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«Conócete a ti mismo»

Quizá por esa falta de conocimiento… "No sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa". José Ortega y Gasset

El «conócete a ti mismo» forma parte del «aprender a ser». Y constituye un ingrediente básico en la calidad de nuestra vida personal.

"Cuando el hombre no se encuentra a sí mismo, no encuentra nada" Goethe.

"El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo" Séneca.

Sistema vs. individuo o individuo vs. sistema? Los sistemas educativos actuales qué tipo de necesidades satisfacen, las del «individuo» o las del «sistema»? Se ponen al servició de un auténtico desarrollo integral del ser humano o más bien intentan responder a las exigencias del «sistema»?

Contempladas las cosas desde una cierta perspectiva y a grandes rasgos, de verdad creemos que el enfoque actual de la enseñanza-educación está al servicio del ser humano, responde a las «perentorias necesidades» del hombre actual? No será que en la práctica más bien parece que ocurra lo contrario, que al individuo se le pone al servicio del sistema imperante, frente a un conjunto de saberes que a modo de «píldora cultural» forzosamente tiene que tragar, sin convencimiento, ni verdadero interés, ni motivación? No se ha producido una cierta perversión del sentido originario de la educación? Los sistemas educativos actuales en el mundo occidental no estarán focalizando su atención preferentemente en atender determinadas necesidades al servicio del sistema imperante? Y cuáles son esas «perentorias necesidades» del hombre de hoy? Cuáles son en realidad los objetivos o finalidades del actual enfoque de la enseñanza-educación? A qué quedan reducidos en la práctica? Hay algo más allá del pensamiento dominante de tinte tecno-científico, escasamente humanista,  y guiado por criterios marcadamente utilitaristas, mercantilistas o economicistas? Dentro del sistema actual la educación no se habrá convertido en una «mercancía» más en la cual lo que realmente importa al final es el título para utilizarlo como valor de cambio para la colocación laboral, la promoción económica o el ascenso social? (ver aquí)

Existe un saber meramente formal, académico, enciclopédico, burgués, aséptico, con escasa incidencia en la conformación personal propia y una sabiduría personal, vital, existencial, emancipadora, liberadora, que oxigena la propia existencia. Profundizar en el conocimiento de la naturaleza humana y detectar, descubrir y tomar conciencia de las propias necesidades ha formado parte de esa sabiduría que las grandes tradiciones culturales y las mejores corrientes de pensamiento han perseguido siempre en sus expresiones y manifestaciones artísticas, literarias, religiosas... En ellas el desvelamiento del universo interior, del paisaje o geografía interna, de las pulsiones, pasiones, anhelos y aspiraciones que acechan al ser humano no ha sido menos importante que el descubrimiento, la exploración o conquista de la geografía externa. Los grandes sistemas educativos y pedagógicos, preocupados y ocupados en detectar y dar respuesta a las perentorias necesidades del ser humano, no han estado al margen de ello históricamente.

Hoy sin embargo, entre nosotros, los sistemas educativos actuales, hijos y herederos de una concepción cultural enciclopedista y burguesa y una mentalidad marcadamente burocrática y tecno-científica, están descuidando, orillando, obviando, el cultivo de ese «humus interior» que oxigena, que da vida, que tan necesario nos es, como el pan de cada día o el aire que respiramos. Hoy los sistemas educativos oficiales, desbordados por los aspectos formales, se han descentrado y desenfocado, incluso con un enfoque «competencial» continúan andando dispersos, como a la deriva, sin un rumbo ni norte claros. Es necesario replantearse, en el interior de los propios sistemas educativos, cuál debe ser su verdadero eje vertebrador, aquel que dé unidad y coherencia a toda la acción educativa, qué concepción de «cultura» y qué tipo de «contenidos» y saberes estamos transmitiendo a las jóvenes generaciones. Y frente a la atomización, parcelación y fragmentación del saber transmitido y al enfoque burocrático y tecno-científico de la enseñanza actual, ¿dónde queda el espacio para enseñar y aprender a «ser», el estímulo para el cuidado y cultivo de ese paisaje interno, de ese «humus interior» que es el que de verdad nos sostiene y posibilita un enraizamiento adecuado, echar raíces sólidas sobre una base firme y que, en momentos de crisis y transformación global como los actuales, nos permite aguantar y no tambalearnos frente a los avatares de la vida?   

