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Los modernos «sofistas»

Embelesan con las palabras y emponzoñan el discurso utilizando «sofismas», es decir, razonamientos falsos elaborados con la intención de persuadir o engañar. Defendámonos, pues, de la fascinación de los «nuevos sofistas».

La construcción de Europa requiere de grupos parlamentarios técnicamente bien pertrechados y solventes, pero más aún de equipos humanos nobles, cabales, honestos e íntegros. ¿Pueden contribuir a ello los nuevos «sofistas»?

En contraste con esos personajillos, perfil del buen dirigente.

¿Vuelven? No. No es que hayan vuelto, es que no se han ido. No son personajes periclitados de la prehistoria. Bajo distintos ropajes, siempre han existido. Son actores de nuestro tiempo. Estaban, están ahí. A veces los podemos percibir a nuestro alrededor, en los medios de comunicación, en los periódicos o en la radio. Pertenecen a ámbitos diversos, pero destacan especialmente en el mundo de la política. Más bien nos los encontramos en el abonado campo de la izquierda. Copan el interés de los medios, como si de personajillos famosos se tratara. A menudo sus ocurrencias ocupan las primeras páginas de los periódicos, sus sentencias y soflamas aparecen como fulminantes ráfagas en los telediarios. Se muestran dóciles y cercanos, persuasivos, como lobos con piel de cordero. Pretenden llamar nuestra atención, embelesarnos, persuadirnos, embaucarnos.

Son artífices de la palabra, pero su pose tiene mucho de artificio. Su discurso suele ser locuaz, aunque a menudo instalado en trasnochados lugares comunes, vacuo de verdadero contenido. Charlatanes empedernidos, van a la caza del voto cautivo. Para ello estarían dispuestos a aliarse hasta con el diablo si fuera preciso. A menudo cargan con un argumentario de sus aparatos que personalmente les sobrepasa, pero es lo que hay, es lo que toca, es lo que en aquel momento hay que proclamar; cosa distinta es si en sus vidas lo asumen personalmente como fiel compromiso diario. ¿Tras ello, podemos preguntarnos: ¿tienen credibilidad o es mero pose, apariencia, engaño, puro simulacro?

¿Creen en lo que dicen o más bien dicen tan solo lo que piensan porque así les conviene, aunque no se lo crean? Voceros del humo y la bruma, como lluvia fina pretenden inocular sus mensajes en el a menudo alienado inconsciente colectivo. Emiten, pero no comunican. Lanzan sus proclamas, mas sus soflamas no prenden como las llamas. Muchos de los receptores están ya sagazmente prevenidos. Tan sólo sus destinatarios perciben lo que desean oír. Con razonaminetos sólo verdaderos en apariencia intentan persuadirnos. Su escasa credibilidad es heredera de su exigua autenticidad. Son los nuevos y modernos «sofistas».

Los antiguos sofistas

En la antigua Grecia hubo un grupo de intelectuales llamados «sofistas», sabios de profesión quienes utilizando razonamientos falsos intentaban engañar. Una especie de charlatanes y embaucadores, quienes a través de la utilización de sus dotes de retórica y de dialéctica lograron tener gran influencia en la sociedad griega la época. Intentaban convencer utilizando argumentos sutiles y capciosos, solo verdaderos en apariencia, y recurriendo al arte de la retórica y la persuasión. A diferencia de los «filósofos», su finalidad no era tanto la búsqueda de la verdad, como ocurría con los filósofos, sino lograr un alto prestigio entre sus contemporáneos. Gracias a su preparación e influencia conseguían tener una gran reputación entre la ciudadanía. Lo conseguían utilizando todo tipo de argucias dialécticas: manipulando con argumentos peregrinos y hasta con tergiversaciones  y mentiras. Sus argucias dialécticas estaban basadas en “opiniones”, no importando si éstas eran verdaderas o absurdas y sin fundamento e intentaban utilizar todas las técnicas persuasivas para hacerse un lugar en la administración de la polis.

La primera exigencia que les era propia era el dominio de la palabra a fin de persuadir a otros y poder convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles. Con las palabras se puede envenenar y embelesar. Se trataba, pues, de adquirir el dominio de razonamientos engañosos. El arte de la persuasión no estaba al servicio de la verdad sino de los intereses del que habla.

No creían que el ser humano fuese capaz de llegar a conocer una verdad válida para todos. Cada quien tiene «su» verdad. Para los sofistas la verdad depende del sujeto, de la interpretación y visión de cada persona. El bien y el mal, lo verdadero y lo falso, dependen de la perspectiva personal con la que cada uno valora algún hecho o situación. Para ellos “Todo es relativo”, “el hombre es la medida de las cosas”, “la verdad no existe”, “existen sólo opiniones no verdades”, “cada individuo percibe el mundo a su modo y conveniencia”. Parecían instalados en el más puro relativismo. Se les criticó por su formalismo y sus trampas dialécticas, pretendiendo enseñar la virtud y a ser hombre, cuando nadie desde un saber puramente sectorial puede arrogarse tal derecho.

