titulo de la web

Manipulando al personal (2a)

Manipula (sobre todo en campaña electoral) que algo queda.
Técnicas manipuladoras.

Se le suele echar la culpa de casi todos los males a la crisis económica y a la pésima gestión de los políticos. Y no le falta razón a quien dice eso. Pero quien se queda solamente en eso, se queda en la superficie, en lo que ve todo el mundo, es decir, en los efectos de un fenómeno mucho más profundo. Lo más importante, que está ocurriendo ahora mismo, no es la crisis económica. Ni tampoco lo mal que hacen las cosas muchos políticos. La causa del malestar y el desconcierto, en que vivimos, tiene sus raíces en que estamos viviendo un cambio cultural de una profundidad y de unas consecuencias que seguramente no imaginamos. (J.M. Castllo)

En medio de ese mundo en mutación, en constante transformación y cambio, si no estamos atentos puede producirse aquello de ”en río revuelto ganancia de pescadores”. Es necesario tomar conciencia sobre la existencia a nuestro alrededor de los modernos “sofistas” (ver aquí),  poner sus tácticas manipuladoras al descubierto y sentar las bases para una vida auténticamente libre. La libertad auténtica no es un don que se recibe, sino una tarea a conquistar diariamente. El primer quehacer del hombre que desee vivir libremente es inmunizarse contra todo género de ilusionismo mental o manipulación que intente envolverlo en la maraña del desconcierto actual.

Para ello debemos distinguir a los maestros de los embaucadores. No basta vivir en una democracia para gozar de auténtica libertad: la libertad de pensar con rigor e independencia de criterio, orientar la voluntad hacia las metas que nos marca nuestra vocación, modular debidamente el sentimiento, dar cauce y plasmar la propia creatividad en las diversas vertientes de la vida... Esta forma eminente de libertad debemos lograrla poniendo en juego un antídoto contra la manipulación. Un antídoto sumamente eficaz consiste en tomar tres medidas: estar  alerta, pensar con rigor, vivir creativamente. Hay que conocer, pues,  lo que es la manipulación y los peligros que entraña.

La manipulación está presente en nuestra vida real, nos la encontramos en nuestra vida cotidiana, en los medios de comunicación, en la radio, la televisión, en la publicidad…  forma parte de nuestro paisaje cuotidiano. Especialmente lamentables en la actividad pública, las técnicas manipulativas son utilizadas por unos y otros. Algunos partidos son especialmente expertos en su utilización y suele llevar asociada una indigencia argumentativa que supone una falta de respeto, una burla insultante  para una opinión pública mínimamente crítica. Hay que desenmascarar a los demagog@s que entre nosotros utilizan tales técnicas y castigar electoralmente a quienes hacen de ellas el instrumento para embaucar al personal y ganar votos. La cultura de los simulacros se pretende imponer a la reflexión y al pensamiento documentado.

La utilización de las técnicas manipulativas se perciben especialmente burdas y descaradas en el ala izquierda (aunque a la derecha tampoco les son desconocidas y su credibilidad también está bajo mínimos, en entredicho). Lamentablemente el principal grupo de la izquierda en vez de demostrar una sólida, consistente y densa oposición y a falta de mejores ideas, cuando quiere agitar al personal para ganar votos suele recurrir a técnicas manipuladoras alborotando al más irreflexivo electorado, acudiendo a sus bajas pasiones, apelando al más rancio emotivismo, utilizando viejos y obsoletos prejuicios ideológicos, desprestigiando la credibilidad de instituciones milenarias y de personas venerables como mínimo respetables, creando un clima y un ambiente social sesgado teledirigido durante décadas… y a través de un medido cóctel manipulador hecho a base de cuidadosas dosis de anticlericalismo, laicismo, feminismo radical, abortismo, liberticidio… y empleando un sinfín de términos “talismán” (caverna, ultraderecha,  obispos, libertad, cambio, progreso, derechos de la mujer, derechos sexuales y reproductivos, interrupción voluntaria del embarazo, recorte de derechos y libertades, "se lo quieren cargar todo", etc.) y habiendo modelado previamente de forma interesada su significado, van inoculando esa mentalidad para que cale en el ambiente como pertinaz lluvia fina. Ese es el lenguaje con el que construyen su a menudo vacuo e indigente argumentario. A falta de mejores ideas, esas son sus ténicas y su lenguaje. Y a menudo, ilusionando haciendo volar palomas y pretendiendo vendernos como sabroso bocado, recubierto eso sí con el más llamativo papel de celofán, lo que no contiene más que puro humo.