 

Todo fluye. Nada espera. El tiempo no se detiene, el reloj continúa su curso. Nuestra época tampoco espera. Aguardar no es lo habitual en nuestro tiempo. Dinamismo y cambio lo caracterizan. Es un continuo fluir de actividad. El hiperactivismo forma parte de nuestro ser actual. Rodeados de estímulos y reclamos por doquier se hace difícil la quietud, la calma, la mirada atenta. Nuestras neuronas repletas de sensaciones, llenas a rebosar de constantes mensajes del entorno, apenas atienden conscientemente a nuestras señales internas. Desbordados por el «ruido» exterior se hace difícil la escucha «interior», la mirada profunda a nuestro mundo interno. Apenas hay tiempo para la quietud, la calma o el reposo. Y sin embargo nos son tan necesarios como el aire que respiramos. De tanto correr, a veces es necesario recuperar el aliento, la respiración profunda, para no desfallecer y continuar el camino. Nuestro dinamismo interno no es menos activo y dinámico que el externo y sin embargo apenas somos conscientes de él… de todo ello existe entre nosotros un gran desconocimiento. También la educación ha obviado esta importante dimensión humana. No nos han educado para ello. Y mientras, frente al bienestar material que se nos anuncia, el malestar personal campa por sus respetos en el interior de muchos de nuestros conciudadanos. Estamos perplejos. No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa ¿Será el malestar de nuestra época?

«Conócete a ti mismo»

La máxima «Conócete a ti mismo» es una invitación a la calma, al reposo, a la introspección, al conocimiento de uno mismo. La frase, en griego clásico es γνῶθι σεαυτόν, (gnóthi seautón). Y su versión latina “Nose Te Ipsum”. Es la inscripción que se encontraba en la entrada del Templo dedicado a Apolo, más conocido como el Oráculo de Delfos, que en la antigüedad gozaba de un gran prestigio por la seriedad y exactitud de sus predicciones. A este Templo asistían para buscar consejo y guía: reyes, sacerdotes y toda clase de gente que necesitara alguna clave para emprender alguna empresa, llevando previamente un macho cabrío para el sacrificio al dios Apolo.

Según cuenta la tradición, la sacerdotisa comía grandes cantidades de laurel, para poder entrar en trance y de esta manera responder a las consultas hechas por los devotos, las respuestas muchas veces no eran del todo claras, y para dar la claridad que el devoto necesitaba, había un sumo sacerdote encargado de hacer las explicaciones del caso; como puede verse el poder que ejercían estos sacerdotes era grande.     

Una leyenda cuenta que un rey fue a pedir consejo sobre el resultado de una guerra que quería emprender para conquistar  un reinado vecino el cual se hallaba separado por un río de su Imperio, la respuesta del Oráculo fue:  “Una vez que cruces el rio un reino caerá”, ciego de vanidad y soberbia no escucho más ya que el reino al que quería conquistar lo calificaba de débil, y se aventuró a la guerra, al cruzar el río un reino cayó y fue el suyo, presa de la ira fue a pedir explicaciones al Oráculo, el sumo sacerdote le respondió “ Porqué no siguió preguntando”.

Este hecho nos mueve a  reflexionar sobre el significado de “Conócete a ti mismo”, que se encontraba en la entrada al santuario, si bien las respuestas del Oráculo no eran claras  aún con las explicaciones del sumo sacerdote,  el devoto debía buscar la luz dentro de si mismo en las profundidades de su ser y para tener una interpretación del oráculo correcta, debía tener ese conocimiento de si mismo.

Reconocer la propia ignorancia como punto de partida

El conocimiento de uno mismo, no es tarea fácil, supone un trabajo arduo, laborioso y difícil. Requiere voluntad, tenacidad y entrenamiento. Para ello se necesita quietud externa e interna. La calma, la tranquilidad de la mente, no siempre son fáciles de conseguir. Conocernos a nosotros mismos debería constituir un objetivo,  una meta en la vida de todo individuo. Debería formar parte de los grandes objetivos de toda vida personal mínimamente digna y plena… Supone un importante ingrediente en la propia calidad de vida personal. Reflexionar sobre las cosas, sobre uno mismo, ayuda a vivirlas mejor, con mayor profundidad y sentido.

