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13TV o la apertura necesaria

La mujer del César no sólo debe ser honrada; además debe parecerlo.

Intelectuales católicos catalanes, contra la deriva ideológica de la televisión de la CEE

La credibilidad en entredicho

La credibilidad no parece hoy que pase por su mejor momento. Visto lo que ocurre a nuestro alrededor en multitud de ámbitos, hoy aparece como un valor más bien escaso. Instituciones, organizaciones, fundaciones, entidades públicas y privadas e individuos particulares ayer honorables hoy están bajo sospecha.

Sin credibilidad no hay confianza y sin confianza el progreso social se hace mucho más difícil. La credibilidad resulta esencial para que se establezca una relación de confianza entre las partes. Así ocurre en las relaciones entre personas y también entre las instituciones y los ciudadanos, entre las iglesias y sus fieles.

La Iglesia católica no escapa a esta situación: también ella está inmersa en una crisis de credibilidad. Y por tanto es lógico que el ciudadano de a pie sienta un cierto recelo ante ella. Una institución será más o menos creíble no tanto por el mensaje que transmita sino por cómo su acción se adecúe a dicho mensaje, por cómo ella como institución y sus miembros encarnen y vivan el mensaje que predican. Y dentro de ella, en la parte institucional, aparece destacada y como más visible la jerarquía eclesiástica. Ello supone una gran responsabilidad ante sus seguidores y ante la sociedad en general: por su función específica y por ser la parte más visible, más expuesta al escaparate y a la observación de la opinión pública. Sus posicionamientos y pronunciamientos, sus actitudes, sus acciones, también sus omisiones son examinados, escrutados y analizados con lupa por el conjunto de la opinión pública.

Una sociedad moderna, abierta y plural

Nos encontramos en una sociedad abierta y multicultural, ideológicamente plural y religiosamente diversa, sociológicamente católica pero quizás cuantitativamente no tan oficialmente practicante, en medio de un estado aconfesional. Y con una Iglesia aparentemente monolítica pero en su interior con una gran diversidad de sensibilidades,  espiritualidades y grados de compromiso. Entre sus seguidores hay tal diversidad y pluralidad que es lógico que no siempre se identifiquen con las posiciones ideológicas o  políticas e incluso con el tipo de religiosidad que practica su jerarquía. En medio de una tal sociedad su principal misión no debería consistir principalmente en limitarse a predicar, en impartir doctrina, sino más bien en dar trigo, no en hacer proselitismo sino en proponer y vivir de una manera sencilla, humilde y acogedora el mensaje del evangelio. En nuestra coherencia entre el decir y el hacer, en nuestra actitud ante la realidad nos va nuestro futuro, nuestra credibilidad como institución.

Una realidad externa e interna tal ha de ser debidamente gestionada por la jerarquía eclesiástica. Y aunque a nivel individual cada miembro de ese colectivo es de suponer que vive con la mayor fidelidad el mensaje evangélico…. Muy a menudo colectivamente su actuación deja mucho que desear tanto externamente como internamente entre sus seguidores. Y, entre otros factores, de ahí deriva una imagen de la Iglesia que afecta al conjunto de sus fieles y que no siempre es la mejor. Y es que esa mala imagen pública, aunque no siempre refleja y es justa con la labor social y asistencial de una iglesia más callada y quizás no tan visible, a veces nos la ganamos a pulso como consecuencia de ciertas actuaciones públicas de nuestra jerarquía en el seno de nuestra sociedad.

Los medios de comunicació participados por la Iglesia

Para llevar a cabo su misión, en medio de una sociedad tecnológica compleja como la actual,  la iglesia necesita de medios de comunicación propios: cadenas de radio y televisión, prensa, publicaciones diversas… Y ello no tiene que ser forzosamente negativo siempre y cuando esos medios se pongan al servicio de sus fines específicos y no se utilicen de forma inadecuada para otros fines que no son los suyos propios.

13tvEn décadas pasadas ya vivimos y sufrimos una penosa experiencia con la función social de la cadena COPE haciéndole jugar por exceso una función muy determinada, excesivamente sesgada y decantada política e ideológicamente, que no se correspondía ni con la diversidad ni pluralidad de los fieles a quienes se supone que pretendía servir, ni le correspondía de acuerdo a su naturaleza, finalidad ni origen de su fuente de financiación. ¿No iremos por los mismos derroteros con 13Tv, cadena participada mayoritariamente por la CEE y financiada con dinero de todos aquellos contribuyentes que libremente contribuimos a la financiación de la Iglesia católica?

