presentació

7 DE JULIO

EL SENTIDO HISTÓRICO

3. ¿Cómo es el mundo?

 

Actividad de motivación

¿Has oído hablar de las dos Españas? ¿Con qué asocias la expresión “guerra civil”?

 

Actividad introductoria: Goya

A lo largo de los Episodios Nacionales, los dos zascandiles de esta pintura negra van cambiando de nombres, casacas, escuelas y partidos; pero su actitud pendenciera es inalterable. He aquí algunos:

El equipaje del Rey José

Carlos Navarro (patriota)

vs.

Salvador Monsalud (afrancesado)

Memorias de un cortesano de 1815

 

 

la primera casaca

vs.

La segunda casaca

Episodio en el que Salvador Monsalud acaba yéndose de España desengañado, pues comprueba que sólo prevalece el amor a las patrias chicas y los cambios políticos se resumen en sustituir personas y clientelas

El grande Oriente

 

 

7 de julio

Escuela de Naranjo (carcunda)

vs.

Escuela de don Patricio Sarmiento (revolucionario), quien afirma “yo soy un hombre que predica constantemente a sus amigos el rigor y la crueldad, porque estamos en tiempos de exterminio”

Un voluntario realista

Los idealistas Tilín y Zumalacárregui

vs.

Jaime Servet, alias de Salvador Monsalud

La Primera República

 

El pedagogo aberrante, con nombre de héroe de libro de caballerías: Don Florestán de Calabria, cuyo saber utilitario sirve a Leonarda para figurar en sociedad y explotar con gran provecho su condición de hetaira

vs.

Los Ayacuchos

el “dulce y modesto”, además de “honrado” Agustín Argüelles, que “parecía un maestro de escuela… enalteciendo la virtud, el respeto a la ley,… la libertad”

O’Donnell

 

 

 

Cánovas

Agustín Argüelles e Isaac Brizard, “de excelente fondo moral”, “leal, ordenado, confiado y bondadoso”, “con tendencias al vivir cómodo y sin bambolla”, hijo de personas trabajadoras y “educadas en los mejores colegios de Francia” son dos ejemplos de aquel “país liberal y protestante, donde imperaban la justicia y el orden, en que los ciudadanos vivían dichosos ejerciendo sus derechos y sometidos al suave rigor de las leyes”

vs.

La Primera República

 

 

Cánovas

“lo divertido que era Madrid, donde había tanta aristocracia y tanta democracia, […] toros [sustituidos, en el siglo XX, por el fútbol] los lunes y domingos, funciones en la mar de coliseos, misas de seis a doce en todas las iglesias y a cada dos por tres, jaleo de revolución en las calles”.

“España era un país algo comunista”, pues “los españoles no se afanan por crear riqueza”

 


Después de Galdós ha habido otras interpretaciones de las dos Españas:

Ortega y Gasset

la oficial y la real (en términos actuales: la de la casta política y la de los contribuyentes)

Antonio Machado

la de casino provinciano y la de cerrado y sacristía (la absentista, oligárquica y premoderna; pero se deja la otra)

Américo Castro

la de las minorías y la de la masa cerril (distinción dañosa, porque las minorías liberales e ilustradas coincidieron en el mismo error: no considerar imprescindible ganarse o persuadir al pueblo para sus proyectos políticos y culturales)

Laín Entralgo

la de derechas y la de izquierdas (distinción imprecisa, sentimental e ineficaz)

 

 

Máximo, El País, 16-6-1991

 

50)   ¿Qué sugiere esta viñeta?

 

Según José Álvarez Junco, en la historia moderna de España se han enfrentado estas dos interpretaciones del pasado, las cuales difieren en identificar lo bueno (la Edad de Oro), lo malo (la Decadencia) y las posibles soluciones (su Redención):

 

Mitologema

Edad de Oro

Decadencia

Redención

Nacional-católico

RR.CC, Austrias, Trento,
 Imperio, Mística

s. XVII: reyes débiles

s. XVIII: reformismo antiespañol

s. XIX: revoluciones

  • Unidad política y religiosa

Laico-liberal

Edad Media,
fueros,
las tres religiones

Austrias (después de Villalar)

Clericalismo

Absolutismo

Imperio

  • Soberanía nacional
  • Democracia municipal
  • Regeneración

 

Sin embargo, ninguna de ambas Españas logró organizar un Estado asumido por todos, que fuera estable y eficaz. Por el contrario, la estructura política del siglo XIX era, según Álvarez Junco,

 

