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Enseñar la «condición humana»

¿Cuál es nuestra gran tarea como individuos pertenecientes a la especie humana?

El campo de los aprendizajes auténticamente relevantes y transcendentales para la vida y para el desarrollo pleno de las personas está todavía sin explorar lo suficiente.

Frente a los aprendizajes utilitarios propios de un escenario de orientación utilitarista y mercantilista se encuentran los aprendizajes esencialmente vitales, humanamente verdaderamente progresistas.

Enseñar y aprender “nuestra propia condición”. Frente a los aprendizajes meramente utilitarios propios de un escenario de orientación mercantilista se encuentran los aprendizajes esencialmente vitales, humanamente verdaderamente progresistas. ¿0 es que éstos debemos relegarlos y dejarlos al margen de toda enseñanza o aprendizaje? Sin duda, una cuestión debería situarse en el centro de todo proceso educativo y constituir una de sus principales preocupaciones: la enseñanza de la condición humana. Enseñar y aprender “nuestra propia condición”, nuestra propia situación como seres humanos debería constituir uno de los ejes vertebradores de toda buena educación.

El gran reto a afrontar por todo ser humano a lo largo de su existencia consiste en encontrar y dar sentido a la propia vida. ¿Qué mayor aprendizaje le cabe realizar a cualquier ser humano sino la comprensión de sí mismo y de su papel en el mundo? Ésa debería constituir la gran tarea de todo individuo. Son cuestiones que resultan de vital importancia para todo ser humano. De ello depende en  mayor o menor medida el “éxito” en la principal tarea de toda existencia: encontrar y dar sentido a la propia vida, condición imprescindible para una vida cualitativamente plena. La comprensión de nuestra propia condición como seres humanos, de nuestra propia situación ante nosotros mismos y ante la realidad; la búsqueda, el desvelamiento del sentido y significado de esa realidad  deberían vertebrar cualquier Educación y cualquier Enseñanza cualitativamente relevantes.

¿Cómo estamos contribuyendo desde el mundo educativo a tan vital enseñanza  y tan fundamental y capital aprendizaje en la vida de todo ser humano? Siempre pero especialmente en nuestros días existe la imprescindible e indelegable necesidad de aprender a vivir de forma autónoma, sin necesidad de que nadie nos lo prescriba en forma de recetas académicas o de inculcación ideológica.

Pero es imposible enseñar nada de nuestra condición si no estamos profundamente implicados en su aprendizaje. Este tipo de aprendizajes son irrealizables si cada uno de los implicados no llega a comprender la importancia personal que tal tarea conlleva  y se compromete personalmente en su aprendizaje. Su enseñanza y aprendizaje debería aparecer como  algo capital y básico en toda verdadera Educación digna de tal nombre. Enseñar la condición humana es por tanto un proceso de autoaprendizaje, de compromiso y de experiencias personales con todo aquello que forma parte de nuestra compleja y contradictoria naturaleza. Pero para hacerlo posible se necesita poner en el centro de las preocupaciones educativas este tipo de asuntos, buenos guías que por el momento escasean y un clima educativo colectivo que propicie este tipo de enseñanzas-aprendizajes.

El campo de los aprendizajes auténticamente transcendentes para la vida y para el desarrollo pleno de nuestra humanidad está todavía sin explorar lo suficiente.
Para ello será necesario incorporar no sólo a cualquier persona que nos muestra con su conducta el sentido de su vida, sino también a la Naturaleza entera de la que formamos parte.

¿La Educación realmente al servicio de qué finalidades está?¿Intenta ponerse al servicio del desarrollo integral de las personas o simplemente se convierte en un mecanismo e instrumento de “acomodación y adaptación” a la sociedad? ¿Cuáles son los aprendizajes vitalmente relevantes para desarrollar y llevar a término una existencia auténticamente plena?

