presentació

EL QUIJOTE.

EL DESAJUSTE CON LA REALIDAD

2. ¿Qué debo hacer?

Actividad de motivación

¿Qué estás dispuesto a perder para vivir tu propia vida?

Actividad introductoria: engaño

¿Conoces la historia de cómo Jacob suplantó a su hermano Esaú para conseguir la herencia del padre? Para entender tan sorprendente decisión hay que recordar que Esaú había vendido antes su primogenitura a Jacob por un plato de lentejas (de ahí viene la expresión).

20)   Entonces, ¿sabía Isaac que no estaba hablando con Esaú? ¿Qué indicios hay en el texto que nos hagan suponer que lo sabía y no le importaba?

21)   ¿Qué quiere decir Guzmán de Alfarache cuando afirma que los hombres y los tratos de las ferias “llevan la voz de Jacob y las manos de Esaú”?

Contexto económico y filosófico

En las aventuras del mozo Andrés y la de los mercaderes de seda (ambas en I,4), don Quijote carece de sagacidad para precaverse de la picardía del mozo y no sospecha las obligaciones que acarrea administrar bien una hacienda. Y con respecto al encuentro con los mercaderes, también se muestra incapaz de reconocer una actividad mercantil tan simple como aquella.

Por otro lado, Montaigne observa que “hay una ignorancia analfabeta que precede a la ciencia y otra doctoral, que la sigue. La ciencia hace y engendra esta ignorancia, como destruye y deshace la primera” (Ensayos I, liv)

Y Kant, el Círculo de Viena, Husserl y Heidegger coinciden en afirmar que después de Galileo, se consuma la sustitución del mundo real para el sentido común por las idealidades del mundo matemático, considerado el único mundo real.

Primera y Segunda Parte: inventarse la vida

 —Ahí está el punto —respondió don Quijote— y esa es la fineza de mi negocio, que volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias: el toque está en desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto ¿qué hiciera en mojado? […] Quiérote hacer sabidor de que todas estas cosas que hago no son de burlas, sino muy de veras, porque de otra manera sería contravenir a las órdenes de caballería, que nos mandan que no digamos mentira alguna, pena de relasos1, y el hacer una cosa por otra lo mesmo es que mentir. Ansí que mis calabazadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleven nada del sofístico ni del fantástico.

Don Quijote de la Mancha I, 25

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1 relapsos, que en los procesos inquisitoriales era la de muerte

 

Harry Haller, el protagonista de El lobo estepario (1927), de Hermann Hesse, es, como don Quijote, “un hombre de unos cincuenta años”. Ambos están enfermos: si a éste “se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio”, aquél padece “del espíritu, el ánimo o el carácter”; si uno es colérico y algo melancólico, el otro es maniaco depresivo.

 

Como en el Quijote, el cañamazo de esta novela es un manuscrito encontrado por un editor; quien nos informa de que el manuscrito que dejó Haller “es un documento de la época, la neurosis de aquella generación” y “un paseo por el infierno con la voluntad de mirar frente a frente al caos, soportar el mal hasta el fin”; pues, igual que en la novela cervantina, esta otra trata de la desorientación de un hombre y una generación, “extraviados entre dos épocas, entre dos estilos de la vida; de tal suerte que tienen que perder toda naturalidad, toda norma, toda seguridad e inocencia”.

¿Cuál es la propuesta quijotesca?

a)       Inventarse a sí mismo partiendo del triple modelo de la caballería medieval: la relaciones entre hombre y mujer basadas en la cortesía (fidelidad, respeto y ternura); el ideal de vida masculina, cuyo modelo es el honnette homme (el hombre de buena compañía que no se da a conocer por un oficio o quehacer determinado, sino por su honradez, riqueza espiritual y atención a los demás) y la búsqueda de lazos sociales basados en el respeto a la libertad personal. Un ejemplo: en la venta de Juan Palomeque aparece un nuevo huésped: el adolescente don Luis, que se ha escapado de casa para seguir a doña Clara, la hija del oidor, su vecino, de la cual don Luis está enamorado sólo de vista. Es, en cierto modo, lo mismo que ha hecho don Quijote a sus cincuenta años enamorándose de Aldonza-Dulcinea, a imitación de Amadís y, antes, de Lanzarote (en La muerte de Arturo); el cual, se había vuelto loco sin el amor de la reina Ginebra (es decir, había perdido el sentido común que los moralistas ingleses de la época Tudor creían propio del sentiment más que de la reason)

b)      Y cultivar la humanidad. Mientras la sobrina y el ama tratan de impedir su tercera salida, don Quijote expone su ideal del caballero perfecto (II, 6 y 18), sobre la falsilla evangélica (I Cor. 13, 4-7), pero siempre desde un punto de vista humano: como el joven estudiante don Luis cuando encarece su amor por doña Clara, diciendo que “por ella dejé la casa de mi padre” (Mt. 19, 5); y como en la aventura del retablo que llevaban unos labradores, donde los santos y caballeros que “pelearon a lo divino” (San Jorge, San Mauricio, Santiago, San Martín, San Pablo) inducen a don Quijote a meditar sobre el fracaso de su pelea “a lo humano” (II, 58)