En el diagnóstico actual de nuestra nación-Estado, todavía persisten el desentendimiento y las contradicciones (señaladas en rojo):

 

 

Mitologema

Edad de Oro

Crisis (no Decadencia)

Redención

Autonómico

No hubo

  • Identidad premoderna, compartida por los dos mitologemas anteriores
  • Debilidad del Estado
  • Invertebración (Ortega) entre redes geográfico-económicas  más la existencia de redes sociales, políticas e institucionales que posibilitaron el caciquismo, el clientelismo y la cooptación (Ringrose)
  • Federalismo (ante la incapacidad de crear una identidad española abierta y asumida por todos)
  • Indoctrinación progresista y masiva (aparatos del Estado, educación, mass-media)

 

51)   En relación con estas contradicciones, comenta en grupo la siguiente afirmación de Josep Pla:

 

El país, en tant que integració de ciutadans sobre aspiracions de caràcter genèric, està per fer, s’ha de construir. Els interessos generals només existeixen quan es produeix la presumpció que repercutiran en la pròpia, personal comptabilitat.

 

[El país, en cuanto integración de ciudadanos sobre aspiraciones de carácter genérico, está por hacer, se ha de construir. Los intereses generales sólo existen cuando se presupone que repercutirán en la propia, personal contabilidad.]

 

Josep Pla, El quadern gris, 24 d’abril de 1918

 

Contexto histórico y filosófico

A juicio de Hanna Arendt, la modernidad plantea dos problemas: la historia y la labor. Marx redujo la política a labor (que él llama trabajo), con lo cual convirtió un fin como la libertad  en un medio para alcanzar la igualdad (de metas, que no de oportunidades):

 

política

vs.

trabajo

libertad

vs.

igualdad

oportunidades

vs.

metas

 

 

Mientras en la Antigüedad la labor-trabajo era una necesidad para la subsistencia (y la liberación de esta necesidad es lo que nos hacía humanos), para Marx la labor-trabajo no es algo que redimir, sino el nexo dialéctico entre Naturaleza e Historia, es decir, la actividad que nos hace propiamente humanos; algo que ya expresó Goethe en el Fausto, de Goethe: “en el principio fue la acción”, corrigiendo el Génesis: “en el principio fue el logos” (la razón, el pensamiento a través de la palabra).

Consecuencias de lo anterior:

a)       Hegel, Darwin y Marx historizan la verdad: ésta no ha de buscarse con ayuda del discurso racional, sino al final de un proceso histórico

b)      toda acción política es preparación para la violencia futura o consecuencia de la violencia pasada

c)       la praxis es superior al discurso y no lo necesita (al revés de Platón). Es más: según este plateamiento, cualquier discurso (leyes, religión…) sirve sólo para ocultar o justificar unos intereses prácticos

 

52)   Cuando haces cosas, tomas decisiones, proyectas algo… ¿no necesitas saber por qué y para qué lo haces, darles un sentido, es decir, tener un ‘discurso’? ¿Y aquello que haces o deseas responde siempre a un interés práctico y egoísta? Lee, a este propósito, la siguiente anotación de Josep Pla:

 

No es parla de res més a la població: del senyor Torras Jonama. Sembla que vol donar llargs mil duros per a la construcció de les escoles de la via i de les dels pobles de la rodalia. És el nostre filantrop. Però davant d’aquesta generositat, les reaccions són molt diverses. Hi ha molt poca gent que s’ho prengui seriosament. N’hi ha  una altra part que diu: què s’ha pensat aquest senyor amb les seves escoles? Per tan ases ens té? És boig o el fa? Hi ha, encara, un altre comentari més incisiu, si cap. Sentit al carrer: aquest ricatxo vol pagar les escoles? Per alguna cosa ho deu fer… Alguna en porta de cap…

[No se habla de otra cosa en el lugar: del señor Torras Jonama. Parece que quiere donar mil duros largos para construir las escuelas de la villa y de los pueblos de alrededor. Es nuestro filántropo. Pero ante esta generosidad, las reacciones son muy diversas. Muy pocos se lo toman en serio. Hay otros que dicen: ¿qué se ha creído este señor con sus escuelas? ¿Que somos burros? ¿Está chalado o qué? Hay aún otro comentario más incisivo, si cabe. Oído en la calle: ¿este ricacho quiere pagar las escuelas? Será por algo… Algo se trae entre manos… ]

Josep Pla, El quadern gris, 7 de desembre de 1918

 

53)   En relación con el planteamiento historicista, expuesto en el esquema anterior, ¿qué es lo que  cuestiona el narrador en el siguiente Episodio?