Una izquierda que ha abandonado su más preciada esencia. Desnortada y necesitada de una profunda reconversión, con una credibilidad institucional bajo mínimos, con unos dirigentes escasamente ejemplares y creíbles, indigente argumentativamente, menos escaparatera, vedetista, y más creíble, necesitada de recuperar el rumbo correcto, precisada de una profunda renovación en sus cuadros dirigentes y una regeneración de sus postulados axiológicos, desistiendo de la pretensión de imponer desde el poder al conjunto del cuerpo social los principios y valores particulares que impregnaban la ingeniería social zapateril, una necesaria actualización en sus postulados y una refundación ideológica y volviendo a la senda de la sensatez perdida, fundamentada en la verdad del hombre  y en los grandes principios y valores no perecederos de nuestra civilización, sobre todo en las grandes cuestiones de fondo….


Apretada síntesis a partir del curso
"La manipulación del hombre a través del lenguaje" de A. LÓPEZ QUINTÁS,
Catedrático-emérito de Filosofía en la Universidad Complutense (Madrid)
Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

Anterior

 

 

Actitudes del manipulador

1. El manipulador actúa con falsedad 2. El manipulador empobrece al hombre a fin de dominarlo fácilmente 3. El manipulador no se esfuerza en buscar la verdad sino en vencer al adversario 4. El manipulador no acepta el diálogo como medio clarificador de las ideas 5. El manipulador opera siempre a favor de corriente dominate.

Veamos en síntesis cómo saca partido el manipulador a las tendencias de la mayoría: 1.Se tiende a pensar que ser libre es carecer de obstáculos. Conclusión del manipulador: Para ser libre hay que prescindir de cauces y normas. 2.El hombre actual tiende a las soluciones fáciles. Conclusión: Lo ideal es tratar todas las realidades del modo expeditivo con que se tratan los objetos. 3.Hoy día se desea evitar los conflictos a toda costa. Conclusión: Hay que renunciar a la defensa de los valores ya que todos los puntos de vista son igualmente válidos. (Esta posición es subjetivista y relativista).

La manipulación de los políticos

La política debiera ser el arte de configurar la vida social del modo más adecuado posible a la vida humana. Actualmente, sin embargo, se está convirtiendo a menudo en el arte de engañar y seducir, mejorar la imagen propia y desfigurar la ajena, guardar las apariencias para ganarse las voluntades.

Para engañar sin ser advertido, el político demagogo tiende a reducir el voltaje moral de las gentes para amenguar su capacidad de exigir una mayor calidad en el planteamiento de los problemas y la búsqueda de soluciones. El afán de tales políticos no se dirige a perfeccionar la vida de las personas, sino a conseguir que éstas adopten como ideal de su vida lograr el bienestar mediante la posesión y el consumo de bienes.

Esta tendencia de ciertos grupos políticos explica que actualmente no se ataque un determinado tipo de moral y se defienda otro; se procura dejar de lado la dimensión de la moralidad y el sentido de la vida.

La manipulación de los dirigentes

En la vida política, en la familiar, la académica, la religiosa... pueden darse abusos de poder. Si el que tiene el mando toma a los "súbditos" como medios para unos fines particulares, ajenos al bien común, se extralimita; manipula.

Un político que dedica fondos públicos a ciertos fines con el mero propósito de obtener votos para su grupo manipula a los contribuyentes, no administra sus bienes con el debido respeto. Un profesor que convierte la clase en un lugar de reclutamiento astuto de futuros adeptos a su ideología política realiza una labor manipuladora. No así el que presenta unos valores y da razón de su importancia para el hombre. Este profesor es un guía, un maestro, porque se dirige a la inteligencia y la libertad de los alumnos. El superior religioso a cuyo juicio ser obediente se reduce a considerarse como arcilla en manos del alfarero y trata a sus súbditos como meras piezas de relleno para cubrir puestos vacantes gobierna de modo manipulador.

La forma sana y justa de ejercer la autoridad es la que promociona al tiempo que manda. Recordemos que la palabra autoridad procede del término latino auctoritas, y éste de augere, promocionar, de donde se deriva auctor. Autor es el que promueve y realiza algo: un libro, un proyecto, una actividad... Ser capaz de ello significa un poder, una virtus, una virtud.