¿La tarea educativa no andará descaminada, algo desenfocada y descarriada, entre nosotros? ¿Dónde pone ésta el acento, el foco de su atención, dónde sitúa ésta su principal preocupación? ¿Cuáles son los “intereses” y las prioridades de los sistemas educativos oficialmente establecidos, altamente formalizados y burocratizados?¿Qué persiguen éstos?¿Coinciden sus intereses con las verdaderas, aunque a menudo “veladas” e “inconscientes”, necesidades educativas de las personas no solo para crear eficientes y productivos “currantes”, sino en la perspectiva de su sano, amplio y pleno desarrollo, en línea con un completo e integral desarrollo como seres humanos?

Educación, formación, instrucción, enseñanza, aprendizaje, estudios y currículos, cursos y cursillos, másters, grados y postgrados, conferencias, charlas, debates, tertulies, educación formal e informal, formación continua, autoformación, actividades formativas, lúdicas, recreativas, salidas, visitas, viajes e intercambios culturales, ... Y TODO ESO, PARA QUÉ?

Qué nos han aportado nuestros estudios y certificaciones al conocimiento de nosotros mismos y nuestras vinculaciones y conexiones con la sociedad y la naturaleza? ¿No será que el conocimiento adquirido y construido se ha quedado hipertrofiado y nada nuevo somos capaces ya de generar? (J. M. BATALLOSO )

La gran tarea como especie es completar nuestra hominización en humanización.

¿La Educación oficialmente establecida realmente al servicio de qué finalidades está?

Frente a los aprendizajes utilitarios se encuentran los aprendizajes vitales, humanamente verdaderamente progresistas.

Los sistemas educativos, a menudo, en vez de ayudarnos a una cada vez mayor integración personal, nos van enajenando de nuestro natural e interminable proceso de hominización-humanización.

En la especie humana el proceso de “hominización” no se llega a culminar plenamente si no va paralelamente acompañado de un progresivo proceso de “humanización”.

En la trayectoria personal de cada individuo estos son realmente los aprendizajes que de verdad pueden llegar a ser verdaderamente significativos y fecundos.

Por Juan Miguel Batalloso Navas

La fragmentación de los problemas impide su diagnóstico y solución

A estas alturas del siglo XXI es hora ya de hacer frente a tanto discurso de reforma e innovación educativas, que bajo su apariencia de neutralidad y realismo económico estimulador de productividad y competitividad, o bajo un supuesto fondo ético de una mal llamada e incoherente "educación en valores", nos va enajenando de nuestro natural e interminable proceso de hominización-humanización .

«..La importancia de la hominización es capital para la educación de la condición humana porque ella nos muestra como animalidad y humanidad constituyen juntas nuestra humana condición (…) La hominización desemboca en un nuevo comienzo. El homínido se humaniza. Desde allí, el concepto de hombre tiene un doble principio: un principio biofísico y uno psicosociocultural, ambos principios se remiten el uno al otro (…) Los individuos permanecen integrados en el desarrollo mutuo de los términos de la triada «individuo», «sociedad», «especie». No tenemos las llaves que abran las puertas de un futuro mejor. No conocemos un camino trazado. “El camino se hace al andar” (Antonio Machado). Pero podemos emprender nuestras finalidades: la continuación de la hominización en humanización, vía de ascenso a la ciudadanía terrestre…» (MORIN, E.; 1999).

Y son precisamente estos discursos que naturalizan y legitiman separaciones y dualidades (teoría-práctica, medios-fines, enseñanza-aprendizaje, profesor-alumno, razón-emoción, pensante-ejecutante, dirigentes-dirigidos, crecimiento-desarrollo…) los que al compartimentar y fragmentar los saberes legitimando las disyunciones, simplificaciones y exclusiones, no sólo promueven errores, ilusiones y cegueras del conocimiento (MORIN, E.; 1999), sino que obstaculizan e impiden tanto el diagnóstico de los problemas, como su solución.

Si los problemas más importantes de la vida, de la humanidad, del planeta y de las personas como sujetos individuales y colectivos, son siempre globales, contextuales y relacionales, necesariamente tendremos que buscar y encontrar estrategias, procedimientos, métodos y acciones que nos permitan contextualizar, relacionar, vincular, conectar y religar saberes, conocimientos y disciplinas. Y es a la educación y especialmente a todas sus instituciones formales e informales, privadas o públicas, presenciales o virtuales, a las que corresponde asumir la responsabilidad de construir una «ecología de los saberes»  tomando como fin y como medio el aprendizaje y la enseñanza de la condición humana, ya que de lo contrario, difícilmente podremos poner de manifiesto en lo cotidiano y en lo concreto que otro mundo es realmente necesario y posible.

