| LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL 
PSICOANÁLISIS.  
( “La Vanguardia” 
Ciencia y Salud, página. 6.Sábado, 12 abril 1997) 
 
Los planteamientos psicoanalíticos quizás lleguen algún día a explicar las 
complejidades de nuestra vida, pero su estado actual es, como mucho, parecido al 
que tuvo la alquimia respecto de la actual química, y no tan avanzado como las 
afortunadamente poco frecuentes disputas entre astrólogos y astrónomos, una vez 
clarificados sus campos de trabajo. 
Ramón Ferrer 
 
No le ha ido muy bien al doctor Freud en estos últimos tiempos. A la publicación 
hace poco más de un año del libro “Por qué Freud estaba equivocado: pecado, 
ciencia y psicoanálisis”, le siguió un demoledor artículo que llevaba por título 
“Enterrando a Freud”. En ellos, y en otras publicaciones, vuelve a plantearse 
una cuestión que nació casi a la vez que el psicoanálisis: la reputación de los 
procedimientos terapéuticos derivados de las propuestas del doctor Sigmund 
Freud, y no sólo por sus problemas de ajuste con los criterios científicos, sino 
por los posibles efectos contraproducentes que, en ocasiones, parecen generar 
unas prácticas a las que se acogen bienintencionadamente personas, afligidas por 
problemas de índole psicológica. No estaríamos tratando con un procedimiento 
caro e ineficaz, sino también peligroso. Los procedimientos psicoanalíticos han 
sido cuestionados desde sus inicios, a veces como una forma más de antisemitismo 
encubierto; han sido modificados interna e incesantemente por sus practicantes, 
costumbre que inició su mismo impulsor, y se hallan en franca disgregación, 
evidenciada en los cismas internos que desde sus primeros años hasta ahora han 
sufrido. 
 
Muchas personas han empezado los seductores textos freudianos antes de ingresar 
en la facultad de Psicología, y han debido cuestionar la inclusión de Freud en 
el campo de las corrientes terapéuticas de trasfondo científico, es decir, las 
pseudociencias. Las pseudociencias serían aquellas caricaturas de la ciencia, 
que exageran los rasgos intuitivos del proceso de pensamiento científico, 
descuidando los aspectos lógicos y olvidando los principios básicos denominados 
“contrastación” y “verificación objetiva”: si la prueba empírica en que se 
fundamenta un conocimiento no es pública y repetible, bajo condiciones 
controladas, y si en las distintas contrastaciones no se hallan resultados 
similares, un conocimiento no es científico. Acaso, los planteamientos 
psicoanalíticos lleguen algún día a explicar las complejidades de nuestra vida, 
pero su estado actual es, como mucho, parecido al que tuvo la alquimia respecto 
de la actual química, y no tan avanzado como las afortunadamente poco frecuentes 
disputas entre astrólogos y astrónomos, una vez clarificados sus campos de 
trabajo. Como tantos otros, a la luz de estas premisas, muchos han llegado a 
cuestionarse, incluso, la presencia de Freud entre las figuras generadoras y 
prototípicas del pensamiento del siglo XX, para acabar atribuyéndole únicamente 
un mérito popular y pasajero. Mario Bunge, físico y teórico de la ciencia, 
afirma: “El psicoanálisis es la pseudociencia más interesante y exitosa del 
siglo. No hace falta decir que es ignorada en los institutos de investigación de 
la mente o la conducta, puesto que se trata de un cuerpo de creencias y no de un 
campo de investigación”. Una excelente, breve y demoledora obra sobre estos 
aspectos es la de García Sevilla “Anàlisi de la Psicoanálisi”. 
 