Desde esta perspectiva podríamos afirmar que el medio es de todos cuantos voluntariamente contribuimos con nuestros impuestos, libremente otorgados a la Iglesia, y no propiedad exclusiva de su jerarquía, la CEE. Los contribuyentes a la Iglesia es de suponer que son ideológicamente plurales, diversos en su adscripción política y heterogéneos en cuanto a su sensibilidad religiosa.todos ellos tienen  derecho a que un medio como el que nos ocupa esté al servicio de esa pluralidad ideológica, política e incluso de las diversas sensibilidades religiosas coexistentes en el seno de la misma. Esto es óbice y  deben tenerlo bien presente los responsables  de la jerarquía eclesiástica y los responsables directos de la cadena.

Y es que en la práctica no siempre la función social que desempeña dicha cadena se corresponde con lo que se supone que es su naturaleza, finalidad y origen de los fondos de los que se nutre, con los que en gran parte se financia. Y eso se puede afirmar tanto de su parcela informativa y de opinión como de la imagen de la realidad eclesial que en ella se transmite.

La cadena no debería constituir el medio de la CEE, y ni mucho menos de su jerarquía, para hacer política. Entre la ciudadanía se ha llegado a comentar la manía de algunos obispos de hacer política indirectamente a través de sus medios. Y naturalmente que toda actividad pública es por naturaleza política pero...

lo que no resulta coherente ni honrado, en un medio de estas características, es utilizarlo de forma partidista para estimular  la confrontación, la intransigencia, la imposición de una manera única de entender España o la misma religión, la falta de empatía.  Y no como instrumento de diálogo, para tender puentes, de comprensión y acercamiento entre las personas y entre los pueblos.

En estas mismas páginas hace unos meses se hacía ya una crítica a la interesada función social de los medios de comunicación en general y en concreto a esos medios en España. Dicha crítica, orientada en esa ocasión principalmente al área informativa y de opinión, bien valía y continúa valiendo también para 13TV, denunciando su tendenciosidad y falta de pluralismo. Allí se decía que cada vez la manipulación, la distorsión, la tergiversación, la simplificación interesada de los hechos va en aumento, utilizando técnicas de manipulación informativa como la falta de objetividad e imparcialidad, la ausencia de auténtico pluralismo, el abandono de la pluralidad y de un auténtico contraste de pareceres, la estrechez de puntos de vista diversos, presentando posiciones muy semejantes casi siempre dentro de un mismo espectro ideológico, tratar unas noticias para ocultar otras, etc. Esos medios se convierten así en una especie de voceros, altavoces, amplificadores o simplemente en correa de transmisión de determinados grupos de presión, posiciones políticas o ideológicas concretas sin el suficiente contraste de pareceres. Los supuestos debates que a menudo oímos y vemos en algunos de esos medios son un espectáculo vergonzoso. En ocasiones, las mínimas reglas del diálogo como la cortesía, la buena educación, el respeto de los turnos y la continencia verbal no están garantizados y  entonces el espectáculo resulta bochornoso. La tendenciosidad es una nota muy destacable en algunos de esos espacios televisivos o radiofónicos. Algunos medios están más interesados en la propaganda política que en la información objetiva y responsable o en la formación cívica del ciudadano.

Un medio al servicio de la población a la que sirve

Un medio como el que nos ocupa debería estar más al servicio de la diversidad y heterogeneidad de sus potenciales seguidores, reflejar mejor su pluralidad y no estar solamente al servicio de una parte de los mismos. Por servicio y por respeto a la diversidad de los mismos, su función debería reflejar mejor la realidad del país, de una forma más amplia, objetiva y diversa, así como transmitir una imagen más abierta y plural acorde con las diversas sensibilidades eclesiales que coexisten en el interior de la misma y no convertirse en voceros ni mucho menos en correa de transmisión de una determinada orientación política. Ya que a veces esa es la impresión que da.

