PLANTEAMIENTO Y OBJETIVOS

 

Estas actividades son una muestra, y espero que también un estímulo, de cómo enfocar la lectura y, concretamente, la comprensión y exploración literarias, de modo que nos permitan cultivar la humanidad eludiendo algunas trampas: el reduccionismo, los callejones sin salida, los lugares comunes y la manipulación. Voy a intentar explicarlo lo más concisa y claramente posible.

 

CULTIVAR LA HUMANIDAD

 

Significa para Petrarca, el primer humanista moderno,  leer los textos literarios de manera que la lectura llegue al corazón y la inteligencia del lector, a fin de hacerlo mejor espiritual y moralmente (la docta pietas). Para Petrarca, Horacio es mayor filósofo que Aristóteles porque no se limita a identificar y definir los vicios y las virtudes, sino, sobre todo, porque logra moverme a obrar, haciéndome sentir lo atractivo de éstas y lo reprobable de aquéllos:

… seeing, I was led

Gravely to ponder ―judging between good

And evil, not as for the mind’s delight

But for her guidance ― one who was to act.

      […ver hechos tales me llevó

Gravemente a ponderar ―a discriminar lo bueno

De lo malo, no buscando el disfrute de la mente,

Sino su guía ―a fin de obrar.]         

(Wordsworth, El Preludio VIII, 519-522)

 

Los studia humanitatis conforman todo aquello que se descubre más allá de la esfera de lo instrumental y rentable; se ocupan de “la forma completa de la condición humana”, a fin de que pueda “regularse, conducirse, sufrirse” o aliviarse (Montaigne).

En la tradición humanista de las artes liberales, “no debemos estudiar, sino haber estudiado” (Séneca) o dicho de otra manera: la humanidad es aquello que queda después de haber olvidado todo lo demás; pues “en la escuela de Cicerón no se enseña a ser Cicerón, sino a ser persona” –decían los maestros del Renacimiento. Y como reconocerá Descartes, al comienzo de su Discurso del método, el estudio de las Letras nos enseña “a descubrir cada vez mejor nuestra propia ignorancia”.

Pero para que la lectura llegue al corazón y la inteligencia del lector, como quería Petrarca, hemos de recordar que leer  no es sólo descodificar signos, sino

 

a més a més, reflexionar, relacionar, integrar, detallar, aclarir, absorbir, rebutjar, decidir ―saber el que té importància i el que no en té. És una operació enormement complexa i al mateix temps naturalíssima. Estudiar [i llegir] és fer funcionar l’esperit, partint de vegades de l’esperit mateix o per incitació de coses que provoquen una curiositat: és a dir, que agraden positivament. El que no agrada, el que no provoca un grau o altre de fascinació, no pot ésser objecte de reflexió, d’estudi. No hi ha atenció ni aproximació possible. Estudiar [i llegir] és una forma de l’amor ―en definitiva, una forma de la sensualitat: la carícia mental més fina i delicada que l’esperit pot produir.

 

[también reflexionar, relacionar, integrar, detallar, aclarar, absorber, rechazar, decidir ―saber qué tiene importancia y qué no la tiene. Es una operación enormemente compleja y, al mismo tiempo, naturalísima. Estudiar [y leer] es hacer funcionar el espíritu, partiendo a veces del mismo espíritu o por incitación de cosas que provocan curiosidad; es decir, que agradan positivamente. Lo que no gusta, lo que no provoca un mayor o menor grado de fascinación, no puede ser objeto de reflexión, de estudio. No hay atención ni aproximación posible. Estudiar [y leer] es una forma de amar ―en definitiva, una forma de la sensualidad: la caricia mental más fina y delicada que el espíritu puede producir (Josep Pla, El quadern gris, 19 d’octubre de 1919)]

 

Por eso he intentado hacer atractivo este esfuerzo, seleccionando una serie de textos multimodales (literarios en su mayoría, pero también no literarios) que nos permitan cultivar la humanidad de cada uno de nosotros, desarrollando el discernimiento, la autonomía y la empatía.