De galeotes y bandoleros

En su segunda salida, don Quijote se da de cara con una cuerda de presos, condenados a remar en las galeras:

22)   Observa el diálogo que entablan con don Quijote: ¿cómo se manifiesta lingüísticamente la incomunicación? ¿Don Quijote entiende lo que ve?

23)   Uno de los galeotes, Ginés de Pasamonte, “iba en hábito de estudiante”, “era muy grande hablador y muy gentil latino” y está escribiendo una autobiografía que, según él, superará la del Lazarillo. ¿A qué otro galeote famoso que fue muy buen estudiante retórico y latino y, además escribió su autobiografía recuerda Ginés de Pasamonte?

En su tercera salida, don Quijote atraviesa una región infestada de bandoleros y conoce a uno, cuya existencia está documentada históricamente. Sin embargo, Cervantes no da ninguna información sobre sus circunstancias históricas: las luchas banderizas entre los magnates rurales y urbanos de Cataluña, cómplices e instigadores del bandolerismo. Prefiere, en cambio, darnos una versión legendaria y caballeresca, es decir, novelesca del asunto:

24)   ¿Por qué cuando la situación requiere valentía y heroísmo caballerescos, don Quijote se rinde admirativamente ante unos delincuentes?

Sintetizando: distanciamiento

Antes de la aventura de Clavileño, Cervantes elogia irónicamente a Cide Hamete por su estilo exacto y detallado, creando un efecto distanciador en el lector que sirve para que éste se percate del carácter ficticio de lo que lee y de que todos, incluido el autor, son pura invención. Pero Sancho ¿miente o se cree el viaje aéreo?

 

El caso es que cuando le ofrecen el gobierno de la ansiada ínsula, responde:

Después que bajé del cielo, y después que desde su alta cumbre miré la tierra y la vi tan pequeña, se templó en parte en mí la gana que tenía tan grande de ser gobernador […] Si vuestra señoría fuese servido de darme una tantica parte del cielo, aunque no fuese más de media legua, la tomaría de mejor gana que la mayor ínsula del mundo.

Don Quijote de la Mancha II, 42

25)   El comportamiento de Sancho es ambiguo: ¿su distanciamiento ya es igual que el de su amo o todavía no? Justíficalo

Ejemplificando: un loco cuerdo

Los Antiguos elaboraron, junto a la razón teórica, centrada en lo necesario, una sabiduría práctica: el discernimiento (“conocimiento discreto” lo llama don Quijote), orientado a señalar la acción que conviene cada vez que que nos encontramos en una incertidumbre; pues cada individuo es inseparable de su circunstancia y trata de “buscar el sentido de lo que le rodea”(Ortega y Gasset). De ahí la tendencia quijotesca a no dejarse deslumbrar por las apariencias,

que no todos son corteses ni bien mirados: algunos hay follones y descomedidos; ni todos los que se llaman caballeros lo son de todo en todo, que unos son de oro, otros de alquimia, y todos parecen caballeros, pero no todos pueden estar al toque de la piedra de la verdad. Hombres bajos hay que revientan por parecer caballeros, y caballeros altos hay que parece que aposta mueren por parecer hombres bajos: aquellos se levantan o con la ambición o con la virtud, estos se abajan o con la flojedad o con el vicio; y es menester aprovecharnos del conocimiento discreto para distinguir estas dos maneras de caballeros, tan parecidos en los nombres y tan distantes en las acciones.

Don Quijote de la Mancha II, 6

26)   ¿Sabes lo que es un caballero de industria?