A muchos psicoanalistas no les preocupa, en absoluto, la posible inclusión o 
exclusión del mundo científico; sin embargo, la ciencia no es un oscuro seno de 
cuestiones incomprensibles, sino que se ocupa de investigar, probar, contrastar, 
verificar y hacer públicas cuestiones que permitan avanzar hacia el conocimiento 
personal y del mundo que nos rodea. Sus conclusiones son puestas constantemente 
a prueba y sometidas a estrictos sistemas de comprobación y renovación en 
procesos públicos y abiertos. La pregunta no es si el psicoanálisis puede tener 
efectos terapéuticos, sino si estos benefician a la diversidad de personas que 
se acercan a sus planteamientos. Algunas pueden resultar incluso perjudicadas 
por la atribución indiscriminada de origen psicológico de síntomas orgánicos, 
entre otros errores similares que pueden deparar consecuencias fatales, y que 
ciertas corrientes psicoanalíticas realizan sin averiguar sus posibles orígenes 
reales. Muchos psicoanalistas afirman que sus principales beneficiarios son 
personas con trastornos clasificados en el tercio psicopatológico clásico, 
etiquetado como neurosis, es decir, personas inseguras, con sentimientos de 
inferioridad y marcada tendencia a reflexionar sobre sus propios pensamientos, 
palabras, obras y omisiones vivenciados de forma culpable. 
 
A esta definición, que reconocemos discutible por genérica e incompleta, nos 
atreveríamos a añadir que cuanto más ortodoxo sea el enfoque de la terapia, más 
saneado será el nivel de vida que precisarán, puesto que la duración y el coste 
de las sesiones psicoanalíticas clásicas acostumbran a ser considerables y, por 
qué no, también es conveniente que estas personas posean un elevado nivel 
cultural que les permita elaborar y asimilar los complejos símiles que tan 
crudamente les pueden representar ciertas escuelas psicoanalíticas. 
 
Es difícil negar que cuesta aceptar la hipótesis de que, en cierta etapa de 
nuestra vida, sentimos atracción sexual por uno de nuestros progenitores, 
mientras deseamos castrar al otro, tal y como plantean los complejos de Edipo y 
Electra para cada género; estos síndromes, supuestamente universales, derivan 
del recuerdo de un suceso acaecido al propio freud cuando tenía dos años de edad 
y han sido generalizados para el resto de la humanidad tras pocos y escasamente 
detallados casos y observaciones del doctor: todo basado en argumentos 
circulares que refrendaban, sin excepción en su propia opinión, sus ideas. Hay 
que reconocer que muchos inconvenientes han sido superados por algunas de las 
diversas aproximaciones a las técnicas de análisis dinámicas que han surgido con 
posterioridad a Freud (enfoque lacaniano, sistémico, de apoyo, humanístico o 
transpersonal, kleiniano, social, etc.), pero el presente artículo se centra 
básicamente en sus inicios. 
 
A título de ejemplo, Anna Freud, hija y seguidora de las teorías paternas, 
comenta un caso en el que una joven paciente suya “había conseguido reprimir la 
envidia que sentía por el pene de su hermanito –por el que había estado 
totalmente dominada su vida- hasta el punto que, incluso en el análisis, fue 
extraordinariamente difícil encontrar vestigios de ella”; siguiendo la teoría, 
la envidia debía haber estado allí, pero, reconoce, le fue extraordinariamente 
difícil encontrar “vestigios” de ella. 
 
Casos individuales 
 
Claude Bernard, iniciador de la aplicación de los principios científicos en 
Medicina, afirmaba que “es mejor no saber nada que tener ideas fijas basadas en 
teorías cuya confirmación buscamos constantemente, descuidando lo que no está de 
acuerdo con ellas”. 
 
Observemos que la mayoría de las publicaciones en el campo psicoanalítico se 
refieren a casos individuales, casi siempre sobre pacientes que experimentaron 
mejoría, y a partir de ellos se argumenta sobre el caso general. Es una falacia 
que, en lógica, se denomina “post hoc ergo propter hoc”: que a la noche le siga 
el día, no quiere decir que una sea causa del otro. El hecho de que alguien 
mejore después de un tratamiento no prueba que el tratamiento sea la causa de la 
mejora, ni tampoco que mejore a cualquier otra persona que sufra de la misma 
sintomatología. Pueden darse casos de remisión espontánea. Los estudios 
realizados sobre declaraciones de psicoanalistas y sus pacientes, comparadas con 
los enfermos en listas de espera dan una tasa de mejora, aproximadamente, de dos 
tercios… en cambos casos. Además, parece que los pacientes sometidos a terapia 
tardarían más en recuperarse, y lo harían en un grado menor. 
 