Ser humanamente mejores requiere tres habilidades, según Marta C. Nussbaum:

 

1)      hacer un examen crítico de uno mismo y de lo que nos rodea; es decir, no aceptar la autoridad de ninguna creencia por el solo hecho de que sea común o haya sido transmitida por la tradición o la costumbre. Esto implica

 

a)     ser capaz de poner a prueba lo que uno lee o dice desde el punto de vista de la solidez del razonamiento, la exactitud de los hechos y la precisión del juicio

 

b)     y tener en cuenta que, generalmente, no nos guiamos por la razón, sino por el gusto, la sugestión, los deseos, la imitación, las ganas de agradar, los impulsos inconscientes…

 

2)      verse a sí mismo no sólo como perteneciente a alguna región o grupo, sino con una identidad abierta y libre, pues hay estándares interculturales por encima de las normas establecidas por cada tradición local; una idea tanto occidental (de Diógenes y los estoicos, que Cicerón hizo compatible con la lealtad local y pasó a la modernidad) como oriental (del indio Rabindranath Tagore) y africana (del ghanés Kwane Anthony Appiah)

 

3)      tener imaginación narrativa, esto es, entender el significado y la importancia de lo que alguien exprese (ideas, emociones, deseos) para poder juzgarlo no sólo en el contexto de la historia y el mundo en que vive ese individuo, sino también con relación a nosotros. Ya que

 

a)   para comprender hay que tener imaginación, no es suficiente acumular conocimientos (Jorge Luis Borges, Historia de los dos que soñaron)

 

b)   y educar consiste en acompañar en el propio descubrimiento, no en enseñar a ser intachable (la diferencia entre Vera y su hermana Natasha, hijas de los condes Rostov, en Guerra y paz, de Tolstoi)

 

De lo que se infiere que una forma privilegiada de cultivar la humanidad es hacerlo  

 

A TRAVÉS DE LA LITERATURA

 

La enseñanza de la literatura, esto es, del conocimiento empírico de los autores y la exégesis de sus obras (no apenas de la historia y las formas literarias), en el trivium de las artes liberales se llamaba gramática. Y “como gramma significa letra, los romanos tradujeron grammatica por literatura. El literatus era el letrado: aquel que conocía las leyes del lenguaje y de la expresión y frecuentaba a los poetas” (Finkielkraut).

Pero a diferencia de la Antigüedad y la Edad Media, cuando las artes liberales eran una preparación para la metafísica y la teología, a partir del Renacimiento las artes liberales valen por sí mismas. Responden a una curiosidad por la vida humana en su totalidad.

Los textos literarios resultan especialmente valiosos para comprendernos a nosotros mismos y comprender el mundo, por varias razones:

 

  1. Por su capacidad de representar las circunstancias y problemas específicos de las personas de distinta época, lugar, clase y condición (descubrimos formas de interacción social en distintos escenarios y con dinámicas diferentes)

 

  1. Por su invitación a preocuparnos con el destino de los personajes, que no se muestra completamente a los otros, y a hacer conjeturas sobre su vida interna

 

  1. Al mostrarnos las posibilidades y también las debilidades humanas en un contexto determinado y con un interés práctico, mostrándonos puntos de vista sobre qué vale la pena que tomemos en serio y cómo es el mundo en que vivimos

 

  1. De manera que llegamos a identificarnos no sólo con aquellos que podemos llegar a ser, sino también con quienes nunca llegaremos a ser (descubrimos destinos distintos del nuestro, pero con los cuales compartimos la misma condición humana), al tiempo que vamos aprendiendo, como lectores, a atribuir a los otros y reconocer en nosotros la esperanza, el miedo, el coraje, la fragilidad, la dignidad, la perseverancia…

 

Los poetas trágicos de la antigua Grecia escribieron escenas en las que mostraban razonamientos sobre aspectos fundamentales de la moral y las decisiones vitales y políticas, y asimismo familiarizaban a los jóvenes con las desgarraduras que les aguardaban en la vida, antes de que ella misma se encargase de hacerlo. Por ejemplo:

 

1)      Una moralidad basada en reglas, principios y deberes, sin considerar sus consecuencias ¿es adecuada a las complejas contingencias de la vida? En Ifigenia en Áulide, Eurípides es crítico y escéptico con el discurso que fundamenta las acciones morales y políticas sin reparar en las consecuencias. Recordemos el contraste entre la carta que Lord Jim, de Joseph Conrad, recibe de su padre (un párroco que le expone sus principios morales y una rectitud imperturbable), con la vida real de Jim, obligado a medir sus fuerzas con una vida imprevisible y ambigua

 