Ordenar significa dar órdenes, pero también orientar la conducta de forma virtuosa, facilitar pautas eficaces para lograr una actividad llena de sentido. Mandar con autoridad implica saber descubrir los valores a los súbditos. Pero un valor sólo puede ser descubierto a quien lo asume activamente, de forma lúcida y razonada. He aquí la razón profunda por la cual el mando auténtico, el promocionante, va necesariamente unido con un diálogo que sea fuente de clarificación. El jefe, superior o gobernante que busca, en diálogo con los súbditos, el bien común no renuncia a su deber de ordenar con autoridad, pues a él compete dirigir la sociedad, y toda dirección exige que alguien tenga la última palabra. Renuncia a la posibilidad de manipular, de convertir a los súbditos en meros medios para unos fines.

Lo contrario de la manipulación del poder es el diálogo. Avenirse a dialogar significa el reconocimiento sensato de que la autoridad debe ejercerse a la luz de la verdad, y a la verdad no se llega a solas sino en comunidad. Una orden emitida después de un diálogo auténtico y en virtud de la luz ganada en el mismo no es nunca manipuladora, sino promocionadora. Por eso el diálogo entre quienes desempeñan papeles de dirección y de subordinación es indispensable para coordinar la solución de los problemas y la salvaguardia de la dignidad personal.

El manipulador finge siempre que dialoga para ganarse las voluntades, pero dirige el diálogo de tal forma que lo desvirtúa. Si tal gobernante se cuidó de inocular en el pueblo ciertas ideas y actitudes, ha recogido del pueblo las opiniones que él mismo había suscitado de antemano. En tal caso no hubo diálogo, ni voluntad promocionadora del pueblo, sino afán de dominio absoluto. Este dominio puede proseguirlo mediante la promulgación de leyes que contribuyen a alejar al pueblo de los grandes valores y amenguar sus defensas espirituales. Es bien sabido que las leyes no son importantes sólo por lo que mandan o permiten, sino también por el espíritu que irradian.

Manipular a través del lenguaje: el uso táctico de los vocablos

En cada época existen vocablos que, por méritos propios y determinadas circunstancias, se cargan de un prestigio tal que se evaden a toda revisión crítica pues parecen condensar en sí todos los bienes. Suelo denominarlos «términos talismán». Ejercen en la sociedad función de polos en torno a los cuales se vertebra la vida humana en cuanto a pensar, sentir, querer y actuar. Hoy en día entre nosotros se ha producido una proliferación de términos talismán artificiosos: “libertad”, “seguridad”, “orden”, "autonomía", "independencia", "democracia", "autogestión", "cogestión", "progreso", "cambio"...  o reforma-inmovilismo, nuevo-viejo, moderno-antiguo, actual-pasadoSon términos manipulados y  prestigiados artificiosamente por los manipuladores.

Todo término talismán tiene un poder encandilante que prestigia a los vocablos que se le avecinan y cubre de oprobio a los que se alejan de él o parecen alejarse. Se ha dado por supuesto que toda forma de censura coarta la libertad humana, y el término censura está hoy, consiguientemente, fuera de juego. Nadie que no haya perdido el instinto de conservación osa defender actualmente el tipo más leve de censura en cualquier aspecto de la vida social. Por el contrario, "autonomía", "independencia", "democracia", "autogestión", "cogestión", "progreso", "cambio"... muestran alguna conexión con la libertad y quedan automáticamente prestigiados, convertidos en términos talismán por adherencia. Subrayo el adverbio "automáticamente" porque estos efectos que produce el lenguaje no obedecen a razón alguna sino a una pura contaminación por razones de afinidad.

La palabra «orden», vinculada de antiguo al número, la proporción, la medida y, por consiguiente, a la armonía, la belleza y la bondad, adquirió en los siglos XVI y XVII un alto rango merced a su vinculación con las estructuras cultivadas por la ciencia moderna, entonces en su albor. Pensar con orden equivalía a pensar rectamente. Proceder con orden significaba actuar de modo ajustado, justo, adecuado, eficaz. El término «orden» producía un hondo estremecimiento en los espíritus que asistieron a la génesis de la gran ciencia moderna, porque era el gozne enigmático entre las estructuras matemáticas y las físicas, entre el mundo que el hombre configura en su mente y el mundo exterior en que está instalado y le supera sin medida. Por su alto significado, el vocablo «orden» se convirtió en término «talismán».

