| EL CRISTIANISMO, RELIGIÓN 
		DOMINANTE 
		 Y LA MUERTE SOSPECHOSA DE 
		DESCARTES (Luciano Canfora) 
		 
		¿Por qué una religión tal conquistó las clases más elevadas y las 
		convenció de que, convertidas a ella, desempeñarían mejor su papel 
		directivo? La respuesta se halla tal vez en la capacidad demostrada por 
		el cristianismo de adherirse al orden existente, tanto social como 
		político, sin renunciar por ello a una estructura organizativa y 
		doctrinal autónoma, como una especie de Estado dentro del Estado; ello 
		fue lo que le permitió tener la necesaria vitalidad para sobrevivir a la 
		caída del imperio romano de Occidente... El pensamiento filosófico no 
		cristiano quedó entonces expuesto a un peligro extremo: el de ser 
		borrado del mapa por efecto de una drástica “revolución cultural”: el 
		cristianismo absorbió importantes elementos del pensamiento griego, 
		hasta el punto de que fueron esos mismos elementos incorporados en su 
		seno los que generaron su división en numerosas “herejías”. 
		 
		- Primera Batalla. Alejandría Concilio de Nicea (325 d. C). Emperador 
		Constantino. Atanasio, obispo, se impone como el campeón de la ortodoxia 
		sobre el arrianismo. Primer acto de la batalla en torno a la Trinidad, 
		que comportaba, en realidad, un enfrentamiento entre la teológica 
		aceptación de unas “verdades” incomprensibles para la razón, y el 
		inquebrantable impulso racional de matriz filosófica 
		 
		- Justiniano (529 d C). Cerró la escuela platónica, expulsando de la 
		ciudad a él y a sus compañeros. Atenas... Bajo el gobierno de Justiniano 
		los fanáticos seguidores del cristianismo se dedicaron a quemar y 
		destrozar los libros y las obras de arte griego.. 
		 
		- Descartes. Nunca emprendía un viaje sin reflexionar largamente acerca 
		de su conveniente. Durante casi un año, de febrero a septiembre, había 
		dudado acerca de si aceptar o no la invitación de Cristina de Suecia 
		para desplazarse a la fría ciudad de Estocolmo, con el objeto de exponer 
		ante la soberana, aún protestante por entonces, los principios de su 
		filosofía. Finalmente se decidió a partir, cosa que hizo el 1 de 
		septiembre de 1649. Ignoraba que mientras él se encaminaba hacia Suecia 
		otro hombre había partido, de Roma en este caso, con el firme propósito 
		de convertir a la reina: era el padre jesuita Viogué... La muerte de 
		Descartes, Estocolmo, 11 febrero 1650, fue atribuida durante siglos a 
		una pulmonía causada por el duro invierno sueco. El mismo Viogué se 
		encargó de dar la extremaunción al filósofo... Cristina declaró su 
		voluntad de abdicar unos meses más; en agosto de ese año envió a Roma al 
		jesuita Antonio Macedo para que informara de su voluntad de convertirse 
		al catolicismo.... 1980. El historiador y médico alemán Eike Pies 
		descubre una carta secreta dirigida a un antepasado suyo. La había 
		escrito, pocas horas después de la muerte de Descartes, el holandés 
		Johan Van Wullen a su colega Willem Pies, médico personal de Cristina: 
		Descartes había sido envenenado. Viogué –podemos concluir- había 
		cumplido con su misión. 
		Arsénico para Descartes.
		Màrius Carol. LA 
		VANGUARDIA, 8 febrer2010 
		 
		Un historiador concluye que un 
		capellán fanático envenenó la oblea con la que comulgó el filósofo 
		 
		El filósofo, matemático y científico René Descartes, considerado el 
		iniciador de la filosofía moderna, fue asesinado por un capellán 
		conservador llamado François Viogué, con quien solía confesarse durante 
		su estancia en Estocolmo. El método para envenenarlo fue tan simple como 
		bañar con arsénico la oblea con la que iba a comulgar. Esa es la 
		conclusión de la investigación llevada a cabo por el historiador Theodor 
		Ebert en un ensayo que ha causado gran revuelo, tras su reciente 
		publicación en París. 
		 
		La tesis de que Descartes murió de pulmonía fue desmentida por primera 
		vez en 1980 por el especialista alemán Eike Pies, después de que éste 
		hubiera hallado una carta escrita a un colega por el médico holandés 
		Johan van Wullen, que trabajaba al servicio de la reina Cristina de 
		Suecia, cuando esta contrató al filósofo francés para que la instruyera. 
		La misiva fechada en 1650 revela los síntomas que tuvo durante los diez 
		días anteriores a su muerte que en nada se parecen a los de una 
		enfermedad respiratoria y sí a un envenenamiento. Primero tuvo sueño 
		profundo y no comió, bebió, ni tomó ningún medicamento. Luego estuvo 
		agitado, más tarde se quejó de mareo y de fiebre interna. Al octavo día 
		incluso tuvo hipo y vómito negro. Finalmente, la respiración se volvió 
		inestable y la mirada quedó extraviada, presagiando su muerte. Los 
		patólogos a los que consultó el historiador no tuvieron dudas de que 
		murió por intoxicación de arsénico 
		 
		Descartes era un filósofo de fama, al que se enfrentaba el integrismo 
		religioso, que consideraba sus teorías matemáticas y científicas como 
		sospechosas de herejía, casi tan peligrosas como las de Galileo. Su 
		aceptación de contribuir a la formación de la joven reina sueca, que 
		deseaba convertir su corte en el centro de la cultura europea, fue su 
		perdición. Alojado en la residencia del embajador francés, igual que el 
		reaccionario capellán Viogué, este urdió un plan para matarlo, corroído 
		de envidia por su posición de privilegio en palacio y por el odio 
		intelectual a sus ideas. El embajador Chanut, que debió sospechar del 
		clérigo, grabó en la lápida una enigmática inscripción: "Expió los 
		ataques de sus rivales con la inocencia de su vida". 
		 
		Las desdichas de Descartes no terminaron ahí, como se deduce de que el 
		cuerpo del filósofo descanse en la iglesia de Saint Germain-des-Près y 
		la cabeza en el Museo del Hombre, igualmente de París. Un oficial de 
		palacio sustrajo el cráneo, lo que se descubrió al trasladar sus restos, 
		a los 16 años de su muerte. Un químico sueco cedió la calavera a Francia 
		en el siglo XIX, pero no se la unió al cuerpo, sino que fue llevada al 
		museo. 
		 
		El final de Descartes es propio de la mejor novela negra, incluido el 
		epílogo del cadáver sin cabeza. Lo más previsible son los motivos del 
		asesinato, porque los fanatismos resultan siempre los sospechosos 
		habituales. 
		  
 
  | 
		  |