Estos datos son discutibles, puesto que la participación de los terapeutas fue 
mínima o nula, siguiendo la postura adoptada por Freud cuando conoció los 
primeros resultados (negativos) de estudios realizados en Estados Unidos… que 
dejaron de interesarle. Afortunadamente, en los últimos años diversos 
psicoanalistas (entre ellos el presidente de Verificación de Hechos de la 
Asociación de Psicoanalítica Americana) han declarado que no tienen prueba 
positiva alguna de la efectividad terapéutica del psicoanálisis. Las 
estadísticas no parecen abogar por los efectos beneficiosos de las terapias de 
origen psicoanalítico, aunque muchas de ellas puedan discutirse de acuerdo con 
problemas metodológicos, que provienen de la falta de colaboración de los 
implicados y de las ambigüedades interpretativas que el psicoanálisis promueve. 
Pero existen otros datos. Según una investigación norteamericana, desde 1988 
hasta 1994, un millón de familias han sido afectadas por sobrecargas encubiertas 
de traumatismos sexuales, inspiradas por terapeutas. Muchas, principalmente en 
su vertiente femenina, han reconstruido psicoanalíticamente episodios de abuso 
sexual en forma de fantasías edípicas. No todo el mundo es capaz de asumir con 
profundidad, y relativizar a la vez con ironía, las propuestas psicoanalíticas 
como hace unos de sus más conocidos “clientes”, el cineasta Woody Allen, en sus 
películas y artículos (Analista: Yo le traté. Era un paciente complicado. Veía 
la realidad claramente). “Stardutst Memories”, (1979). 
 
El psicoanálisis se ha convertido, en países como el nuestro, en uno de los 
sustitutos del confesionario. Incluso puede jerarquizarse a los que se hallan 
implicados en el proceso al modo de los estamentos religiosos: fieles creyentes, 
acólitos iniciados, oficiantes o sacerdotes, sumos sacerdotes. Entre ellos, hay 
que reconocerlo, existen óptimos profesionales de la salud. En sus ritos, todo 
puede explicarse o justificarse mediante “razonamientos” que, desgraciadamente, 
no ofrecen soluciones. Podemos explicar o justificar desde la política, 
problemas afectivos particulares, éxitos o fracasos profesionales, pero no hay 
solución o prevención para ellos. Algunos conceptos se han divulgado, 
generalmente con importantes deformaciones, de manera que muchas personas 
efectúan interpretaciones de tendencia psicoanalítica y obran en consecuencia. 
 
Según Freud, la Psicología es más parecida a la Historia que a la Física: puede 
explicar, pero no predecir. El trabajo del psicoanalista, tal y como él lo 
propone, es parecido al de un arqueólogo excavando en la consciencia del 
paciente, al modo que ya habían planteado anteriormente otros autores. Sin 
embargo, los métodos empleados por Sigmund Freud pueden calificarse de 
inquisitoriales: anticipa las ideas al paciente, no cree en lo que éste le 
cuenta, y ejerce presión hasta conseguir que la persona renuncia a sus 
mecanismos de resistencia y admita la evidencia presentada a priori. 
Evidentemente el procedimiento puede generar errores de diagnóstico, como los 
que “sufrió” el propio Sigmund cuando una joven paciente murió de linfoma 
abdominal dos meses después de haberla “curado” de histeria (el tumo fue 
“interpretado” como causa provocadora del proceso histérico, satisfactoriamente 
erradicado, según nuestro genio). El proceso de trabajar los problemas 
psicológicos mediante charlas, según el propio Freud, “nunca puede finalizar”. 
La terapia nunca lleva a la felicidad, sólo prepara a la persona para soportar 
los “disgustos vitales”. Parafraseando al profesor Scheperd en su obra “Sherlock 
Holmesy el caso del doctor Freud”, veamos cuáles han sido las causas de la 
popularidad alcanzada por las ideas del médico vienés. Freud era un maestro de 
la narración y de la retórica, amparado en sus aficiones históricas y en algunas 
de las corrientes pseudocientíficas imperantes. Sus obras no son totalmente 
conocidas, incluso entre la gente culta, quizás debido a su gran volumen y a las 
muchas reiteraciones que surgen en su lectura continuada, lo cual genera una 
sensación de monotonía: independientemente del problema planteado en sus libros, 
siempre llegamos a las mismas conclusiones. 
 