Planteando cuestiones: desengaño

Sin embargo, por entonces comenzó a a nacer otro tipo de verdad. En el mismo pasaje donde afirma que el universo está escrito en lenguaje matemático, Galileo define la Ilíada y el Orlando furioso como “obra de la fantasía de un hombre donde la verdad de lo escrito es lo menos importante”. Es la  misa objeción que le hace a don Quijote su sobrina: “advierta vuestra merced que todo eso que dice de los caballeros andantes es fábula y mentira”. Pues a partir de ahora, como explicará Kant, la razón (o sea, el método científico) obliga a la Naturaleza a contestar las preguntas que ella hace:

Pero hay algo más. Los autores del Manifiesto de Viena, titulado La concepción científica del mundo (1929), añaden que dicha concepción forma parte de las “feroces luchas sociales y económicas del presente”, en las que ellos distinguen “un grupo de combatientes aferrados a formas sociales del pasado” frente a otro grupo (con el que se identifican) “vuelto hacia los nuevos tiempos, conectado con el desarrollo del proceso moderno de la producción que está llegando a ser cada vez más rigurosamente mecanizado técnicamente y deja cada vez menos espacio para las ideas metafísicas heredadas.”

Han tenido que pasar dos siglos para replantearnos esta nueva fe en la razón. El protagonista de la novela Homo Faber (1957), de Max Frish,  es un ingeniero suizo a quien tampoco le gustan las novelas ni los sueños (siendo él protagonista de una y con inclinación a soñar siempre con alguien o algo). “Nadie puede venir que no estuviera ya a bordo” –piensa Walter en el trasatlántico que lo lleva a París; pero durante el viaje empieza a imaginar a Hanna y en el vuelo de Zurich a Atenas, mientras cruza los Alpes, practica el juego de comparaciones que practicaba con su novia-hija Sabeth. “Yo no creo en la Providencia ni en un Destino; como técnico, estoy acostumbrado a calcular según las fórmulas de probabilidad […] Yo no necesito ninguna clase de mística para admitir lo inverosímil como un hecho experimental; las matemáticas me bastan”. Pero todo lo que le pasa hasta ese momento sucede contraviniendo sus planes y es fruto del azar: por azar se embarcó y conoció a bordo a su hija, que había nacido por el azar de no haberse casado él con su madre (pues Hanna y Walter habían decidido no tenerla si se casaban). “Yo soy técnico y estoy acostumbrado a ver las cosas tal como son. Pero  llega un momento en que reconoce, como don Quijote, que “ya no sabía qué era verdad y qué era mentira”. Todo lo que Walter Faber vivió en sus últimos treinta años, y sigue viviendo en la primera parte de la novela, descubre que lo ha vivido a ciegas (al contrario, paradójicamente, de Armin, el anciano invidente que conoció Hanna de niña), porque los hombres no son su función: no son sustituibles concluye. Lo que es sustituible es su función: “el montaje se hizo perfectamente… sin mí”.

Por eso, Heidegger distingue entre el ‘pensar calculador’ (la mencionada ‘concepción científica del mundo’) y el ‘pensar meditativo’, que se ocupa de buscar el sentido; pues la razón no conoce más que lo que ella produce:

Compara el documental anterior con la aventura del barco encantado:

 

 

27)   ¿En qué se diferencia el uso que hacen del Mar de Aral o del río Ebro a) los gestores políticos e ingenieros de la URSS, b) los pescadores y c) don Quijote y Sancho?

 

28)   ¿El “conocimiento discreto” de don Quijote  y el “pensar meditativo” de Heidegger te parecen complementarios o incompatibles con la “razón científica”, desde el punto de vista de la búsqueda de la verdad?

 

Actividad de desarrollo: Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo

Amadís se interroga en la Peña Pobre sobre el valor de la vida, la fortuna y su función en la corte; tampoco comprende qué es el amor. Tiene que retirarse a la Ínsula Firme con otros caballeros como él, a la espera de que se mueran los viejos para heredar; que es lo que también aguarda Ivanhoe (1820), de Walter Scott. Pero una vez que Ivanhoe consigue casarse y heredar el feudo, muere Ricardo Corazón de León y eso le impide ascender en la corte. Entonces se refugia en sus tierras, donde languidece viendo pasar los días.

Lee esta columna y contesta:

29)   Los retiros de Amadís e Ivanhoe ¿dónde son más previsibles, según el autor: en Marruecos o en los otros países? ¿Por qué?

30)   En el título y al final de su columna, el autor hace referencia a un hecho del pasado y a un hipotético futuro, ambos europeos. ¿Qué relación guardan con la actualidad de Túnez, Egipto e Irán?

Actividad de síntesis: un lugar del que no quiero acordarme

Las novelas y libros de caballerías nos liberaron del tiempo circular de la tragedia antigua, sustituyéndolo por un tiempo lineal y extrafamiliar. Yvain y Lancelot, como antes Ulises, dejan su familia y su tierra para salir al mundo, lleno de aventuras, esfuerzos y descubrimientos que habrán de renovar sus descendientes, porque el aprendizaje caballeresco no termina nunca; como tampoco la pasión por el orden, la virtud, la verdad y la justicia frente a un mundo hostil y caótico, siempre y necesariamente lejos del apoyo familiar.