 

Hallábase  una tarde en el banco azul el Presidente del Consejo [de Ministros], fatigado de un largo y enojoso debate, cuando se le acercaron dos señores de la Comisión [constituyente] para preguntarle cómo redactarían el artículo del Código fundamental que dice: son españoles los tales y tales... Don Antonio, quitándose y poniéndose los lentes, con aquel guiño característico que expresaba su mal humor ante toda impertinencia, contestó ceceoso: «Pongan ustedes que son españoles... los que no pueden ser otra cosa».

Cuando ya conocimos la letra y el espíritu de la Constitución, Segismundo recitaba algunos fragmentos dándoles un sentido contrario al que textualmente tenían […] Sin atormentar su fantasía, contemplaba en los días futuros la sistemática violación de aquella Ley, como violadas y escarnecidas fueron las cinco Constituciones precedentes. En el propio estado de pérfida legalidad seguiría viviendo nuestra Nación año tras año, hasta que otros hombres y otras ideas nos trajeran la política de la verdad y la justicia.

Benito Pérez Galdós, Cánovas XI

 

Los Episodios Nacionales: 7 de julio

Por una singularidad oficial de estas a que los españoles estamos acostumbrados, Morillo mandaba a los leales y a los sediciosos. El Ministerio, en su desaforado empeño de confeccionar toda clase de artículos de pastelería, le había nombrado coronel de Guardias el mismo día 1.º de julio, y como tal y como Capitán general del distrito, mandaba frecuentes recados al Pardo, iba él mismo, subía a Palacio, entraba en el Ayuntamiento, en la casa de Ministerios, en las Cortes, visitaba el Parque, los cuarteles, los retenes, los puestos de guardias, hasta los grupitos de impacientes milicianos que cubrían las entradas de las calles. El objeto de aquel ínclito soldado era evitar la efusión de sangre, evitar un cataclismo, siempre más funesto, cualquiera que fuese su resultado, a la causa liberal que al despotismo.

En la tarde del día 4, los guardias de Palacio hicieron fuego a los patriotas que habían tomado posiciones en la subida de los Ángeles. La batalla era inminente, porque los milicianos, locos de entusiasmo, querían jarana. Acudió precisamente Riego con cañones que sacó del Parque; acudió el batallón Sagrado, decidido a atacar a los rebeldes, y el choque hubiera sido terrible sin la interposición del Capitán general, que llegó en el momento del peligro. Riego quería marchar adelante con sus fogosos milicianos; Morillo mandaba que se retirasen. Ambos personajes se miraron frente a frente.

-¿Y quién es usted? -dijo el conde de Cartagena con irónico desprecio.

-Soy el diputado Riego -contestó el héroe de las Cabezas, sorprendido de que hubiera un mortal que no le conociera.

-Pues si es usted el diputado Riego -añadió Morillo con mayor desprecio todavía-, váyase usted al Congreso, que aquí no tiene nada que hacer.

Benito Pérez Galdós, 7 de julio XV

54)   ¿Cómo contrapone Galdós a Morillo y Riego? ¿Quién sale mejor parado? ¿Por qué?

 

Relación con los conocimientos previos

Larra veía la España de 1828-36 como una sociedad de “ociosos y habladores” (“pueblo chismoso y novelero” dirá Mendizábal, en el Episodio homónimo de Galdós), pendientes de la maledicencia y del juego (los juegos de envite, de banca y, en menor medida, de baza ―especifica Josep Pla, aún el 23 de septiembre de 1918―, más que la lotería; ¡pero aún habían de llegar las quinielas!); un país en el que ser funcionario y cobrar un sueldo fijo constituían las máximas aspiraciones de una sociedad aletargada (“un cementerio”), mediocre, inculta y sin estímulos.

Por el contrario, en el citado Episodio galdosiano (Mendizábal), el jefe de sección de Fernando Calpena en la Secretaría de Hacienda es partidario de que haya un buen sistema de instrucción, que “los empleados trabajen” y haya “pocos y muy bien pagados”.

En la España de Larra había “unas cuasi instituciones reconocidas por cuasi toda la nación, una cuasi-Vendée en las provincias [foralismos y ‘hechos diferenciales’] con un jefe cuasi imbécil, una cuasi libertad de imprenta”. España estaba “cuasi siempre regida por un Gobierno de cuasi medidas” y existía “una esperanza cuasi segura de ser cuasi libres algún día”. Era, en suma, un país de “muchos hombres cuasi ineptos”.