Somos muchos los ciudadanos que como contribuyentes directos de esa institución y que confían en la credibilidad, autenticidad, coherencia y buen hacer de la misma, reclamos un cambio de rumbo, una nueva orientación, una nueva actitud de verdadero servicio al conjunto de la población, superando la tendenciosidad y la falta de verdadero pluralismo. Deseamos que sea un medio que destaque por su objetividad, imparcialidad y pluralismo, reflejo de la rica y variopinta realidad existente y no sólo de una parte de ella y al servicio de la diversidad de sensibilidades intraeclesiales y extraeclesiales y no al servició preferencial de una determinada perspectiva política o de los intereses exclusivos de la jerarquía eclesiástica. Abran las ventanas y dejen que entre aire nuevo, ampliando el espectro ideológico, político y religioso en ese medio,  reflejo más objetivo de la variopinta realidad española.

Si no es así la falta de credibilidad y el desprestigio social, no ya entre quienes se hallan al margen de todo creencia religiosa sino entre los propios fieles, irá en aumento. También en esto está en juego la credibilidad de toda la Iglesia.


En medio de este contexto adquiere pleno sentido la carta colectiva confeccionada por un grupo de destacados laicos en el ámbito religioso de Catalunya dirigida a la comisión permanente de la CEE.  El grupo que empezó a trabajar en octubre de 2012 publicando conjuntamente artículos de interés en torno a la necesidad de orientar la acción de los católicos en la sociedad actual ha hecho público un nuevo escrito titulado ‘13TV o la destrucción del diálogo’ en el que advierten sobre el tipo de contenidos que ofrecen algunos programas de este canal, propiedad de la Conferencia Episcopal Española (CEE).

En ese carta recuerdan que el diálogo “es la máxima expresión del encuentro humano, la más madura de sus manifestaciones y es el mecanismo para resolver las profundas diferencias y tensiones que tan a menudo surgen en la comunidad humana”. Y acusan a los gestores de 13TV de hacer una televisión intolerante y manipuladora en relación con la realidad catalana y de no fomentar el diálogo ni la convivencia entre los distintos pueblos de España.

13TV o la destrucción del diálogo

El  diálogo  es  la  máxima  expresión  del  encuentro  humano,  la  más madura de sus manifestaciones y es el mecanismo para resolver las profundas diferencias y tensiones que tan a menudo surgen en la comunidad humana. La voluntad de pacificar es una exigencia que emana del Sermón de la montaña: “Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt5, 9), y sintoniza con una esperanza universal de todos los tiempos.

A lo largo de su magisterio pontificio, el Papa Francisco ha hecho hincapié en el valor del diálogo como mecanismo de comprensión y de resolución de los problemas sociales y políticos que nos atenazan. A su juicio, el diálogo es el único camino para poder establecer puentes de pacificación entre colectivos alejados, entre pueblos separados por razones históricas. Frente al autoritarismo, la intransigencia y la coacción, el Obispo de Roma defiende el valor del diálogo.

En el diálogo, el otro es considerado como un interlocutor válido. No es una persona a conquistar, ni un enemigo dialéctico a quien derrotar; es alguien que puede aportar ideas, un sujeto que contribuye, con su palabra, a esbozar el camino de pacificación.

A su juicio, los graves problemas que sufre nuestra sociedad no se resuelven con la indiferencia egoísta, pero tampoco con la protesta violenta o la mentira. El diálogo es el antídoto a cualquier forma de violencia y el único modo de hallar soluciones a los problemas que afectan al conjunto de nuestra sociedad y el modo democrático de fortalecer la convivencia.

Para dialogar, es necesario saber atender y comprender al otro en sus puntos de vista.

En el diálogo, tal como lo concibe el Papa Francisco, el otro no es un sujeto pasivo, ni un receptáculo de mis ideas y opiniones; es un sujeto activo. Para acercarse al otro y reconocerle como un interlocutor válido, dotado de dignidad y merecedor de respeto, es fundamental superar los prejuicios y las precomprensiones negativas que se tienen del otro, pues sólo, de esta manera, se puede establecer un diálogo fluido entre ambos. Para dialogar, es necesario saber atender y comprender al otro en sus puntos de vista.

En el discurso del Santo Padre Francisco a un grupo de visitantes japoneses, estudiantes y profesores de un colegio de enseñanza media, se pregunta: “¿Cuál es la actitud más profunda que debemos tener para dialogar y no pelear? La mansedumbre, la capacidad de encontrar a las personas, de encontrar las culturas, con paz; la capacidad de hacer preguntas inteligentes:
«¿Por qué tú piensas así? ¿Por qué esta cultura hace así?». Escuchar a los demás y luego hablar.
Primero escuchar, luego hablar. Todo esto es mansedumbre. Y si tú no piensas como yo —pero sabes… yo pienso de otra manera, tú no me convences—, somos igualmente amigos, yo escuché como piensas tú y tú escuchaste como pienso yo”.

