F I L O È T I C A
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EN BUSCA DE LA RAÍZ DEL MAL

 

En enero del 2002, el periodista estadounidense Daniel Pearl fue secuestrado y degollado por unos fanáticos del islam. ¿Por qué hay tanto odio en el mundo actual? El filósofo Bernard-Henri Lévy lo investiga.

El libro, espeluznante, empieza retratando a la víctima, un judío de izquierdas, y desemboca en Omar Sheij, el líder de los secuestradores, desde su formación elitista en Occidente hasta su entrega ciega a la causa de la “yihad”

Tras la guerra afgana, Pakistán era un agujero negro en comparación con el Bagdad de Saddam Hussein

XAVIER ANTICH - 03:35 horas - 21/01/2004

Cuando Alain Resnais filma “Nuit et Bruillard”, su documento sobre las deportaciones nazis, fuerza a la cámara a recorrer las vías del tren que habían llevado a millones de personas a los campos de concentración y exterminio. Y una voz en off se pregunta: “Recorrerlas de nuevo, ¿en busca de qué?”. Para comprender lo que parece incomprensible, para desvelar más claves del horror absoluto, para penetrar en las raíces del Mal. Resnais sabía que preservar el Mal sin investigar sus mecanismos ya es una forma de olvidarlo. Quizás, su triunfo más definitivo e inapelable.

El último libro de Bernard-Henri Lévy, “¿Quién mató a Daniel Pearl?”, surge de la misma convicción. Recordemos su génesis: en la última semana de enero del 2002, unas imágenes dan la vuelta al mundo. Son las de Daniel Pearl, el periodista estadounidense secuestrado por una pandilla de fanáticos del islam que, una semana después, es decapitado, descuartizado en diez trozos y enterrado un metro bajo tierra. Tras el crimen, los secuestradores pondrán en circulación un vídeo –emitido por la CBS– que estremece al mundo: casi cuatro minutos con su ejecución, degollado a manos de tres yemeníes. Ese día, Lévy decide consagrar el tiempo que haga falta para aclarar “el misterio de su muerte”.

Porque al principio todo parece oscuro: más que un crimen, un laberinto o un rompecabezas. Y el libro es un intento por rehacer el camino que llevó a Pearl hasta tomar contacto con el centro nuclear del horror de nuestro tiempo. El relato empieza donde todo acabó para Pearl: con un viaje a Karachi, en Pakistán, a la casa donde fue asesinado y enterrado. Entrando sin reparos en el pasado de ese hombre que no conoció, Lévy inicia la reconstrucción de su persona, “para resucitarlo”. Y el retrato emerge nítido: un periodista liberal, judío de izquierdas, inteligente y simpático, tolerante y progresista, amigo del islam, extremadamente sensible ante los marginados y desheredados, crítico con la política necia y arrogante de Estados Unidos, su país. Y periodista de raza: obsesionado por la información y por las preguntas, combatiente frente al olvido.

Pero siguiendo a Pearl, Bernand-Henri Lévy llega a Omar Sheij, el cerebro del crimen, la persona que le tendió una trampa y que organizó el secuestro. Y ahí empieza a despegar un relato espeluznante. Desde la formación elitista de Omar en Londres, como un inglés perfecto orientado a pertenecer a las clases dirigentes, hasta su descubrimiento del odio, su entrega ciega a la causa de la “yihad”. El hombre de los mil rostros y heterónimos. Y el eterno enigma de las metamorfosis: ¿cuándo, cómo y por qué el inglés modélico, de origen pakistaní, que apenas conoce de joven el Corán, reniega de su formación y cultura para, en la embriaguez del vacío, entregarse a la lucha contra Occidente?

En 1984, Bernard-Henry Lévy ya publicó “El diablo en la cabeza”, una novela sobre el Mal, su forma de poseer a los personajes y su modo de dirigir la danza de sus vidas. Ahora ha pretendido entrar dentro de la cabeza del diablo, “tratar de entender un poco ese furor asesino del que muchas personas han sido víctimas”. Y su investigación tiene el valor de diagnóstico de época, “una invitación a no confundirse de siglo”: ¿cómo funciona hoy lo demoniaco?, se pregunta. “¿Quiénes son todos esos nuevos demonios que piensan que todo está permitido, no ya porque Dios no existe, sino precisamente porque existe y esta existencia los vuelve locos?” El libro de Lévy es, entre la avalancha de publicaciones surgidas tras el 11-S, un intento que no tiene comparación: la investigación periodística, de raíz aristotélica, de acercarse a unas personas singulares para, a través de todos los detalles, intentar comprender los mecanismos del Mal.