Mariano José de Larra, “Cuasi, pesadilla política” (1835)

 

Fue la mencionada actitud común ante el trabajo, unida a la desmovilización ciudadana y la inexistencia de una conciencia cívica, la presencia de individuos  bien provistos de habilidades administrativas (burócratas y abogados) y la regionalización y heterogeneidad de los partidos políticos lo que creó las condiciones para que arraigase un sistema político-administrativo, practicado por los partidos dinásticos tanto como por los republicanos, conocido como caciquismo.

José Varela Ortega, Los amigos políticos, passim

 

El siguiente Episodio confirma que la “manipulación” de las elecciones era generalizada durante el siglo XIX. El procedimiento descrito en el diálogo era posible debido a las listas cerradas que elaboraban los partidos, de manera que los electores sólo podían votar a los candidatos designados previamente por su partido en cada distrito electoral:

 

―Ya sé ―dijo Nicomedes dejando sobre la mesa su sombrero, que era de última moda, cilíndrico, enorme, un soberbio tubo de chimenea con alas planas-, ya sé que el Presidente le quiere a usted mucho... Eso se llama caer de pie. Usted es de los que se lo encuentran todo hecho. Bien haya quien tiene el padre alcalde... Pues yo, contando con su amabilidad, venía...

―Siéntese el buen Iglesias, y dígame en qué puedo servirle.

Sentose Nicomedes, y pasándose la mano por las melenas, que eran largas y copudas, parecía inquieto, caviloso, extenuado por el insomnio y las ansiedades de la ambición.

―Quisiera que el simpático Calpena, sin faltar lo más mínimo a la reserva que le impone su cargo en la Secretaría particular... ¡cuidado, que no trato de poner a prueba su discreción...!, pues quisiera que usted me dijese si ha escrito a D. Juan Álvarez [Mendizábal] en favor mío...

―¿Quién? Supongo que será recomendación para las elecciones.

―Justo. Pues se comprometió a escribir al Presidente, recomendándome con toda eficacia, imponiéndome más bien, quien menos puede usted figurarse.

―¿Caballero, Trueba y Cossío?

―Esos son amigos míos, y bastante tienen con manipular su elección, el uno en Cuenca, el otro en Santander. A mí me habían prometido incluirme en la candidatura de Murcia. Quiroga me aseguró que allí me votarían hasta las piedras. Luego resulta que no las piedras, sino los electores, votan a Escalante. Al fin, me refugié en Villafranca del Bierzo, donde tengo algunos elementos.

―Por ese lado, Argüelles influye, también D. Martín...

―No cuento con esos... Ofreció apoyarme... vuelvo a decirlo, quien menos puede sospechar... En este juego de la política, los extremos se tocan. Pues me apadrina D. Francisco Martínez de la Rosa, es decir, prometió hacerlo...

Benito Pérez Galdós, Mendizábal XV

55)   ¿Qué implicaciones tiene que un candidato lo sea porque su partido lo ha incluido en las listas o que, por el contrario, su elección dependa sólo de los ciudadanos que lo votan? ¿Qué es preferible? ¿Por qué? ¿Cómo se hace ahora?

 

Sintetizando                       

Pérez Galdós dice lo siguiente de quien era Presidente de Gobierno en 1836:

     Fe ciega tenía en su entendimiento, más fecundo en recursos sagaces, en mañosos ardides que en concepciones hondas. Verdad que la política de entonces, como la de ahora, no era terreno propio para lucir las supremas dotes de la inteligencia: era un arte de triquiñuelas y de marrullerías. En la oposición sí desplegaban los políticos una ideación fastuosa, con carácter teórico, que deslumbraba a los papanatas del partido y a la parte de opinión neutral que toma en serio las batallas oratorias, comúnmente sin sacar nada en limpio de ellas; pero gobernando no eran más que unos pobres caciques, unos manipuladores más o menos hábiles del teclado de la cosa pública, en pro de intereses siempre inferiores a los supremos de la Nación.

Benito Pérez Galdós, Mendizábal XXX

56)   ¿Qué sentido adquieren, en el texto anterior, la praxis y el discurso políticos?

 

Ejemplificando: Cánovas

57)   ¿Las objeciones expuestas por Tito Liviano en A) te parecen actuales, total o parcialmente? ¿Por qué? ¿Hay otras opciones para corregir lo que el narrador plantea en A), distintas de las que Cánovas enumera en B)?

