PÓRTICO PÓRTICO PÓRTICO PÓRTICO CLICAR PARA VER IGLESIA VER LEYENDA IR A HISTORIA HISTORIA HISTORIA PÓRTICO PÓRTICO Ir al  pórtico
     
   

 

Recreación del momento histórico

     
Descarga este documento en formato PDF o WORD 2/2
José Ma. Díez Martínez
     

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LLEGA EL CONDE

¡Deténganse, caballeros! ¿Es este el respeto que debéis a vuestro señor?

Tú, Gonzalo, ¿no adviertes que doña Lambra es mi prima, si presumes de lealtad?

Y vos Rodrigo: ¿No os dais cuenta que sois su tio?

-Gustios: Mejor es que se concluya, Conde, esto en paz, el mal ya está hecho, y yo castigaré a este rapaz. ­Y vos cuñado, bien hiciste dándole el bastonazo. Todos fuimos muchachos. Gonzalo, ¡Pídele perdón!

-Gonzalo: Tío, los dos tuvimos razón, más yo quiero ser culpado. Dadme el perdón.

-Ruy: Al conde pedid sobrino, perdón por los dos de aquí.

EN BARBADILLO

(Se van a Barbadillo, con la recién casada, estando don Rodrigo ausente). Los infantes, para congraciarse con su tía, se fueron a cazar con sus azores por las riberas del Arlanza. Después de haber cazado muchas aves se las ofrecieron a doña Lambra. Luego se entraron por una huerta, que estaba junto a las habitaciones de doña Lambra, para descansar, mientras se preparaba la comida. Gonzalo González se puso entonces en ropas menores, cogió su azor y se fue a bañar. Al verle de este modo, doña Lambra se enfadé y dijo a sus doncellas:

-Amigas, ¿no veis cómo anda don Gonzalo? Yo creo que se ha puesto así para que nos enamoremos de él. Os aseguro que me he de vengar de semejante agravio. Hizo entonces venir a un criado suyo y le dijo:

-Vete a la huerta, toma un cohombro (Una especie de pepino largo y torcido), llénalo de sangre y échaselo en el pecho a Gonzalo González, que es el que tiene el azor en la mano. Luego vente a mí y no tengas miedo, que yo te defenderé. De este modo vengará la muerte de mi primo Alvar Sánchez.

El criado hizo lo que doña Lambra le había mandado.

Al ver los infantes acercarse a aquel hombre creyeron que su tía les mandaba algo de comer, porque la comida se retrasaba. Pensaban los infantes que su tía les quería, en lo que estaban muy equivocados. Cuando llegó aquel hombre alzó el cohombro, y se lo tiró a Gonzalo González, como su señora le dijo que hiciera. Al verle lleno de sangre, huyó. Sus hermanos se rieron entonces sin saber qué hacer. Gonzalo les dijo:

-Hermanos, hacéis mal en reiros. Del mismo modo que me ha hecho esto me podía haber matado. También os digo que si a alguno de vosotros le pasara esto, no tardaría yo mucho en vengarle. Plega a Dios que os tengáis que arrepentir de haberos reído de lo que me han hecho.

Entonces dijo Diego González: Es necesario que resolvamos lo que hemos de hacer para no quedar así burlados con tanta mengua de nuestra honra. Yo creo que debemos irnos hacia ese hombre con las espadas bajo los mantos; si vemos que nos espera y que nos teme, será señal de que ha sido una broma y le dejaremos; si huye hacia doña Lambra y ésta le protege, será que lo ha hecho mandado por ella. En ese caso debe morir, aunque ella lo defienda.

Cuando hubo dicho esto Diego, cogieron todos sus espadas y se fueron hacia la casa. Al verlos venir corrió el criado a ampararse bajo el manto de su señora. Los infantes le dijeron:

-Tía, no os empeñéis en defender a ese hombre.

-¿Por qué no, contestó doña Lambra, si es mi vasallo?