2)      Las fuentes de irracionalidad en la vida humana son muchas y profundas. El Coro de la Antígona, de Sófocles, canta este misterio del hombre: “él se ha procurado el lenguaje y los sentimientos que regulan las naciones”; por otra parte, Fedra sabe, en el Hipólito de Eurípides, que las desgracias de los humanos “no dependen de su entendimiento, pues conocemos lo que es bueno, pero no lo cumplimos: los unos, por cobardes; los otros, por preferir un placer en lugar de lo honroso”

 

3)      ¿Cómo hacer frente al desastre y a la vergüenza? ¿cómo ser fieles a nuestro destino y afrontarlo, dejando de ser el niño que “no se da cuenta de las cosas, hasta que aprende a sentir alegrías y tristezas y busca, por más que le pese, la verdad” (como hizo Edipo, rey y como Ayax espera que haga su hijo, en las dos tragedias de Sófocles)? Releamos de Konstantino Kavafis, Ítaca y El Dios abandona a Antonio

 

4)      El argumento para preferir la democracia a otras formas de gobierno se debilita cuando reducimos la práctica política al simple choque de intereses opuestos. Sócrates, en cambio, prefiere la democracia que reconoce y respeta la capacidad deliberativa y las facultades morales de los individuos. Dice Orestes en la Electra, de Eurípides: ¿Se pondrán de mi parte si ganamos?” Y el Anciano responde: “Sin duda, tal es la condición de los esclavos”. Céline nos ofrece varios ejemplos de esta conducta tan común, en su Viaje al fin de la noche, donde también se afirma: “rejuvenecemos a medida que envejecemos si intentamos perder por el camino la mentira, el miedo y el innoble deseo de obedecer”. Lo malo es que el bienestar no quiere saber nada de la verdad.

 

5)      Algunas emociones como el miedo y la ira son reacciones inducidas por los convencionalismos sociales, transmitidos por el hábito, la tradición y la política: signos externos de posición social, valores vigentes y presupuestos identitarios fundamentan lo que se considera socialmente ofensivo, amenazante, de mal gusto, intocable (Konstantino Kavafis, Esperando a los bárbaros)

 

Son también importantes las propuestas originalmente estoicas, pero desarrolladas por la literatura universal, de que

 

6)      En ningún caso deberíamos poner en primer lugar nuestra lealtad a ninguna forma de gobierno, poder temporal o conveniencia política, sino a la comunidad moral constituida por todos los seres humanos. (W.B. Yeats, Un aviador irlandés prevé su muerte; W.H. Auden, Otro tiempo). Frente al daño que los bandos y las lealtades producen en la vida política, la razón es difícil de falsear.

 

Sin embargo, también hay que saber que

 

7)      Ni la razón ni la moral son guías ni elementos decisivos en la política, como ya explicaron Maquiavelo (Discursos sobre la primera Década de Tito Livio) Max Weber (La política como profesión) y Norbert Elias (La sociedad de los individuos)

 

8)      Mantener un distanciamiento crítico respecto de los ‘ídolos de la tribu’ (el hombre cree que es verdad aquello que desea, prefiere, espera o le emociona ―observaron Séneca y Francis Bacon) es una forma de exilio, al perder la cálida sensación de cobijo de quien se encuentra rodeado por personas que comparten unas mismas convicciones y pasiones. Si uno comienza a vivir como un niño que ama y confía en sus padres, resulta tentador querer reconstruir la ciudadanía siguiendo las mismas pautas, como pretenden en vano los héroes de los romans y los libros de caballerías. Por eso, muchos preferirán luego renunciar a la libertad (Étienne de la Boétie, Discurso sobre la servidumbre voluntaria) y la autonomía personal (Alberto Moravia, El conformista), al revés de lo que hacía el adolescente William Wordsworth cuando leía:

 

Reading or thinking; either to lay up

New stores, or rescue from decay the old

 

[Leyendo o pensando; ya para asentar

Nuevos fundamentos o salvar los viejos del declive]

(El Preludio I, 116-118)

 

9)      Gran parte de la vida humana se basa en el hábito más que en la razón; pero incluso si algo fuera ‘natural’ o ‘propio’, no se podría deducir que no podemos ni debemos regularlo o incluso cambiarlo. Somos seres escindidos y divididos tanto individual como históricamente, pero esas determinaciones no constituyen, para Goethe, motivo suficiente para convertirlas en un valor. En sus Conversaciones con Eckermann, explica cómo la literatura es capaz de superar y trascender las diferencias de siglo, raza, lengua y cultura. También de cultura, porque como advirtió Julio Caro Baroja, en El laberinto vasco, pp. 112-113,