A)      Me repugnaba el cunerismo [diputados impuestos por los partidos, que no tenían vinculaciones ni intereses en el distrito o provincia por los que se candidataban] y nunca pasó por mi mente pertenecer a esos rebaños parlamentarios que forma el Ministro de la Gobernación como Dios hizo el mundo, de la nada. Sostuve que en España no existe la representación nacional, y que los diputados no expresan más opinión que la de unos cuantos señores; que en las Cortes no reside ninguna parte de la soberanía, y que la ley fundamental del Estado no es más que una edición bonita y esmerada de las coplas de Calaínos.

 

B)      Yo no teorizo, yo gobierno, señor Liviano; y como gobernante, estoy amarrado por los ciento y tantos cordones de la realidad. De mi gestión depende que ese ser interno que he descrito a  usted no se convierta en elemento trágico. Mi deber es sofocar la tragedia nacional [la barbarie de la guerra civil], conteniendo las energías étnicas dentro de la forma lírica, para que la pobre España viva mansamente [conformista y aburridamente] hasta que lleguen días más propicios. No podemos marchar a saltos, ni con trompicones revolucionarios [aventurerismo]. Las algaradas y las violencias nos llevarían hacia atrás en vez de abrirnos paso franco hacia un adelante remoto.

Benito Pérez Galdós, Cánovas XVI-XVII

 

Planteando cuestiones: León Tolstoi, Guerra y Paz

Tolstoi narra las alternativas de la vida de numerosos personajes a lo largo de casi  cincuenta años de historia rusa, desde las guerras napoleónicas en adelante. La descripción de las campañas de los rusos en Prusia (batalla de Austerlitz) y de los ejércitos franceses en Rusia (batalla de Borodino e incendio de Moscú) se entretejen con la peripecia de dos familias nobles rusas, los Bolkonski y los Rostov, a través de los campos de batalla, los salones de San Petersburgo y las cárceles de Moscú.

Andrei Bolkonski, hastiado de la convivencia con su fea y desmañada esposa, marcha a la guerra y es herido en Austerliz. El joven Pierre Bezújov se casa con la perversa, hipócrita e irresponsable Elena Kuraguin, a quien después abandona; participa en el frustrado atentado contra Napoleón y una vez preso, descubre el significado de la vida.

 

A las preguntas de cómo han podido algunos individuos obligar a los pueblos a actuar según su voluntad y cómo era guiada la voluntad de esos individuos, los antiguos responden, a lo primero, mediante el reconocimiento de la voluntad divina, que somete a los pueblos a la voluntad del elegido; y a lo segundo, con el reconocimiento de esa misma divinidad, que dirige la voluntad del elegido hacia el fin predestinado. Es decir, la fe en la directa participación de la divinidad en las obras humanas explica esos problemas, en opinión de los antiguos. […]

En lugar de aquellos hombres dotados de un poder divino y guiados directamente por la voluntad de Dios, la nueva historia ha introducido héroes adornados con cualidades extraordinarias y sobrehumanas; o sencillamente, hombres de las condiciones más diversas, desde monarcas a periodistas, puestos al frente de las masas. En lugar de los fines señalados por Dios a ciertos pueblos –hebreo, griego, romano- para guiar a la humanidad, la historia moderna coloca sus propios fines: el bien del pueblo y, en la máxima abstracción, el bien de la civilización humana, concepto bajo el cual se comprende, de ordinario, a los pueblos que ocupan el pequeño rincón noroccidental de un gran continente.

La historia nueva ha rechazado las creencias de antes sin hallarles un sustituto; y la lógica ha obligado a ciertos historiadores que niegan el poder divino de los reyes y el fatum de los antiguos, a llegar por otros caminos a la misma conclusión, al reconocimiento de que 1º, los hombres están dirigidos por otros hombres especiales [“monarcas, capitanes, ministros, oradores, sabios, reformadores, filósofos”] y 2º, existe una determinada meta, a la que tienden los pueblos y la humanidad [“la libertad, la igualdad, el progreso, el bienestar, la civilización, la cultura”].[…]

¿Qué fuerza empuja a los pueblos? A esta pregunta, la historia nueva contesta, con gran abundamiento de detalles, o que Napoleón era un genio o que Luis XIV era muy orgulloso o que este o el otro escritor escribió tal y cual libro. Todo esto es muy posible y los hombres están dispuestos a aceptarlo, pero no era lo que preguntaban. […]