«…La ecología de los saberes se refiere a la existencia de conocimientos plurales, a la importancia del diálogo entre saber científico y humanístico, entre el saber académico y el saber popular proveniente de otras culturas y a la necesidad de confrontar el conocimiento científico con otros tipos de conocimientos de la humanidad. Mas, para ello, necesitamos de un pensamiento complejo ecologizante capaz de religar estos saberes diferentes tanto como las diferentes dimensiones de la vida...» (MORAES, Maria C.; 2008: 22).

Enseñar la condición humana requiere autoaprendizaje, compromiso y experiencias vitales

No se trata pues, de volver por las viejas sendas del pensamiento disciplinar, curricular y organizativo que alimenta nuestra mentalidad escolar, como tampoco de creer que hemos de inventar un nuevo precepto enseñando a los demás a vivir como si los profesionales especializados en educación o los funcionarios docentes fuesen realmente sabios en esta materia. De lo que se trata más bien, es de saber combinar complejamente las necesidades y problemas materiales de existencia de nuestros contextos locales y globales, junto a la imprescindible e indelegable tarea de aprender a vivir de forma autónoma sin necesidad de que nadie nos lo prescriba en forma de recetas académicas o de inculcación ideológica.

¿Realmente es posible enseñar la condición humana a partir de una mente escolarizada y curricularizada que únicamente ve disciplinas, exámenes y acreditaciones en todos los lugares? ¿Cómo habilitar contenidos, espacios, tiempos, recursos y condiciones para una enseñanza tan básica y fundamental para nuestra vida? ¿Podremos enseñarla en el marco de la relación profesor-alumno o habrá que comprender y asumir radicalmente aquel siempre nuevo principio que Paulo Freire nos legó de que nadie realmente educa a nadie y que todos nos educamos en comunión? ¿Y qué significa esto en términos concretos? ¿Habrá que romper los estrechos, formales y reglamentados límites de las escuelas para que sea la sociedad entera la que asuma la responsabilidad de educar?

Tal vez nuestros discursos y declaraciones nos hacen tan prepotentes, que a menudo olvidamos que en lo más sencillo, en lo más humilde e insignificante puede siempre brillar la luz del más valioso y fructífero de los aprendizajes. Y no se trata aquí de simplificar o de reducir a recetas didácticas o a medidas curriculares todo lo que pensamos como deseable, sino más bien de comprender que el campo de los aprendizajes auténticamente transcendentes para la vida y para el desarrollo pleno de nuestra humanidad está todavía sin explorar lo suficiente. Es necesario pues incorporar como educadoras y educadores, no sólo a cualquier persona que nos muestra con su conducta el sentido de su vida, sino también a la Naturaleza entera de la que formamos parte.

Visto así, queda claro al menos, que es imposible enseñar la condición humana en el sentido escolarizado y burocrático al que estamos acostumbrados y queda claro también la absoluta imposibilidad de enseñar nada de nuestra condición si no estamos profundamente implicados en su aprendizaje. Enseñar la condición humana es por tanto, no un proceso de transmisión, ni de ejercicio de conductas testimoniales siquiera, sino más bien un proceso de autoaprendizaje, de compromiso y de experiencias vitales con todo aquello que forma parte de nuestra compleja y contradictoria naturaleza. De aquí por ejemplo, que no podamos entender dicha enseñanza-aprendizaje sin el reconocimiento del otro como legítimo otro, sin la aparición y el desarrollo de procesos afectivos y amorosos que son al mismo tiempo dialógicos, interactivos y auto-eco-organizadores.

Extracto del artículo "Educación y condición humana" de Juan Miguel Batalloso Navas, los interesados en la lectura completa pueden bajarse el PDF al pié del artículo.

Educación y condición humana.pdf

Ver también: La condición humana actual

Fuente: http://www.tendencias21.net/


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