Al cobrar conciencia, sobrecogido, de lo que implica el orden, el hombre del siglo XVIII concedió rango de talismán a la facultad humana destinada a captar el orden existente y crear nuevas formas de orden: la razón, palabra mágica que constituyó el orgullo del Siglo de las Luces. Esta época de exaltación de la facultad racional humana culminó en la Revolución Francesa. Revolucionario era quien luchaba por romper diques y elevar al hombre a niveles adecuados a su dignidad. El contrarrevolucionario era un ser reaccionario, enemigo de la soberanía de espíritu que nos otorga el libre uso de la razón. El siglo XIX polarizó su vida en torno al término «revolución» y lo elevó a la condición de «talismán».

Las grandes revoluciones modernas tenían como meta alcanzar cotas nunca logradas de libertad. En el siglo XX se impuso como talismán el término «libertad», que convirtió a ciertos vocablos afines («autonomía», «independencia», «democracia», «autogestión», «cogestión»...) en términos talismán por adherencia, términos, por tanto, desbordantes de sentido.

El incremento de la carga emocional de las palabras

Para descubrir las fuerzas soterradas que movilizan los manipuladores, conviene destacar que la carga emocional de las palabras se incrementa con el tiempo de forma a veces inverosímil. La expresión "la izquierda", aplicada a ciertos grupos políticos, significó en principio algo tan neutro como la localización de los mismos en el hemiciclo del Congreso francés. Posteriormente, fue puesta en vinculación con la "lucha revolucionaria por la libertad". Esta acumulación de términos talismán cargó a la expresión "la izquierda" con un potencial emotivo de enorme magnitud. Por ejemplo ¡La izquierda es libertad!", "la derecha es orden, prosperidad y creación de riqueza". Este modo de expresarse es netamente manipulador. No da razones; juega con los vocablos. Ambos se basan en esa aureola de sentido más o menos difuso que van adquiriendo los términos a lo largo del tiempo y se ahorran el esfuerzo de ofrecer razones válidas que avalen sus teorías.

Lo que procede no es apoyar el discurso en el prestigio de ciertas palabras sino ir al fondo de las cuestiones. El lenguaje manipulador es turbio. La fuerza del lenguaje sometido al arte de la manipulación es asombrosa.

Cuando un término va cargado de emotividad, deja en la mente una huella tan profunda que todo cuanto oímos, vemos y pensamos posteriormente queda polarizado en su torno e imantado y orientado por él. Este tipo de lenguaje deformado, destructor de su sentido originario, carece de capacidad creativa, pero muestra un poder de arrastre temible.

El prestigio artificioso del término "cambio"

Una noria que gira incesantemente cambia pero no avanza, se agita pero no progresa hacia ninguna meta. Las personas, al andar, cambian de situación. Pero ¿progresan de verdad todas ellas en su vida al cambiar? Cada una tiene una meta al ir por la calle. Si la logra, ¿qué consecuencias se derivan para su vida, para el sentido de su vida, vista en conjunto? Muchas personas irán, sin duda, a trabajar para ganarse el sustento. Alguna puede ir a cometer un crimen que destruya su vida para siempre.

En un avión que despega viajan cientos de personas. Se mueven a una velocidad muy alta. Cambian constantemente de situación. Pero el hecho de haberse sometido a este proceso de cambio local ¿significa en su existencia un progreso, en el sentido de un avance hacia una cota de realización humana más alta? Habría que verlo en cada caso detenidamente. Dar por hecho que cambio equivale a progreso, en el sentido positivo de este vocablo, es una precipitación frívola.

Si utilizamos estos conceptos deprisa como pretende el manipulador, solemos vincular progreso, el cambio, lo reformado, lo nuevo y moderno, lo insólito y lo actual con algo positivo y por tanto deseable. En cambio, los términos "regreso" y "estancamiento" se unen a los términos "antiguo", "pasado" y "viejo", y "conservación" se alía con "inmovilismo".

Esta consideración nos pone alerta respecto a un hecho muy importante: siempre que se pronuncia un término, se suscitan en la mente por vibración otros términos que pueden reportarle prestigio o descrédito. Así como los ideales utópicos, más entrevistos que críticamente analizados, suscitan a menudo en el interior de las personas una especie de "mística", y ésta se convierte en fuente de energía explosiva a la hora de la acción, las conexiones ambiguas entre conceptos pueden dar impulso a toda una dialéctica mental apasionada, intelectualmente endeble pero seductora para las gentes vertidas a una forma de acción espontánea, más dependiente de las emociones que de las opciones reflexivas.