Según los historiadores, los grandes personajes son producto de su tiempo y su poder no es más que la resultante de diferentes fuerzas. Otros opinan que es este poder la fuerza que produce los sucesos en la historia. […] La tercera categoría de historiadores, los que se llaman historiadores de la cultura, ven la fuerza capaz de producir determinados acontecimientos en la actividad intelectual. […] Mas sólo a fuerza de grandes concesiones podríamos admitir que entre dicha actividad y el movimiento de los pueblos hay algo de común. […] ¿Cómo se puede admitir que un libro, Le Contrat Social, llevara a los franceses a matarse entre sí? […]

La locomotora marcha y nos preguntamos por qué se mueve. El campesino contesta que el diablo la empuja; otro afirma que la locomotora se mueve porque sus ruedas giran; un tercero asegura que la causa del movimiento está en el humo arrastrado por el viento. […] Unos ven en el movimiento la fuerza de los héroes; otros ven una fuerza derivada de otras, como el movimiento de las ruedas; los últimos, la influencia intelectual, como el humo llevado por el viento.

Mientras se siga escribiendo la historia de personajes, sea la de César o Alejandro, la de Lutero o Voltaire, y no la historia de todos sin excepción, la de todos los hombres que han participado en el acontecimiento, es imposible no atribuir a determinados personajes las fuerzas que obligan a los hombres a dirigir sus actividades hacia una meta. […]

La ciencia del Derecho [Hegel] considera el Estado y el poder como los antiguos consideraban el fuego, es decir, como algo que existe por sí mismo; para la historia, en cambio, Estado y poder no son más que fenómenos, de la misma manera que para la física moderna el fuego no es un elemento, sino un fenómeno. La ciencia del Derecho puede exponer cómo habría que organizar el poder, existente como algo inmutable y fuera del tiempo; pero no puede contestar nada a las preguntas históricas sobre la significación del poder, que cambia con el tiempo.

[Por otro lado], como no se ha probado de ningún modo que la meta de la humanidad sea la igualdad, la libertad, la instrucción o la civilización, y puesto que el vínculo de las masas con sus gobernantes no está basado más que en la arbitraria suposición de que la suma de voluntadoes de las masas se transmite a dichos gobernantes, la actividad de esos millones de seres que se desplazan, queman casas, abandonan sus campos y se matan unos a otros jamás podrá expresarse en la descripción de la actividad de una docena de personas que no han quemado casas, no se ocuparon de la agricultura ni mataron a sus semejantes. […] Así, sabemos que Rousseau era desconfiado y que escribió este y el otro libro; pero ignoramos por qué, después de la Reforma, los pueblos se destrozaron entre sí y por qué, después de la Revolución, los hombres se mataron unos a otros. […]

Las explicaciones dadas desde ese punto de vista a los problemas de la historia se parecen a las de un hombre que, al contemplar un rebaño en movimiento, sin tener en cuenta que en unos sitios la hierba es mejor que en otros, ni la dirección dada al rebaño por el pastor, creyera que la causa del movimiento del rebaño es el animal que va delante.

 

León Tolstoi, Guerra y Paz Epílogo, Segunda Parte

 


Resumiendo el texto anterior:

 

LA HISTORIA

(hasta el s. XIX, según Tolstoi)

PRIMERA CUESTIÓN

¿agentes fuerzas  o bien fuerzas agentes?

SEGUNDA CUESTIÓN

agentes

Dios

monarcas (poder)1 y periodistas (opinión y propaganda)

sociales

fuerzas

fijas /cambiantes

cultura: no

economía: sí

TERCERA CUESTIÓN

fines

falsos: libertad, igualdad, instrucción, civilización, progreso, cultura

eurocéntricos

 

“La relación entre los hombres que ordenan y los que reciben las órdenes es lo que constituye la esencia del concepto llamado poder” (Tolstoi, Guerra y Paz, p. 1439)

 

58)   Teniendo en cuenta

a)     que la historia es al mismo tiempo:

b)    que Tolstoi se adelanta a lo que luego se llamaría la nouvelle histoire o historia que no se limita a catalogar guerras y hechos políticos,

debate con tus compañeros: ¿qué relación existe entre una ficción como Guerra y paz y la historia de Rusia a comienzos del siglo XIX?

 

Actividad de desarrollo: Honoré de Balzac, Ilusiones perdidas

En esta escena de Campanadas a media noche, el joven príncipe Hal (Keith Baxter) anuncia al bueno y jovial John Falstaff (Orson Welles) que un día, cuando sea coronado Rey, lo desterrará:

59)   ¿Por qué?

60)   ¿Cuándo está representando Hal: cuando es el amigo y camarada de Falstaff o cuando imita a su padre, Enrique IV? ¿Y Falstaff?