Para conocernos a nosotros mismos y encontrar la verdad, debemos empezar por reconocer nuestra propia ignorancia. Sócrates, decía siempre que había que reconocer en uno nuestra propia ignorancia, porque en realidad creemos que sabemos todo y de todo, y no sabemos nada. A partir de reconocer nuestra propia ignorancia podremos ponernos en camino, en actitud de búsqueda y empezar a ser verdaderos sabios. Lo primero que necesitamos hacer, para conocernos a nosotros mismos, es disolver los prejuicios, que son las ideas preconcebidas, lo que creemos sobre nosotros mismos y sobre los demás. Es necesario abandonar ese mundo de «opiniones» en el que estamos sumidos y encaminarnos hacia la búsqueda de la verdadera sabiduría, aquella que subyace en el fondo de cada uno.

Diversas interpretaciones

Las interpretaciones que del aforismo se han hecho han sido diversas. Veamos algunas de ellas

La frase puede referirse, al ideal de comprender la conducta humana, porque comprenderse uno mismo ayuda a comprender a los demás, sabiendo que todos participamos de una misma naturaleza, la naturaleza humana.

El aforismo nos anima a explorar nuestra realidad interior, nuestro mundo interno. Es allí donde encontraremos todo cuanto necesitamos para poner fin a nuestro sufrimiento, para orientar nuestra vida al goce de la existencia, para desarrollar una vida más fecunda y alcanzar la plenitud que tanto anhelamos.

«Conócete a ti mismo» es una invitación a vernos a nosotros mismos tal como somos, tonando conciencia de nuestras debilidades pero también de nuestras fortalezas, de nuestras miserias y autoengaños, pero también de nuestras talentos y potencialidades… Cómo vas a saber lo que quieres sin saber quién eres, sin preguntarte a dónde quieres ir o por qué lo haces. Conocerte a ti mismo sirve para estar seguro de tí, para no terminar haciendo lo que los otros quieren que hagas, sino lo que tú decidas hacer. Conocerte implica saber tus miedos, tus verdades… y manejarlas, controlarlas. El auténtico ser trabaja en su autoconocimiento, se propone metas realistas y valiosas, busca su perfección interior, su autogobierno y convierte su vida en un aprendizaje continuo. Conocerte a ti mismo te ayuda a descubrir a dónde quieres ir y a autoconducirte con excelencia. Sirve para que no sea otro el que te conduzca a ti. Sócrates decía que los más inteligentes son aquellos que son capaces de gobernarse a sí mismos, aquellos que han aprendido  a ser autosuficientes.

«Conocerte» significa saber quién eres, qué quieres, ser realista en las metas que te propones. Te permite valorar qué puedes lograr y qué no puedes alcanzar. Sirve para saber quiénes somos, cuáles son nuestras debilidades y fortalezas, defectos y virtudes, y tener un autoconocimiento de nuestras actitudes ante las situaciones. Sirve para que te conozcas, te valores a ti mismo, para que tengas autoestima. Conociendo y midiendo tu comportamiento, tu sentir y tu razón, podrás ser más feliz, y hacer felices a los demás. Comprenderse uno mismo sirve también para mejor comprender a los demás.

«Conócete a ti mismo»  significa conocerse de verdad, más allá de las miradas de los otros, de lo que se ve por fuera, y llegar así a nuestro ser interno. Si logras llegar realmente a ese punto podrás entender mejor el universo.  Conocerte a ti mismo es conocer tus virtudes para echar mano de ellas, tus defectos para trabajar en ellos, tus pasiones, tus temores. Conocerte a ti mismo implica tener dominio sobre uno mismo y así hacer lo más conveniente para lograr lo que quieres. El que se conoce a sí mismo con virtudes y defectos incluidos, puede cambiarlos, progresar y llegar lejos en la vida.

Conocerte a ti mismo es saber cómo actuarias tú dependiendo de las diferentes circunstancias de la vida. Nos sirve para actuar de manera equilibrada, para dominar nuestros sentimientos, para tratar de mejorar nuestros defectos, para alcanzar la paz interior, para manejar nuestras emociones, para querer ser mejores cada día, para identificar cuando estamos amando y siendo amados.