Los nuevos sofistas

En nuestros días podemos encontrar individuos que nos recuerdan a esos célebres personajes griegos en los más diversos ámbitos de nuestra vida colectiva.

Muchos son hoy sus acólitos seguidores, por ejemplo en el mundo de la política, los cuales, al modo de los antiguos sofistas,  intentan convertirse en pequeños líderes atrayéndose la opinión pública a través, por ejemplo, de la manipulación del lenguaje o intentando convencernos con argumentaciones, tergiversaciones o razonamientos en ocasiones no del todo veraces, incluso falaces. Estos individuos a menudo recurren  más al sentimentalismo que  a razonamientos coherentes y no siempre concordes con  la verdad, sin importarles demasiado si en realidad contribuyen o no al bien general. Como los antiguos osfistas Intentaban convencer utilizando argumentos sutiles y capciosos, solo verdaderos en apariencia, y recurriendo al arte de la retórica y la persuasión. La manipulación del lenguaje es una técnica muy utilizada hoy por esos personajillos, intento de manipulación que hay que denunciar y desenmascarar. “Dad crédito a las obras, no a las palabras” afirmaba Don Quijote de la Mancha o el Nazareno “por sus obras los conoceréis”.

Bueno será, pues, estar atentos y no dejarnos embaucar fácilmente, y en toda circunstancia preguntarnos por aquello que en el fondo resulta verdaderamente esencial, más allá de las aparentes encendidas soflamas de los más modernos sofistas nacionales.

No ser conscientes de los recursos empleados hoy por esos nuevos sofistas de nuestra escena pública, a menudo revestidos con ropajes de servidores de lo público, cuando no de charlatanes y embaucadores de oficio que quieren vencerle sin convencerle, dominarle y someterle con razonamientos vacuos, tergiversando la realidad o sin darle apenas razón alguna, es como ir por la vida con los ojos cerrados, expuestos a todo tipo de engaños.

En campaña electoral

Nos acercamos a una nueva campaña electoral y tras ella a unas importantes elecciones europeas. En circunstancias normales sus “perlas” llegan machaconamente una y otra vez a nuestros oídos, pero en este períodod llegarán más intensamente si cabe. Nos encontramos ante unos comicios en los que cada país se juega mucho. Su importancia es crucial. Cuando algo es ratificado en la Unión Europea, cada gobierno no tiene más remedio que acatarlo. Las leyes que se aprueban en esta institución son de aplicación inmediata, para “adaptarlo a la normativa europea” independientemente de las leyes de cada país. Europa es un constructo a medio edificar. En estas elecciones nos jugamos mucho. Europa se encuentra en una encrucijada: ¿en qué dirección construir Europa? Eso está en manos de la fuerza representativa de cada uno de los eurogrupos. Proyecto de Europa, programa y credibilidad del equipo humano para llevarlo a cabo son variables a tener en cuenta. Algunos proyectos en lo económico pueden más o menos espantar, pero más aún, aunque menos perceptible, por su proyecto ideológico o social. En ello la dimensión humana de los equipos es un factor a destacar.

Se dice que existe una decadencia de valores éticos entre la población y en los líderes políticos, tanto en los que ocupan algún cargo público como en los de la oposición. La actividad pública, incluso en la Europa de los Estados y de los Mercados, pero menos aún en  la construcción de la Europa social no puede quedar al margen de las exigencias éticas. Hay proyectos ideológicos para Europa que resultan cuando menos preocupantes. En Europa se están librando batallas importantes en torno, por ejemplo, al modelo de sociedad y sus fundamentos.  Algunos pretenden construir Europa al margen de cualquier principio ético y al amparo del más puro relativismo. Existen unos principios morales objetivos que se fundamentan en la dignidad, la intangibilidad de la persona humana y en la salvaguarda de las exigencias éticas fundamentales para el bien común de la sociedad. No es sobrero pues preguntarse por la calidad ética de quienes se dedican a la actividad pública, entendida como servicio a la comunidad. Una dimensión de la actividad pública no siempre suficientemente resaltada; y claro luego pasa lo que pasa. Hay que volver a concebir la tarea del parlamentario como servidor del conjunto de la comunidad, y no tanto como maquinaria al servicio de intereses partidistas o particulares. A quien se presenta como candidato a representar al pueblo debería exigírsele una cierta valía humana en su función de representación, una cierta integridad y tensión moral, orientada al servicio del bien común y no al autoservicio propio.

