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Relaciones de ayuda: posibilidades de contribuir al desarrollo humano de una persona estableciendo auténticas relaciones interpersonales

Hacia el encuentro con uno mismo a través de una relación interpersonal auténtica (y II)

La mejora de una persona es inconcebible sin el suelo nutricio de un entorno social humanamente enriquecedor.

Es la calidad de las relaciones «interpersonales» lo que da un mayor sentido a la vida.

Unas relaciones personales auténticas pueden contribuir a que la otra persona encuentre exitosamente su propia autenticidad.

Entrar dentro de nosotros mismos para conocernos mejor, encontrarnos a nosotros mismos para vivir unificados y abandonar la dispersión y la disgregación que nos llevan a la enajenación, a dejar de ser nosotros mismos, adoptando un rol ajeno a nuestro yo más auténtico, a pretender ser ante los demás y a veces ante nosotros mismos lo que no somos, algo que no se corresponde con lo que realmente somos y nos sentimos. Es la "máscara" tras la que nos escondemos y con la que solemos camuflar nuestra verdadera personalidad. Una realidad bien palpable: somos vulnerables y estamos necesitados. No podemos valernos sólo por nosotros mismos. En el camino hacia la autenticidad y la madurez personal llegamos a un punto en el que tomanos consciencia de que necesitamos ayuda, de que necesitamos pedir ayuda, de alguien en quien estamos dispuestos a depositar nuestra confianza porque creemos en él y porque pensamos que tal vez pueda ayudarnos... De vez en cuando necesitamos que nos echen una mano, una palabra, un pequeño gesto de simpatía, una sonrisa, un pequeño guiño... De los demás necesitamos: amistad, apoyo, afecto, amor... Hay personas con una gran capacidad de resiliencia, otras precisan del apoyo y la ayuda necesaria para despegar... La mejora de una persona es inconcebible sin el suelo nutricio de un entorno social humanamente enriquecedor. Es la calidad de las relaciones «interpersonales» lo que da un mayor sentido a la vida. Unas relaciones personales auténticas pueden contribuir a que la persona a la que acompañamos encuentre exitosamente su propia autenticidad.

Por C. ROGERS, (1902-1987), psicólogo estadounidense.
Iniciador junto a Abraham Maslow del enfoque humanista en psicología.

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La motivación para el cambio

Las relaciones interpersonales desempeñan un papel clave en el desarrollo de una persona. Existe una relación estrecha entre relaciones interpersonales y desarrollo de la personalidad. La personalidad de cada uno se empieza a establecer en la infancia y tiende a mantenerse y perpetuarse a lo largo del ciclo vital. Nuestra personalidad se forja en interacción con otras personas, en las relaciones personales...

(...) Ya me he referido a la relación. La segunda frase de mi hipótesis general decía que el individuo descubrirá en sí mismo la capacidad de utilizar esta relación para su propio desarrollo. Intentaré explicar el significado que esta frase tiene para mí. Mi experiencia me ha obligado a admitir que el individuo posee en sí la capacidad y la tendencia -en algunos casos, latente- de avanzar en la dirección de su propia madurez. En un ambiente psicológico adecuado, esta tendencia puede expresarse libremente, y deja de ser una potencialidad para convertirse en algo real. Esta tendencia se pone de manifiesto en la capacidad del individuo para comprender aquellos aspectos de su vida y de sí mismo que le provocan dolor o insatisfacción; tal comprensión se extiende más allá de su conocimiento consciente de sí mismo, para alcanzar aquellas experiencias que han quedado ocultas a causa de su naturaleza amenazadora. También se expresa en su tendencia a reorganizar su personalidad y su relación con la vida de acuerdo con patrones considerados más maduros. Cualquiera que sea el nombre que le asignemos -tendencia al crecimiento, impulso hacia la autorrealización o tendencia direccional progresiva- ella constituye el móvil de la vida y representa, en última instancia, el factor clave del que depende toda psicoterapia. No es sino el impulso que se manifiesta en toda vida orgánica y humana -de expansión, extensión, autonomía, desarrollo, maduración-, la tendencia a expresar y actualizar todas las capacidades del organismo, en la medida en que tal actualización aumenta el valor del organismo o del sí mismo. Esta tendencia puede hallarse encubierta por múltiples defensas psicológica sólidamente sedimentadas. Puede permanecer oculta bajo elaboradas fachadas que nieguen su existencia; sin embargo, opino que existe en todos los individuos y sólo espera las condiciones adecuadas para liberarse y expresarse.

Los resultados

He intentado describir la relación que constituye la base de toda modificación constructiva de la personalidad; de señalar el tipo particular de capacidad que el individuo aporta a esa relación. La tercera frase de mi enunciado general sostiene que en las condiciones mencionadas se producirán el cambio y el desarrollo personal. Según mis hipótesis, en una relación como la que hemos descripto, el individuo reorganizará su personalidad, tanto en el nivel consciente como en los estratos más profundos; de esa manera, se hallará en condiciones de encarar la vida de modo más constructivo, más inteligente y más sociable a la vez que más satisfactorio.