61)   La escena en que Hal llama a Falstaff “corruptor de la juventud” (lo mismo de lo que fue acusado Sócrates) y los villanos lo señalan coreando su nombre, ¿qué sugiere?

 

Hay una corriente de la filosofía de la historia que parte de la afirmación subrayada en el segundo párrafo de Balzac. Se trata de los teóricos del discurso postnietzschianos (Barthes,  Foucault, Derrida, Veyne), también llamados postestructuralistas, postmodernos o desconstruccionistas, quienes afirman que la metodología y la narración históricas dependen de la cultura a la que pertenece el historiador e identifican la historia con la filosofía de la historia.

Una versión posterior es la Nueva Historia Cultural o Cultural Studies, cuyos partidarios sostienen que en el discurso histórico no hay “realidad” ni “verdad”, sino “representaciones” culturales, y la corriente del llamado Giro lingüístico (Linguistic Turn), que identifica la historia con la narrativa histórica.

 

62)   ¿Cómo refutarías los discursos de los teóricos del discurso?  Antes de contestar, revisa el apartado a) de la pregunta 58

 

Actividad de síntesis: Boris Pasternak, Doctor Zivago

Tanto Macbeth como el bosque de Birnam, en la versión que filmó Orson Welles de la tragedia de Shakespeare (donde vemos a los hombres de Macduff atacar al castillo de Dunsinane, camuflados con las ramas del bosque), ilustran los dos hechos paradójicos constatados por Pasternak: las limitaciones que genera el poder político y la condición a la vez presente y sucesiva de la historia.

 

Una vez más [Yuri Andréyevich Zivago] se dio cuenta de que no sabía concebir la historia, lo que se llamaba en general curso de la historia, y que ésta se presentaba a su pensamiento como el desarrollo de la vida en el reino vegetal. En invierno, bajo la nieve, las ramas desnudas de un bosque son flacas y misérrimas como los pelos de una verruga senil. En primavera, en pocos días se transforma el bosque, se eleva hasta el cielo y en los recovecos de su follaje es fácil perderse, uno puede esconderse. En esta transformación, el bosque se mueve con una rapidez que supera la de los animales, porque el animal no crece tan deprisa como una planta. Y sin embargo, nadie logra descubrir este movimiento del crecimiento. El bosque no se para, no podemos sorprenderlo en trance de movimiento. Siempre lo encontramos inmóvil. Y en esta misma inmovilidad volvemos a encontrar la vida de la sociedad, la historia, que también se mueve eternamente, eternamente muda, aunque sus transformaciones no puedan advertirse de inmediato.

Tólstoi nos ha pintado su pensamiento hasta el fondo cuando negaba las condiciones de creadores a Napoleón, a los hombres de Estado y los guerreros. Pensaba esto precisamente, pero no lo expresó con claridad. Nadie hace la historia, la historia no se ve, como no se ve crecer la hierba. La guerra, la revolución, el rey, Robespierre, son sus estimulantes orgánicos, su levadura. La revolución la hacen los hombres activos, fanáticos sectarios, genios de la autolimitación. En pocas horas o en pocos días transtornan el viejo orden. Estas alteraciones duran semanas o algunos años. Luego, durante decenios, durante siglos, los hombres veneran como una reliquia el espíritu de limitación que ha conducido a este transtorno.

Llorando por Lara, lloraba también por el lejano verano en Meliuzéyev, cuando la revolución era un dios que había descendido a la tierra, el dios de aquel verano, y cada uno enloquecía a su modo y la vida de cada uno existía por sí misma y no como una ilustración didáctica de la política suprema.

 

Boris Pasternak, Doctor Zivago II, vii, 14

 

Actividad de ampliación: Mark Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn

Pasaron dos o tres días con sus noches. Creo que podría decir que pasaron nadando, tan lenta, suave y dulcemente se deslizaron. Así es como pasábamos el tiempo. Allí el río era monstruosamente grande…, a veces tenía una milla y media de anchura. Corríamos por la noche y de día atracábamos y nos escondíamos. En cuanto la noche iba a terminar, dejábamos de navegar y atracábamos, casi siempre en el remanso de agua debajo de un asidero de remolque. Luego cortábamos chopos de Virginia jóvenes y sauces, y con ellos cubríamos la balsa para esconderla. Seguidamente, instalábamos los aparejos de pesca, nos metíamos en el río y nadábamos para refresescarnos. Después nos sentábamos en el lugar donde el agua llegaba hasta la rodilla y esperábamos a que apareciera la claridad del día. No se oía sonido alguno, todo estaba en perfecta quietud, como si el mundo entero estuviera dormido; solamente se oía alguna que otra vez el croar de las ranas. Mirando por encima del agua, lo primero que se veía era una línea monótona: los bosques de la ribera opuesta. No podía distinguirse nada más. Después, una palidez en el cielo que seguidamente se extendía… Entonces el río suavizaba su tono más allá y se acababa la oscuridad para dar paso al color gris. Podían verse manchitas oscuras flotando a lo lejos: chalanas mercantes y cosas así. Y se veían también largas franjas negras: balsas. A veces se oía el chirriar de un remo o el eco de voces, tan quieto estaba todo, y los sonidos llegaban de muy lejos. […]