 

la incultura también se cultiva. Hoy lo vemos mejor que nunca […] ¿Qué es un pub, qué es una taberna, qué es un partido de fútbol o un hincha de un equipo? ¿No son otras tantas cosas cultivadas y con estiércoles mucho más ricos que los que nutren a una Facultad de Letras? ¿No son focos de incultura? ¿No son cultivos en el sentido más estricto de la palabra, los de la plantas que producen la droga y la locura? ¿No es un rico y productivo cultivo el de los alcoholes mortales? ¿No hay que poner mucho esfuerzo, atención y ciencia en la fabricación de armas mortíferas? Todo esto es cultivo. ¿Todo será Cultura? Sí. Hasta la incultura, objeto de grandes siembras, de metódicas siembras, regadas con las aguas (¿fecales?) de la propaganda, del mitin y del articulazo del periódico doctrinal […]

Ahora no sabemos distinguir el Bien y el Mal, porque hay honrado u honrada vecina de nuestra casa aldeana que está en la situación del niño romano que, en el circo, compadecía al pobrecito león que no tenía cristiano que comer. Acaso este niño inocente era un precursor de Nietzsche sin saberlo, pero lo cierto es que ahora hay miles de nietzscheanos de perra gorda, no sólo entre artistas y literatos tan mediocres como altisonantes y despectivos, sino donde menos se piensa: en las cererías de los pueblos, en los mercados, vendiendo anchoas o bonito a su tiempo. […]

¡Qué suerte en esta época en que todos buscamos afanosos las raíces de nuestra “identidad cultural”! ¡Ser idéntico a sí mismo! Lo malo es que nosotros en estado de cultivo no lo somos [y puede pasarnos como a] Behrish, el amigo de Goethe, que se pasó toda la vida creyendo que cultivaba geranios y cuando los botánicos le dijeron que parte de quellas plantas no eran geranios, sino pelargonias, cosideró que los tales botánicos eran unos majaderos y les mandó a paseo.

 

Un rasgo de humanidad fundamental es el amor hacia el que está más próximo y con el que hemos adquirido responsabilidades: en la novela de Boris Pasternak, Doctor Jivago, hay un personaje apodado Rastrelnikov (el fusilador), que asesina revolucionariamente en nombre de ‘la humanidad’; lo hace basándose en lo general (la raza, la clase y la nación) y convencido de que hay que seguir una determinada doctrina para alcanzar la perfección.

 

Deberíamos llevar a cabo las tareas que nos corresponden en la vida que, en parte, nos ha tocado y, en parte, hemos elegido (Konstantino Kavafis, La ciudad). Un individuo no es de todos los tiempos ni de todos los lugares ni la lengua que habla ni la historia en la que está inmerso, pero la Bondad, la Nobleza y la Belleza no están ligadas a ninguna nación, país o región del mundo.

 

Ver a los demás como seres concretos y no como clones de un prototipo social supone convertirse en un intérprete sensible y empático. Marco Aurelio lo expresa así en sus Meditaciones: “acostúmbrate a no distraerte frente a lo que otra persona dice y al significado de lo que expresa y, en la medida de lo posible, penetra en sus impulsos, intereses y pensamientos”. Sófocles plantea en el Filoctetes la necesidad política de no utilizar a un ser humano como instrumento del bien común. Y en el Licenciado Vidriera, Cervantes denuncia la incapacidad de los otros para ver la realidad de la persona que está ante ellos, en lugar de ver sólo lo que sus propias mentes han creado.

 

Todo esto, en suma, lo descubrimos a través de la literatura; pero leer con provecho requiere ir

 

 

SORTEANDO ALGUNAS TRAMPAS

 

La lectura y exploración literarias pueden, en efecto, ayudarnos a eludir los lugares comunes, a saber:

 

1) EVITAR EL REDUCCIONISMO

 

Trasímaco, un personaje platónico, ya decía lo mismo que algunos repiten en nuestros días: que ‘todo es política’, en el sentido de que todas las decisiones sociales y culturales se derivan de la lucha por el poder y quien manda es quien decide qué es lo verdadero, bueno, justo, razonable y conveniente. Pero no es ni debe ser así; por el contrario,

 

-            la política es una dimensión, entre otras, de la vida humana; su intromisión en todos los ámbitos de la vida individual y social, privada y pública es el síntoma más claro de totalitarismo (no se puede legislar sobre cualquier cosa; tampoco se debe confundr vida pública’ con ‘esfera de la Administración del Estado’ o de los poderes públicos)