31)   Volviendo a la columna de la pregunta anterior, ¿de qué modo esos jóvenes estudiantes “del mundo árabe” salen al mundo para poder inventarse su vida?

El Quijote supera dos defectos que el canónigo del capítulo I,47 achaca a muchos libros de caballerías: que eran tan inverosímiles (en el contenido y en la forma) que se hacían aburridos o insustanciales. Al mismo tiempo, el de Cervantes explota una de las virtudes que el cura reconoce en esta clase de libros:  su capacidad de entretener por la variedad de sus peripecias, ambiente, asuntos y personajes.

32)   ¿Qué es lo que más te gusta del Quijote?

Actividad de ampliación: el rey de Tule, de Goethe

33)   ¿Qué simboliza la copa del rey de Tule?

 

Hermann Hesse escribió el siguiente diálogo entre el protagonista de su novela El lobo estepario y Goethe:

 

Haller . ‒“Usted, señor Goethe, ha conocido la cárcel de lo cotidiano, flotar en el vacío y en la incertidumbre, estar condenado a lo efímero, a lo incompleto, al ensayo permanente, al diletantismo y, sin embargo, ha expresado fe y optimismo, ha fingido a sí mismo y a los demás una perdurabilidad y un sentido a nuestros esfuerzos espirituales.”

 

Goethe . ‒ “Creo que luchar contra la muerte, el afán absoluto y terco de querer vivir, es el estímulo por el cual han actuado y han vivido todos los hombres sobresalientes. Que al final, sin embargo, hay que morir… esto, en cambio, mi joven amigo, lo he demostrado a los ochenta y dos años de modo tan concluyente como si hubiera muerto siendo niño. Por si pudiera servir para mi justificación, aún habría que añadir una cosa: en mi naturaleza ha habido mucho de infantil, mucha curiosidad y afán de juego, mucho placer en perder el tiempo.”

 

34)   ¿Hay el mismo instinto de juego en don Quijote? ¿Cómo se manifiesta? Recuerda, por ejemplo, lo que se le ocurre a orillas del Ebro: “Has de saber, Sancho, que este barco que aquí está, derechamente y sin poder ser otra cosa en contrario, me está llamando y convidando a que entre en él y vaya en él a dar socorro a algún caballero o a otra necesitada y principal persona que debe de estar puesta en alguna grande cuita” (II, 29).

En otra ocasión, desorientados y solos en medio de la “noche escura”, que les presenta un misterio a los oídos, Sancho cuenta a su amo lo siguiente:

 

Díjole don Quijote que contase algún cuento para entretenerle, como se lo había prometido; a lo que Sancho dijo que sí hiciera, si le dejara el temor de lo que oía.

—Pero, con todo eso, yo me esforzaré a decir una historia que, si la acierto a contar y no me van a la mano, es la mejor de las historias; y estéme vuestra merced atento, que ya comienzo. «Érase que se era, el bien que viniere para todos sea, y el mal, para quien lo fuere a buscar...» Y advierta vuestra merced, señor mío, que el principio que los antiguos dieron a sus consejas no fue así como quiera, que fue una sentencia de Catón Zonzorino romano,1 que dice «y el mal, para quien le fuere a buscar», que viene aquí como anillo al dedo, para que vuestra merced se esté quedo y no vaya a buscar el mal a ninguna parte, sino que nos volvamos por otro camino, pues nadie nos fuerza a que sigamos este donde tantos miedos nos sobresaltan.

—Sigue tu cuento, Sancho —dijo don Quijote—, y del camino que hemos de seguir déjame a mí el cuidado.

—«Digo, pues —prosiguió Sancho—, que en un lugar de Estremadura había un pastor cabrerizo, quiero decir que guardaba cabras, el cual pastor o cabrerizo, como digo de mi cuento, se llamaba Lope Ruiz; y este Lope Ruiz andaba enamorado de una pastora que se llamaba Torralba; la cual pastora llamada Torralba era hija de un ganadero rico; y este ganadero rico...»

—Si desa manera cuentas tu cuento, Sancho —dijo don Quijote—, repitiendo dos veces lo que vas diciendo, no acabarás en dos días: dilo seguidamente y cuéntalo como hombre de entendimiento, y si no, no digas nada.

—De la misma manera que yo lo cuento —respondió Sancho— se cuentan en mi tierra todas las consejas, y yo no sé contarlo de otra, ni es bien que vuestra merced me pida que haga usos nuevos.