¿Sería posible la construcción de una sociedad sin líderes? Frente a la medianía de nuestros políticos y a la demagogia de algunos y ante  unas cercanas elecciones europeas se impone el retrato del buen político. Proyecto, programa, pero también otra dimensión: la coherencia y credibilidad de quien tiene que impulsarlo. La construcción de Europa requiere de grupos parlamentarios técnicamente bien pertrechados y solventes, pero más todavía de equipos humanos nobles, cabales, honestos, íntegros…  en definitiva formados por representantes que rezumen autenticidad y credibilidad. ¿Pueden contribuir a ello los nuevos «sofistas»? Por sus obras anteriores los conoceréis ¿Vamos a dejar en manos de según quien el futuro de Europa?

Perfil del buen dirigente

Por Fernando Bermúdez López. Tiempo de Hablar-Tiempo de Actuar

¿Es posible una sociedad sin líderes? El ideal de sociedad sería aquella en la que no fuera necesario ningún líder porque cada quien asume su responsabilidad, su liderazgo, al servicio del bien común. Pero la humanidad no está madura para este ideal de sociedad. Es por eso que la realidad demanda que entre la sociedad civil organizada surjan hombres y mujeres que asuman un liderazgo. Ahora bien, este liderazgo debe ajustarse a la ética social, de manera que el líder «mande obedeciendo al pueblo». Lo que equivale a decir que el protagonista de los destinos de una sociedad es el pueblo organizado. De ahí la necesidad del empoderamiento individual y colectivo mediante el desarrollo de la sociedad civil organizada. En una democracia participativa todos somos líderes y corresponsables.

En España siento que hay una crisis de liderazgo, tanto en el pueblo como en los políticos. Somos muy dados a criticar al oponente, pero sin ofrecer propuestas serias. Es bueno y necesario ser críticos con el poder establecido, sea del color que fuere. Ser críticos no significa oponerse a los planes de los gobernantes para desacreditarlos, sino apoyarlos en todo lo que beneficie al pueblo, pero al mismo tiempo cuestionando los errores que cometan para que cambien de rumbo. A esto le llamamos «crítica constructiva», cosa que echamos de menos en la oposición española actual, que sólo ataca sin ofrecer propuestas que favorezcan al pueblo.

Dejando por sentado que el liderazgo pertenece a toda la comunidad, vamos a dibujar el perfil de un buen líder, sea gobernante o de la oposición, desde la perspectiva de la ética. Describimos el ideal de líder político. Éste debe ser una persona:

  • Profundamente humana y humanista
  • Honesta, sincera y coherente consigo misma y con los demás.
  • Responsable, generosa y con espíritu de sacrificio, que no hace las cosas por obligación sino por convencimiento.
  • Que tenga credibilidad e infunda confianza en el pueblo.
  • Que tenga conciencia y sensibilidad social.
  • Que sea crítica de la realidad local, nacional e internacional.
  • Que no sea dogmática. Firme en sus convicciones político-sociales, pero tolerante y abierta al diálogo.
  • Autocrítica y con capacidad de corregir actitudes, líneas de pensamiento y prácticas políticas.
  • Que tenga sensibilidad ante el sufrimiento de la gente.
  • Que tenga espíritu solidario con los de cerca y más allá de las fronteras.
  • Que sea una persona con espíritu internacionalista, abierta a todos los pueblos y culturas.
  • Que sea una persona respetuosa con todos, incluso con los que no piensan como ella.
  • Con valores éticos y morales bien arraigados, libre de intereses personales, grupales o partidistas.
  • Que mande escuchando al pueblo y a sus bases sociales organizadas.
  • Disponible para servir y dedicar lo mejor de sí al servicio de su pueblo.
  • Coherente entre lo que dice, vive y hace. Y que su ideología esté en armonía con sus actitudes y práctica.
  • Que sea democrática y respetuosa con las decisiones de la comunidad.
  • Amante de la verdad y de lo que es justo.
  • Que no sea oportunista y manipuladora, y que tampoco se deje manipular por otros.
  • Que no busque protagonismos ni personalismos.
  • Que priorice el bien de la nación por encima de intereses de su organización o partido.
  • Que busque siempre el bien común con una opción preferencial por los más pobres y excluidos.
  • Que tenga capacidad de perdonar y que sea agente de reconciliación
  • Que ante la realidad local, nacional e internacional tome una clara y firme opción por el proyecto de vida del pueblo frente al proyecto de muerte de la oligarquía y del imperio.
  • Que sea una persona amante del estudio y del análisis socio-económico, político, cultural y ambiental.
  • Que sea respetuosa y defensora de los derechos humanos, socioeconómicos, políticos, culturales y ambientales.
  • Persona amante y defensora del medio ambiente.
  • Que sea profundamente respetuosa de las creencias de los demás.
  • Austera en su forma de vida personal, dado el contexto de crisis que se vive.
  • Persona madura y decidida para enfrentar los conflictos.
  • Que contagie ánimo y esperanza.

Ver también: Antiguos y nuevos sofistas


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