 

-            La búsqueda de lo verdadero, bueno, justo y conveniente es también una tarea privada del individuo, que no puede ser socavada ni monopolizada por la política y sus programadores,

 

·           porque la política no tiene nada que ver con la verdad, sino con la seducción, como observa Hécuba y ejemplifica el cínico y rampante Ulises del Filoctetes: “con los choques de la experiencia he aprendido que es la lengua la que todo lo maneja entre los mortales”

 

·           y porque a menudo, y en el peor de los casos, “no son los crímenes los que cuentan, sino las meteduras de pata” y “el aburrimiento” (como resume Bardamu en su Viaje al  fin de la noche)

 

-            En otro sentido más noble, la política es el ámbito del debate público, ejercido libremente; lo cual implica

 

·                libertades específicas, fundadas (nunca son naturales) y garantizadas institucionalmente

·                decidir previamente quién es el sujeto de estas libertades, derechos y obligaciones (¿el individuo, el grupo, el territorio?), puesto que la «Declaración de los Pueblos» (Argel, 4 de julio de 1976) está en muchos puntos en contradicción con la Declaración de los Derechos Humanos (ONU,10 de noviembre de 1948)

·                y la distribución de dichas libertades, derechos y obligaciones (¿son para todos o para algunos? ¿depende de dónde vivan? ¿la violencia es monopolio del Estado o además puede servir para negociar objetivos políticos?)

 

 

2) ELUDIR LOS CALLEJONES SIN SALIDA

 

Carece de valor lo que Derrida y la filosofía postmoderna plantean sobre el relativismo de la verdad y los juicios de valor, pues sus argumentos son, cuando menos, simplistas.

 

Para empezar, el relativismo se relativiza a sí mismo y podemos hacerle la misma objeción que Blaise Pascal hizo al pirronismo: “nada fortalece más al relativista que el hecho de que haya quienes no son relativistas. Si todos lo fueran, estarían en un error” (Pensamientos). O dicho con palabras de Robert L. Stevenson, “es indudable que el mundo tiene razón en miles de aspectos diferentes, pero para convencernos de esta verdad necesitamos haber ido rebotando durante algún tiempo de unos en otros. Y mientras tanto, debemos hacer algo, ser algo, creer en algo” (La gruñona vejez y la juventud).

…Neither vice nor guilt,

Debasement undergone by body or mind,

Nor all the misery forced upon my sight,

Misery not lightly passed, but sometimes scanned

Most feelingly, could overthrow my trust

In what we may become; induce belief

That I was ignorant, had been falsely taught

 

[…Ni vicio o lacra,

Perversión sufrida por el cuerpo o mente

Ni toda la miseria impuesta a mi mirada,

Miseria que no encaraba frívolo, sino que a veces

Escrutaba a fondo, conseguía derribar mi fe

En aquello que podemos ser, ni me incitaban a pensar

Que yo era un ignorante, falsas mis creencias]

(Wordsworth, El Preludio VIII, 645-651)

 

Por otro lado, ¿qué sentido tiene relativizar culturas que no son relativistas ni utilizan criterios relativistas de evaluación? ¿Qué consecuencias tendrá el relativismo dirigido contra la propia cultura cuando existen otras que, por el contrario, creen que deben interferir en las prácticas culturales ajenas? Algunas afirmaciones derridianas sobre la cultura occidental frente a la cultura china, que supuestamente carece de la noción de individuo y no diferencia entre sujeto y mundo ni entre hechos y valores, son tan simplistas como las de John Locke respecto del pensamiento indio. Por el contrario, las culturas

 

-            son plurales, no monolíticas

-            argumentan, resisten y contestan las normas (las divisiones entre urbano y rural, femenino y masculino, rico y pobre son universales)

-            en las verdaderas culturas, lo que la mayoría de las personas piensa suele diferir de lo que piensa la mayoría de los artistas e intelectuales

-            tienen diversos campos de activividad y pensamiento (no sólo aquel con que tendemos a identificar una cultura extraña)

-            tienen un presente y un pasado

 

 

3) APRENDER A JUZGAR

 

Cuando uno es joven tiende a

 

