mismos es el que justifica la falta de autoconfianza (la que nos conduce a asumir ideas de otros, sin molestarnos en alcanzar las propias) en el hecho de que hay quienes saben más, quienes tienen más conocimientos, quienes en el camino que conduce a establecerse en la genuina fuente del asesoramiento interno están por delante de nosotros.

Se nos invita a que encontremos inspiración en esos referentes, no a que estos nos suplan o a proveernos de pensamientos de segunda mano. Si bien no hay más autoridad que la que proporciona la propia evidencia y experiencia, a veces es preciso alcanzar esta última tomando a esos referentes como faros que pueden contribuir a iluminar nuestro camino.

La pereza, la comodidad, la cobardía. Otro obstáculo interior en el logro de la plena mayoría de edad del pensamiento es el apego a las aparentes ventajas secundarias que obtenemos de no pensar por nosotros mismos. También la pereza y la comodidad pueden ser un obstáculo para pensar por nosotros mismos; pues pensar por uno mismo implica romper inercias y abandonar seguridades. Asumir ideas de otros nos evita el esfuerzo y el desafío que conlleva pensar de manera independiente.

El miedo a la soledad y al rechazo. Todos intuimos que, si caminamos por nosotros mismos y descansamos en nuestro criterio, no siempre seremos comprendidos y aceptados. No hay libertad, crecimiento y avance en nuestro proceso de singularización si no abandonamos la necesidad de ser aprobados y comprendidos. Si tenemos el coraje de diferenciarnos y de avanzar solos, crecerá nuestro respeto hacia nosotros mismos. Solo de este modo superamos los sentimientos de desvalorización propia que nos hacen necesitar ser conformistas asumiendo las opiniones de otros.

El ciudadano mayor de edad

El ciudadano mayor de edad habla siempre en nombre propio, en un clima de plena libertad, nunca bajo etiquetas uniformadoras. Aunque se posicione políticamente, no incurre en la mirada dualista, mantiene una mirada amplia e integradora. Reconoce puntos de confluencia y  sabe que los posicionamientos apriorísticos y rígidos impiden esta flexibilidad. No tiene, por tanto, una mirada ideologizada; no incurre en el maniqueísmo. Sabe que la única divergencia real es la existente entre el nivel de conciencia que es sensible al bien común y lo promueve, y el que se orienta al mero interés propio. Es consciente de que estos niveles de conciencia están presentes en todos los ámbitos humanos y sociales sin excepción. Allí donde haya alguna forma de injusticia u opresión, la denuncia y la rebate. No alimenta el rencor, el odio, la división ni la separatividad. Podríamos seguir enumerando otras formas de tutelaje presentes en los distintos ámbitos humanos, pero no pretendemos ser exhaustivos, sino solo ilustrar, con algunos ejemplos, la naturaleza de las dinámicas que, desde distintas instancias, obstaculizan nuestra mayoría de edad. Así nos advierte B. Russell sobre los enemigos de que la gente alcance su mayoría de edad en el pensamiento:

Es mejor que los individuos sean estúpidos, amorfos y tiránicos, antes de que sus pensamientos sean libres. Puesto que si sus pensamientos fueran libres, seguramente no pensarían como nosotros. Y este desastre debe evitarse a toda costa. Así arguyen los enemigos del pensamiento en las profundidades inconscientes de sus almas. Y así actúan en las iglesias, escuelas y universidades.» BERTRAND RUSSELL en Principios de reconstrucción social .

Fuente: M. CAVALLÉ: El arte de ser

Ver también:

En pos de la mayoría de edad y la plena emancipación de uno mismo

Sección: ADULTS DE QUALITAT


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