Si hizo algo malo le castigaré; pero no le hagáis nada mientras esté bajo mi protección. Los infantes se dirigieron a ella, sacaron el criado de debajo del manto y le mataron allí delante. Su sangre manchó las tocas y el vestido de doña Lambra.

Hecho esto, montaron los infantes, a caballo, y se fueron a Salas, a su casa y tierras.

Gonzalo se baña desnudo, pensando estar a solas, pero doña Lambra, lo ve y se siente afrentada, considerando tal actitud como un intento de seducción, y respondió con otro insulto: Ordena a un criado suyo que arroje un cohombro ensangrentado al pecho de Gonzalo. Este mata al ofensor, refugiado bajo el manto de Doña Lambra. La dama se siente afrentada por la muerte y por la sangre que le ha salpicado, y pide venganza por la deshonra, y venganza doble: Ruy Velázquez enviará a Gonzalo Gustios a Córdoba ante Almanzor, y prepara una emboscada a los infantes.

Tranquilizados los ánimos, el conde de Castilla, acompañado de Ruy Velázquez y Gonzalo Gustios marchó a Burgos, en tanto los infantes acompañaban a doña Lambra y a doña Sancha a Barbadillo.

Detrás de la casa de doña Lambra, andando entre las tapias y los corrales, para solazarse un rato, Gonzalo González denudóse y llevó a bañar su azor; al verlo en ropa de lino, Doña Lambra interpretó torcidamente la intención del muchacho, y juzgó que lo hacía para que las mujeres se enamoraran de él. El escarnio, provocó la represalia de los siete hermanos, que sin respetar la protección del manto de doña Lambra daba al ofensor, le arrebataron al hombre, y ante atónitos ojos de la dama le dieron la muerte.

Los infantes van a cazar por la margen del Arlanza, volando van arrogantes, las garzas con sus halcones. Doña Lambra llama a un criado y le dice: ¡Cuando Gonzalo se aparte de su gente, tú que eres animoso, acércate con alma determinada, no para sacar la espada, sino para tirarle un cohombro de sangre, y tíraselo al pecho!

Ya sabes que ésta es la afrenta mayor de Castilla, y yo te daré cobijo, si alguno seguirte intenta.

Doña Lambra, tiene poder sobre dos pollos, que mueven el amor y la venganza. Aparece el criado y con ira arroja el cohombro al cazador vencido.

Sus hermanos los infantes, no podían contener la risa.

Esto no es cosa de risa, bien me podía haber tirado una lanza o darme una cuchillada.

Entra Gonzalo: -Nadie se ponga delante, que le quitaré la vida.

(Entra huyendo Estébanez)

-Lambra, cúbrete bajo mi brial, que todos vienen tras de ti. ¡Sobrinos, no le hagáis mal! ¡Mirad que podéis herirme, tened respeto a quién soy!

-Gonzalo: Tú te lo has buscado, porque el hidalgo, no habría hecho desatino.

-Lambra: ¿Yo lo mandé?

-Gonzalo: Pues si no le mandaste, ¡Déjale!. No trates de tu respeto, matar. ¡Dale Fernando!

-Estébanez: ¡Ay de mí! 1Muerto soy!

-Gonzalo: ¡Cohombro de sangre a mí!

-Lambra: ¡Ay traidores!. A dos parientes me ha muerto Gonzalillo, en Burgos uno, y éste aquí amparado bajo mi brial! ¡Mira cómo me has puesto las tocas! ¡Sangrientas todas!

-Diego: Vámonos para Salas.

Mandó que a don Gonzalo diese con un cohombro sangriento, y como su pensamiento en ejecución pusiese, acogióse a su brial, adonde muerto a estocadas, dejó sus tocas manchadas, de su sangre desleal.

¡Qué voces tan fieras daba, desde debajo del delantal!

Para ir al principio del documento, clica aquí