Un poco de humo no sería visto, de modo que cogíamos algunos pescados de los aparejos de pesca y nos preparábamos el desayuno. Después observábamos el solitario río y nos amodorrábamos perezosamente hasta que caíamos dormidos. A poco, despertábamos y mirábamos qué era lo que nos había despertado: un vapor avanzando dificultosamente río arriba, tan distante en la ribera opuesta que resultaba imposible saber si llevaba la rueda en el costado o en la popa. Después, por espacio de una hora, no había nada que ver ni nada que oír…, únicamente una sólida soledad. Más tarde se veía pasar, deslizándose, una balsa a lo lejos y, acaso, a un tipo a bordo partiendo leña, porque es lo que suelen hacer en una balsa. Podía verse el destello del hacha levantada, que luego descendía…, pero no se oía nada; veía uno que el hacha se alzaba de nuevo y cuando estaba por encima de la cabeza del hombre, entonces ¡zas!..., tanto tardaba en llegar el sonido por encima del agua. Así que solíamos pasar el día sin hacer nada, escuchando el silencio. Una vez hubo una niebla muy espesa y las balsas y barcas que pasaban hacían ruido con las cacerolas para que los vapores no pasaran por encima de ellas. Pasó tan cerca una chalana o una balsa que pudimos oírlos maldiciendo y riéndose… Y los oímos perfectamente, pero no vimos ni rastro de ellos. A uno le entraban escalofríos, porque parecían espíritus retozando en el aire. Jim dijo que él creía que lo eran, pero yo repliqué:

―No, los espíritus no dirían: «¡condenada niebla! »

En cuanto anochecía, llevábamos la balsa hacia el centro del río, donde la dejábamos flotar hacia donde quisiera llevarla la corriente. Encendíamos las pipas y nos sentábamos con las piernas colgando en el agua, hablando de toda clase de cosas. Siempre íbamos desnudos, de día y de noche, siempre que los mosquitos nos dejaban. Las ropas nuevas que me dieron los familiares de Buck eran demasiado buenas para que resultaran cómodas y, además, yo no tenía mucho apego a la ropa.

A veces teníamos el río entero para nosotros, durante mucho tiempo. Más allá se veían las riberas y las islas, al otro lado del agua; y en ocasiones, un destello, que era una vela en la ventana de una cabaña; y en otras, uno o dos en el agua, a bordo de una balsa o de una chalana, ¿saben? Y podíamos oír el sonido de un violín o una canción desde una de esas embarcaciones. Es delicioso vivir en una balsa. Teníamos el cielo allá, en lo alto, tachonado de estrellas, y solíamos permanecer tendidos boca arriba, contemplándolas y haciendo cábalas sobre si fueron hechas o se hicieron solas… Jim afirmaba que fueron hechas y yo, que no, que se hicieron solas. En mi opinión, hubiera llevado demasiado tiempo hacer tantas estrellas.Jim dijo que acaso las «puso» la luna. Bueno, eso ya era más razonable, porque era posible: yo he visto a una rana poner muchísimos huevos a la vez…, así que no dije nada más contra esa idea. Solíamos mirar también las estrellas que caían y las veíamos en su veloz descenso. Jim afirmó que, seguramente, las echaban del nido por estar estropeadas.

Mark Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn XIX

 

63)   Para Huck y Jim ¿qué es más importante: la acción, el trabajo (como para Fausto y Marx) o sentir y tratar de entender el mundo?
  Pon dos ejemplos

64)   De ese esfuerzo por entender deriva la decisión de Huck de actuar, no aceptando la autoridad de la ley (¡aceptada, en cambio, por los demás!) y ayudando a huir a Jim de la esclavitud. ¿De qué otra forma expresa Huck en la narración su desapego por las convenciones sociales?

 

Conclusión

65)   ¿Te imaginas unos Episodios Nacionales del siglo XX? ¿Cómo serían?

 

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