—Di como quisieres —respondió don Quijote—, que pues la suerte quiere que no pueda dejar de escucharte, prosigue.

—«Así que, señor mío de mi ánima —prosiguió Sancho—, que, como ya tengo dicho, este pastor andaba enamorado de Torralba la pastora, que era una moza rolliza, zahareña, y tiraba algo a hombruna, porque tenía unos pocos de bigotes, que parece que ahora la veo».

—No la conocí yo —respondió Sancho—, pero quien me contó este cuento me dijo que era tan cierto y verdadero, que podía bien, cuando lo contase a otro, afirmar y jurar que lo había visto todo. «Así que, yendo días y viniendo días, el diablo, que no duerme y que todo lo añasca,2 hizo de manera, que el amor que el pastor tenía a la pastora se volviese en omecillo3 y mala voluntad; y la causa fue, según malas lenguas, una cierta cantidad de celillos que ella le dio, tales, que pasaban de la raya y llegaban a lo vedado; y fue tanto lo que el pastor la aborreció de allí adelante, que, por no verla, se quiso ausentar de aquella tierra e irse donde sus ojos no la viesen jamás. La Torralba, que se vio desdeñada del Lope, luego le quiso bien, más que nunca le había querido.»

—Esa es natural condición de mujeres —dijo don Quijote—, desdeñar a quien las quiere y amar a quien las aborrece. Pasa adelante, Sancho.

—«Sucedió —dijo Sancho— que el pastor puso por obra su determinación y, antecogiendo sus cabras, se encaminó por los campos de Estremadura, para pasarse a los reinos de Portugal. La Torralba, que lo supo, se fue tras él y seguíale a pie y descalza desde lejos, con un bordón en la mano y con unas alforjas al cuello, donde llevaba, según es fama, un pedazo de espejo y otro de un peine y no sé qué botecillo de mudas para la cara; mas llevase lo que llevase, que yo no me quiero meter ahora en averiguallo, solo diré que dicen que el pastor llegó con su ganado a pasar el río Guadiana, y en aquella sazón iba crecido y casi fuera de madre, y por la parte que llegó no había barca ni barco, ni quien le pasase a él ni a su ganado de la otra parte, de lo que se congojó mucho porque veía que la Torralba venía ya muy cerca y le había de dar mucha pesadumbre con sus ruegos y lágrimas; mas tanto anduvo mirando, que vio un pescador que tenía junto a sí un barco, tan pequeño, que solamente podían caber en él una persona y una cabra; y, con todo esto, le habló y concertó con él que le pasase a él y a trecientas cabras que llevaba. Entró el pescador en el barco y pasó una cabra; volvió y pasó otra; tornó a volver y tornó a pasar otra.» Tenga vuestra merced cuenta en las cabras que el pescador va pasando, porque si se pierde una de la memoria, se acabará el cuento, y no será posible contar más palabra dél. «Sigo, pues, y digo que el desembarcadero de la otra parte estaba lleno de cieno y resbaloso, y tardaba el pescador mucho tiempo en ir y volver. Con todo esto, volvió por otra cabra, y otra, y otra...»

—Haz cuenta que las pasó todas —dijo don Quijote—, no andes yendo y viniendo desa manera, que no acabarás de pasarlas en un año.

—¿Cuántas han pasado hasta agora? —dijo Sancho.

—¿Yo qué diablos sé? —respondió don Quijote.

—He ahí lo que yo dije: que tuviese buena cuenta. Pues por Dios que se ha acabado el cuento, que no hay pasar adelante.

—¿Cómo puede ser eso? —respondió don Quijote—. ¿Tan de esencia de la historia es saber las cabras que han pasado por estenso, que si se yerra una del número no puedes seguir adelante con la historia?

—No, señor, en ninguna manera —respondió Sancho—; porque así como yo pregunté a vuestra merced que me dijese cuántas cabras habían pasado, y me respondió que no sabía, en aquel mesmo instante se me fue a mí de la memoria cuanto me quedaba por decir, y a fe que era de mucha virtud y contento.

—¿De modo —dijo don Quijote— que ya la historia es acabada?

—Tan acabada es como mi madre —dijo Sancho.

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1 ‘Catón el Censor o Censorino’, contaminado su nombre con zonzo ‘tonto’

2 enreda

3 enemistad

 

35)   ¿Para qué crees que le cuenta esta historia? ¿Cuál es la fórmula que Sancho utiliza? ¿Y la de Ramón Gómez de la Serna en el siguiente texto?

 

 

1. ¿Quién soy?

3. ¿Cómo es el mundo?