Por eso, su libro acaba casi refundando un género: la novela investigación. “Hechos, nada más que hechos, y sólo cuando la realidad se escamotea, lo imaginario”: para describir atmósferas, para comprender motivaciones, para penetrar en lo no dicho ni oído de ambientes herméticos. Hay más antecedentes de este peculiar cruce de filosofía y periodismo: “Eichmann en Jerusalén”, de Hannah Arendt, y el libro de Sciascia sobre el secuestro de Aldo Moro. Al igual que ellos, Bernard-Henri Lévy alcanza el estatuto de un brillante ensayo sobre la naturaleza del Mal en nuestro tiempo. Eso lo convierte en imprescindible.

Poco a poco, adentrando, incluso físicamente, en los escenarios del crimen, Lévy avanza conclusiones provisionales a medida que se confirman los descubrimientos. En primer lugar, la implicación directa en el asesinato de los servicios secretos pakistaníes, que casi convierten al crimen en una ejecución de Estado. Si se tiene en cuenta que Pakistán es uno de los aliados estadounidenses en su obsesión por el “eje del mal”, la cosa adquiere tintes siniestros. En segundo lugar, la participación de una falsa organización humanitaria, amparada bajo Al Rashid Trust, que, mediante su circuito de recaudación y extorsiones, financiaba a Al Qaeda. Y, en tercer lugar, la pertenencia, con responsabilidades de mando, de Omar Sheij, al entorno de Bin Laden.

Evidentemente, nada queda demostrado con certeza apodíptica, pero los hilos y las evidencias, en el relato de Lévy, son de tanto peso que la mera hipótesis aterra. Ahí aparece el caso Pearl en todo su alcance: “Hoy, a finales del 2002, a estas alturas de la investigación, sé que apenas he llegado a nada y que Omar, lejos de ser un criminal de medio pelo, un figurante, un cabeza de turco, es un culpable de mucha importancia, un príncipe en el universo del Mal, un personaje absolutamente central por estar en el punto exacto de intersección de algunas de las fuerzas más siniestras de la actualidad”. Y la pregunta que da miedo: ¿por qué todas estas fuerzas conjuradas para acabar con el periodista Daniel Pearl? Evidentemente, por lo que sabía. O por lo que estaba a punto de saber. Por el conocimiento de un entramado, entre Islamabad y Karachi, del que prácticamente nada se sabe: “Un agujero negro en comparación con el cual el Bagdad de Saddam Hussein no era más que un vertedero de armas obsoletas”. Lévy, siguiendo las huellas de este nuevo hombre que sabía demasiado, y rastreando todos los hilos que se trenzan en torno a su muerte, ofrece la crónica de un asesinato único en su género.

El relato de Lévy ofrece momentos realmente impagables, como su visita al interior de la inexpugnable madrasa de Binori Town, la ciudad prohibida de Karachi, la universidad islámica que proporcionó a Al Qaeda sus batallones de elite. O su crónica del campo de entrenamiento de Jalid Bin Waleed, donde Omar Sheij entra en contacto con el mulá Omar y con el mismísimo Bin Laden. Por decirlo brevemente: el último trabajo de Lévy es un libro impresionante, un viaje al corazón del Mal, a la raíz del odio. Una aventura que, en las figuras de Daniel Pearl y de Omar Sheij, nos ofrece lo mejor y lo peor de nuestro tiempo. Y, sobre todo, eso que queda al acabar una lectura realmente absorbente: preguntas, demasiadas preguntas...



Documentos adjuntos


El cerebro del crimen

LA VANGUARDIA - 03.35 horas - 21/01/2004

Omar Sheij nació en Londres, en una familia pakistaní liberal y acomodada, de mentalidad abierta y culta. Fue alumno de expediente excepcional en la Forest School de Snaresbrook, privado y más bien pijo (estuvo Peter Greenaway).

En Pakistán, un paréntesis de dos años en el Aitchinson College de Lahore, más británico que cualquier colegio londinense. Luego accedió a la London School of Economics, también con resultados brillantes. Los que le conocieron hablan de él como una persona maravillosa, civilizada y afable, refinada y sutil, un derroche de buenos modales.

El que acabó siendo enemigo visceral de Occidente es un producto de Occidente, formado en la escuela de las luces y el progreso. Nada que ver con los tópicos que atribuyen el origen del terrorismo islámico a la marginalidad, la miseria y la incultura.

El vuelco se produce en un viaje a Bosnia, cuando las masacres, ante la impotencia del mundo, de los musulmanes europeos. De ese viaje, ya nunca regresará: ahí se produce la toma de conciencia de un mundo en el que ser musulmán es un crimen. Ahí, se decanta por la locura, por el bando del odio. Bernard-Henri Lévy analiza las fotografías como un sutil radiógrafo, casi un fisionomista del Mal

La Vanguardia - 21-1-03