Siguiendo  las  condiciones  del   diálogo  que  elabora  Pablo  VI  en Ecclesiam suam, el Papa Francisco subraya la mansedumbre como condición necesaria para llevarlo a cabo. La mansedumbre, virtud capital, predispone a la escucha y al interés por el otro interlocutor, apacigua la reacción espontánea emocional  y  facilita  el  encuentro  entre  ambos  interlocutores independientemente del grado de afinidad ideológica que tengan. La escucha es  la  condición  de  posibilidad  del  diálogo,  del  entendimiento  y  de  la comprensión entre personas, culturas y religiones.

Los debates políticos y sociales que tienen lugar en determinados programas actuales se ubican a las antípodas de esta filosofía. El insulto, la descalificación personal, la utilización de la falacia y de la demagogia, la reiteración hasta el extremo de tópicos y de prejuicios, la mentira reiterada, la vejación y la humillación de colectivos enteros, la violencia verbal y la mala educación son las actitudes que reinan en estos programas –y, tristemente, contribuyen a su audiencia-.

Este tipo de programas no sólo escandalizan a cristianos, también a agnósticos y ateos, a ciudadanos de buena voluntad que se quedan perplejos frente a la intoxicación mediática que generan este tipo de productos audiovisuales. Generan indignación, activan emociones gravemente tóxicas en el cuerpo social y atizan la confrontación y la animadversión entre colectivos.

Es especialmente doloroso y difícilmente comprensible que algunos programas de ese tipo tengan acogida en los medios de comunicación cuya participación mayoritaria pertenece a la Conferencia Episcopal Española. Este hecho no puede dejarnos indiferentes. Como cristianos laicos, comprometidos activamente en la vida eclesial  y plenamente conscientes de la misión que tenemos en el mundo y en la Iglesia, consideramos que este tipo de programas entran colisión frontal con la voluntad de pacificar y de tender puentes que derivan de la ética del Evangelio y del talante y de los discursos del Papa Francisco. España no se merece esto. El diálogo –con pasión, convicción y sinceridad,  pero  con  honestidad  y  argumentos-  es  una  de  las  pocas esperanzas de construir un mundo más justo y pacífico.

La búsqueda de la audiencia a través de la confrontación, del insulto, de la violencia verbal, de la palabra hiriente y soez, no puede, en ningún caso justificarse, menos aún si se trata de una cadena que sostiene, en gran parte la Conferencia Episcopal Española y que debería ser, por ello mismo, ejemplo de pacificación, de diálogo y de búsqueda de la convivencia armónica entre todos los ciudadanos. En la entrevista del Papa a la Civiltà Cattolica, afirma: “Veo con claridad  que  lo  que  la  Iglesia  necesita  con  mayor  urgencia  hoy  es  una capacidad para curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles”.

La libertad de opinión y de expresión es una condición sine qua non de la vida democrática y de las sociedades abiertas, también lo es de la práctica del  diálogo,  pero  tal  libertad  no  puede  entrar  en  conflicto  con  virtudes esenciales para desarrollar esta noble actividad humana como la humildad, la mansedumbre, la afabilidad, la veracidad y la honestidad intelectual.

Ante esta situación nos sentimos consternados por el deterioro que sufre la credibilidad de la Iglesia ante nuestra sociedad por estos testimonios que son malos ejemplos de virtudes que como cristianos hemos de practicar. Por ello, desde nuestro profundo sentimiento de pertenencia eclesial consideramos que la Conferencia Episcopal Española debe indicar que se revisen los contenidos de algunos programas de 13TV para que ellos sean coherentes con el testimonio veraz y efectivo de la fe.

Josep Maria Carbonell, Presidente de la Fundació Joan Maragall Josep Maria Cullell, Decano del Colegio de Auditores del Vaticano Eugeni Gay, Exmagistrado del Tribunal Constitucional
David Jou, Catedrático de Física de la Universidad Autónoma de Barcelona Jordi López Camps, Exdirector General de Asuntos Religiosos de la Generalitat Josep Miró i Ardèvol, Miembro del Pontificio Consejo de los Laicos
Francesc Torralba, Consultor del Pontificio Consejo de la Cultura

Ver también: Hechos, interpretación de los hechos y medios de comunicación.


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