-            Confundir el examen crítico con la aceptación de la diferencia o dicho de otra manera, confunde la tolerancia (tal como la plantea John Locke) con la aceptación incondicional de la diferencia y la renuncia a evaluar, porque siente injusto o autoritario criticar los valores y creencias de los demás. Entonces se refugia en un lugar común: “todas las opiniones son respetables”; lo que no es cierto, pues para ser tolerante hay que tener puntos de vista definidos sobre lo que es adecuado e inadecuado, aceptable e intolerable (como el fanatismo, la coerción y la violencia indiscriminada). La libertad personal tampoco nos exige considerar todas las opciones como igualmente buenas y una persona puede tener puntos de vista particulares sobre lo que es una conducta buena o mala y probablemente quiera educar a sus hijos en consecuencia, sin dejar de ser tolerantes con la conducta privada de sus vecinos

 

-            Experimentar un sentimiento de rebeldía contra la propia cultura (que deja de ser entendida como instrumento emancipador de su minoría de edad, según Kant, gracias a las exigencias, obligaciones y jerarquías que acarrea) y desear sustituirla por otra, facultativa (no obligatoria) y entretenida (Finkielkraut). Desde antiguo, una forma de hacerlo ha sido mediante la sublimación de la vida preurbana (la Arcadia), alejada en el tiempo (la Edad de Oro) o en el espacio (el Buen Salvaje-Indígena-Nativo). En este sentido, hay que distinguir el  multiculturalismo, asociado al relativismo y las políticas de fortalecimiento de la identidad social (que sugiere el reconocimiento acrítico y la exaltación de las diferencias, como si todas las prácticas culturales fueran neutras o legítimas) del interculturalismo (que reconoce las necesidades, derechos, aspiraciones y problemas comunes que atraviesan las diferentes culturas y el diálogo crítico en el interior de las mismas).

 

 

4) Y DETECTAR LA MANIPULACIÓN

 

Tenemos que aprender a detectar el adoctrinamiento y la propaganda en las sociedades de la información. El primero se caracteriza por que:

 

·         las conclusiones se dan por supuestas de antemano

·         se presentan como parte de un grupo unificado de creencias, que forman una visión abarcadora del mundo

·         y dicho sistema cerrado sirve para interpretar cualquier nueva información

 

Asimismo, las preferencias individuales pueden verse distorsionadas por un sinnúmero de factores ideológicos: ausencia, selección, orientación y reiteración de la información, errores lógicos y emociones derivadas de la educación y las ‘preferencias adaptativas’, a saber: adaptación al deseo de control de los demás, a fin de contar con oportunidades en el grupo.

 

Para entender estos mecanismos, tenemos que partir de dos conceptos íntimamente relacionados: ideología y discurso. Según Marx y Engels, la ideología es el conjunto de ideas, valores y normas destinados a justificar el dominio de una clase social por otra; aunque el semiólogo Teun Van Dijk distingue no sólo ideologías de dominación, sino también de resistencia, de cohesión interna de un grupo, de supervivencia y del sentimiento (que son las que tienen que ver con el párrafo anterior).

¿Cómo se logra ese dominio o control social? Construyendo un consenso en las rutinas y prácticas cotidianas de los ciudadanos, mediante los medios de reproducción de ideas, valores y normas, a saber: la política, los mass media y la educación. Un siglo después de Marx y Engels, Antonio Gramsci utilizaría la expresión hegemonía ideológica para referirse a lo mismo (concepto que desarrollaron los pensadores de la escuela de Frankfurt  y sociólogos como Pierre Bourdieu).

La construcción de dicho consenso pasa tan inadvertida a los ciudadanos que Teun Van Dijk ha eliminado la distinción sujeto-objeto para estudiar la formación y características de las ideologías, prefiriendo enfocar su análisis en el discurso y la representación de las mencionadas ideas, valores y normas, a través del lenguaje multimodal, simbólico y ritual.

La importancia de ponernos en guardia contra este tipo de manipulación salta a la vista si atendemos a las consecuencias de dicha hegemonía ideológica; pues una vez que la ideología ha sido asumida por la mayoría de los ciudadanos, impregnando distinto ámbitos de la vida social y parasitando las instituciones, está disponible para organizar y legitimar las acciones del grupo.

En definitiva, si no somos capaces de leer textos relativamente complejos (no sólo escritos, sino multimodales y simultáneos), es fácil que interioricemos lo que sus emisores y programadores desean; tan fácil como construir una ‘opinión publicada’(que no ‘pública’) y hegemónica, disponiendo de unos medios de comunicación subvencionados, una legislación coercitiva y un sistema educativo adaptado y supeditado a esos mismos objetivos.