Hoy sabemos que los individuos que viven relaciones como la que acabamos de describir, aunque no sea sino durante períodos relativamente limitados, acusan modificaciones profundas y significativas de su personalidad, actitudes y conducta.

En este tipo de relaciones el individuo se convierte en una persona más integrada y eficiente; muestra menos características de las generalmente consideradas neuróticas o psicóticas, y más rasgos de la persona sana que funciona de manera normal. Cambia su autopercepción y se torna más realista en su modo de conceptuarse a sí mismo. Comienza a parecerse a la persona que querría ser y se valora más; se tiene más confianza y adquiere mayor capacidad de adoptar sus propias decisiones. Alcanza una mejor comprensión de sí mismo, llega a ser más abierto a su experiencia, con lo cual disminuye su tendencia a negar o reprimir algunos aspectos de ésta y comienza a aceptar mejor sus actitudes hacia los otros, pues advierte las semejanzas que existen entre él y los demás.

Su conducta acusa modificaciones similares: disminuye la frustración provocada por el stress, y se recupera más fácilmente de éste; sus amigos comienzan a advertir que su conducta diaria es más madura, y se torna menos defensivo, más adaptado y más capaz de enfrentar situaciones nuevas con actitudes originales.

Estos son algunos de los cambios que se operan en los individuos que han realizado una serie de entrevistas de asesoramiento en las que la atmósfera psicológica se aproxima a la relación que he descripto. No cabe dudar de la eficacia de este tipo de relación para producir cambios en la personalidad.

Una hipótesis amplia sobre las relaciones humanas

Lo más interesante en estos hallazgos es que ellos justifican una hipótesis aún más amplia, que abarca todas las relaciones humanas. La relación terapéutica es sólo un tipo de relación personal, y que la misma ley gobierna todas las relaciones de esta clase. Por consiguiente, sería razonable pensar que, si el padre crea, en relación con su hijo, un clima psicológico tal como el que hemos destrito, el hijo será más emprendedor, socializado y maduro. En la medida en que el docente establezca con sus alumnos una relación de esta naturaleza, cada uno de ellos se convertirá en un estudiante con mayor capacidad de iniciativa, más original y autodisciplinado, menos ansioso, y disminuirá su tendencia a ser dirigido por los otros. Si el líder administrativo, militar o industrial es capaz de crear ese clima en el seno de su organización, su personal se tornará más responsable y creativo, más capaz de adaptarse a las situaciones nuevas y más solidario. Estamos asistiendo a la emergencia de un nuevo ámbito de relaciones humanas, en el que podemos afirmar que, en presencia de ciertas actitudes básicas, se producirán determinados cambios.

Conclusión

Permítaseme concluir este capítulo con una referencia de carácter personal. He intentado compartir con el lector parte de lo que he aprendido en mi actividad profesional al tratar de ser útil a individuos atribulados, insatisfechos e inadaptados. He formulado una hipótesis que poco a poco ha llegado a adquirir significación para mí, no sólo en mi relación con los clientes, sino en todas mis relaciones humanas. A continuación, intentaré resumir las condiciones implícitas en esa hipótesis general y los resultados que permite lograr la relación descripta:
Si puedo crear una relación que, de mi parte, se caracterice por:

  • una autenticidad y transparencia y en la cual pueda yo vivir mis verdaderos sentimientos;
  • una cálida aceptación y valoración de la otra persona como individuo diferente,
  • y una sensible capacidad de ver a mi cliente y su mundo tal como él lo ve:

Entonces, el otro individuo

  • experimentará y comprenderá aspectos de sí mismo anteriormente reprimidos;
  • logrará cada vez mayor integración personal y será más capaz de funcionar con eficacia;
  • se parecerá cada vez más a la persona que querría ser; se volverá más personal, más original y expresivo;
  • será más emprendedor y se tendrá más confianza;
  • se tornará más comprensivo y
  • podrá aceptar mejor a los demás, y
  • podrá enfrentar los problemas de la vida de una manera más fácil y adecuada.

Pienso que cuanto acabo de decir es válido tanto en lo que respecta a mi relación con un cliente, con un grupo de estudiantes o miembros de una organización, como con mi familia y mis hijos… ofrece posibilidades promisorias para el desarrollo de personas creativas, adaptadas y autónomas.

Fuente: C. ROGERS: El proceso de convertirse en persona. Cap2: Algunas hipótesis acerca de la posibilidad de facilitar el desarrollo personal

Ver tanbién:

Hacia unas relaciones personales más saludables, veraces y auténticas (I)

sección:  LES RELACIONS HUMANES


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