Más allá de la interpretación psicológica

Efectivamente, podría pensarse que la máxima tiene un significado psicológico y que invita a buscar las características de uno. Así algunos tienden a pensar que conocerse a uno mismo es reconocer sus errores, saber cuáles son sus miedos y debilidades, conocer nuestro potencial, de qué somos capaces, cuáles son nuestros sueños, hasta dónde estamos dispuestos a llegar, cuál es el límite de nuestra fuerza. Hay otros para quienes tiene que ver con encontrar algo que está dentro de ti, llegar a la fuente, encontrar el propio camino, afrontar la quietud de tu mente, liberarse del «ruido» tanto externo como interno que nos distrae y aliena, dejar que tu espíritu conduzca tu vida.

Sin excluir que ese sea uno de los campos de aplicación de ese principio, para otros es insuficiente reducirlo a eso. Consideran que ello podría satisfacer la pregunta "cómo soy", pero no nos respondería a la cuestión "qué soy". Las cualidades que podemos predicar de una cosa solamente cobran sentido si decimos de qué cosa se trata.

Para algunas interpretaciones lo primero que muestra este imperativo a quien lo considera, es su condición de «mortal» frente a un Dios que es inmortal. La comprensión de esta condición le ayuda a uno a descubrir cuál es su lugar en el conjunto de lo creado, del cosmos. Lo único que propiamente le pertenece es ese tiempo de su existencia, un tiempo limitado, origen a su vez de otras limitaciones. El reconocimiento de la condición de «mortal» permite prevenir la soberbia que constantemente acecha al ser humano, haciéndole olvidar esa condición suya. Pero simultáneamente, el poderse reconocer así ante Dios muestra su naturaleza afín a la naturaleza divina.

Para otros la máxima «conócete a ti mismo» remite aquello que el ser humano es en su relación con el otro. El ser humano viene definido por "ser capaz de relacionarse con lo distinto de él, como otro". ¿Cómo se me manifiesta lo otro, que no soy yo?. No como algo que responde a mi deseo, a mi afán de poseerlo, sea física o intelectualmente, sino como "lo que tiene en sí mismo su razón de ser". El «otro», distinto de mí, con el que puedo entrar en relación puede ser yo mismo, un semejante o la divinidad. Yo puedo manifestarme en relación con  el «otro» alejándome de él, separándome de él o amándolo. Si la noción de verdad, aletheia, comprende el significado de descubrir, retirar el velo que cubre la realidad permitiéndole salir a la luz, el amor, purifica mis proyecciones sobre las cosas y sobre yo mismo, es una fuente de conocimiento.

Hay quien se experimenta con amor, aceptándose sin vanagloria, aceptan el amor que otros les dispensan, y, además, se sabe acogido por Aquel en cuya presencia siempre se mueve. Son espíritus sencillos, como niños, que se viven sabiéndose como pobres de espíritu. La máxima "conócete a ti mismo" se transforma en un "reconócete en los seres que te rodean, en tus semejantes y en el Dios de quien recibes el ser".

Finalmente, hay para quienes «conócete a ti mismo»  es saber “de qué sustancia divina estás hecho”, es ir más allá de tu apariencia física, de tu nombre, nacionalidad, sexo o gustos…es ir a la fuente de vida creadora y reconocer…”si!!!… de aquí provengo!!!” y ¡Ya Está!… No necesitas nada más en la vida, solo tienes que dejarte llevar por tu espíritu y vivir el regalo de respirar experimentando esta forma de existencia humana en este maravilloso mundo material.

Es a través de tu propia experiencia, de tu propia vivencia personal, que llegarás a degustar la «densidad» del aforismo... La sabiduría que persigues no la encontrarás en éste ni en ningún otro lugar en el que se hable de la condición humana o el sentido de la existencia. Todo lo que uno necesita saber está dentro de él. "Cuando el hombre no se encuentra a sí mismo, no encuentra nada" Goethe.

Elaboración propia a partir de recursos y materiales diversos

Ver también:

Motivacions, necessitats personals i realitat educativa

QUAN L'«ENSENYAMENT» PASSA PER L'«EDUCACIÓ»

LA INSUFICIÈNCIA DELS SISTEMES EDUCATIUS ACTUALS


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