«Progreso», una palabra talismán

Los términos talismán son encandilantes: iluminan y enceguecen al mismo tiempo. Ello nos insta a no dejarnos amedrentar por el prestigio de los términos talismán y someterlos a revisión. No pocos vocablos adquirieron a lo largo del tiempo condición de «talismán», pese a su pobreza de contenido, merced a su vinculación con el término libertad -entendido de modo borroso, sin la debida matización-. Pensemos en los términos "cambio" y "progreso". Conforme a su etimología latina, progresar y regresar son términos relativos a un movimiento de ida y vuelta en el espacio y presentan un carácter neutro en el aspecto axiológico: no ostentan un valor peculiar, ni positivo ni negativo. Asimismo, el mero cambiar no implica sino la alteración de algo; no significa un ascenso a una situación más elevada y prestigiosa. Sin embargo, las expresiones «ir adelante», «adelantar», «salir adelante»... presentan con frecuencia un carácter valioso, por contraposición a los términos «estancarse» y «retroceder». Un conductor que se queda estancado en un terreno pantanoso carece de libertad para cambiar esa situación, proseguir la marcha e ir adelante. El término estancamiento queda, así, enfrentado al término talismán libertad y adquiere automáticamente un matiz negativo. Recordemos que la manipulación opera siempre con automatismos; rehúye dirigirse a la inteligencia de las gentes. Debido a la «valoración por vía de contraste», la mera oposición a un término desprestigiado -en este caso, «estancamiento»- cubre de prestigio automáticamente a los términos «progreso» y «cambio». Pero se trata de un prestigio ficticio, vacío, iluso, fantasmal, pero temiblemente eficiente si no estamos sobre aviso.

Cuando un político o un intelectual se autodefinen como «progresistas», lo hacen porque estiman que este vocablo encierra una alta significación y los exalta de forma automática. Pero hoy sabemos bien que tal vocablo, como otros afines, puede no estar lleno de contenido sino vacío. Si lo despojamos de ciertas adherencias ideológicas que le quedan del pasado y carecen de toda vigencia en la actualidad, se parece a la cáscara de una nuez que se ha volatilizado. Hoy día, las palabras «progreso» y «progresista» sólo presentan una alta significación cuando van unidas a una conducta que, por su rectitud y su eficacia, es modelo de excelencia en uno u otro orden. Si queremos darles un sentido muy elevado sólo por el hecho de oponerse a términos opuestos a libertad y emparejarse -al parecer- con este término, nos quedamos en la mano con un vocablo huero. Y ya sabemos que el vaciamiento de los términos y, paralelamente, de los conceptos devalúa la mente y envilece, a no tardar, la vida personal y social.

Una mente española especialmente lúcida, el profesor Manuel García Morente, se enfrentó a este peligro con la mejor de las armas: una definición precisa. A su entender, «el progreso es la realización del reino de los valores por el esfuerzo humano» (Cf. Ensayos sobre el progreso, Dorcas, Madrid 1980, p. 45). Valor es para el hombre todo aquello que le permite desarrollar plenamente su personalidad. Y este desarrollo se realiza, según la Biología y Antropología más cualificadas actualmente, a través de toda suerte de encuentros. Pero el encuentro exige, para darse, una actitud de apertura generosa, cordial y colaboradora a las realidades que nos ofrecen posibilidades creativas. Vivir creativamente, en todos los órdenes, es encaminarnos hacia la plenitud personal por una vía de excelencia. Caminar por esta vía es un auténtico progresar.

Al volver de Argentina a su pueblo, varios emigrantes gallegos lo dotaron de un centro sociocultural. Desde 1929 hasta hoy reza en su fachada esta inscripción: «Casino progreso de Franza». Suena un tanto pomposa, sin duda, pero es certera, ya que para un pueblo desperdigado por la campiña disponer de un local donde reunirse, celebrar fiestas, leer, cultivar el teatro y la música significa indudablemente una mejora en las condiciones de vida. Aquí la palabra «progreso» desborda sentido, pues alude a un incremento notable de posibilidades. Por cierto, en la sala de lectura de ese casino fue donde por primera vez, siendo muy niño, vi un ejemplar del ABC.

siguiente




Fuente: Curso "La manipulación del hombre a través del lenguaje"


Per a «construir» junts...
Són temps per a «construir» junts...
Tu també tens la teva tasca...
Les teves mans també són necessàries...

Si comparteixes els valors que aquí defenem...
Difon aquest lloc !!!
Contribuiràs a divulgar-los...
Para «construir» juntos...
Son tiempos para «construir» juntos...
Tú también tienes tu tarea...
Tus manos también son necesarias...

Si compartes los valores que aquí defendemos...
Difunde este sitio !!!
Contribuirás a divulgarlos...