Shepherd, comparando los métodos del mítico Sherlock Colmes y de Sigmund Freud, 
propone el espléndido neologismo “mítodo”, cuyo significado sería el método 
incrustado en un mito, suficientemente poderoso, para contrarrestar la debilidad 
del método en sí. El propio Freud había leído, y, al parecer, le había gustado, 
la obra de Conan Doyle. Hay diversas citas al respecto en sus obras y cartas. El 
tema de la cocaína les unía. Freud se inició ene. Campo de la investigación 
neurológica trabajando también las adicciones: había hallado una cura para los 
morfinómanos consistente en la cocaína que, según él, no generaba adicción; sus 
argumentos se basaban en el caso de un amigo suyo… que se suicidó cuando ya 
padecía adicción a esta sustancia. 
 
Literatura freudiana. 
 
El método Colmes, aunque etiquetado como deductivo y lógico, en realidad es 
inductivo e ilógico… pero tan atractivamente humano que divierte. Sin embargo, 
cuando lo analizamos críticamente, lo que a Colmes le parece “ridículamente 
simple” es, de hecho, “simplemente ridículo”. Uno de los biógrafos de Conan 
Doyle dice que “sólo es deducción si se puede hacer llegar a creer al lector que 
lo es, suspendiendo sus facultades críticas”. Para los críticos de la literatura 
freudiana el psicoanálisis no merece consideración como ciencia, sino como una 
forma de mitología que trae cierto orden, cohesiona, nunca está falta de una 
explicación y, en una situación de desconcierto, puede confortar y aliviar. Lo 
cual no es un cumplido. El profesor Steven Marcus, experto en literatura 
freudiana, encuentra semejanzas entre los “métodos” de Colmes y Freud, con la 
diferencia de que para el primero Edmundo se hace coherente al resolver los 
pequeños enigmas externos, en tanto que el segundo los coloca en el interior, 
trocando la realidad externa por la interna. Vuelto a la práctica clínica, por 
la necesidad de sacar adelante a su familia, Freud se centra en el análisis del 
síntoma, y “descubre” el inconsciente, que se convirtió en la principal fuente 
de desacuerdo respecto a sus ideas, hallando defensores en la psiquiatría y en 
la psicología clínica. Es un trabajo que, históricamente, puede calificarse de 
poco original; su aportación consistió en la síntesis y adaptación de ideas 
antiguas, como la que representa a la líbido, combinando la moral victoriana y 
la Física. Según García i Sevilla nunca se han podido justificar desde el punto 
de vista metodológico, porque carece de coherencia lógica y de base empírica. 
 
Una cosmovisión. 
 
Seguidamente se centra en la persona, y elabora su descripción en los estamentos 
de la personalidad (Ello, Yo y Super-Yo), ampliando sus miras hasta llegar a una 
cosmovisión que le lleva a los conceptos de Eros y Tanatos (principio del placer 
y de la destrucción), que regirían el mundo. 
 
Los análisis críticos que ha suscitado el psicoanálisis pueden agruparse en 
tres categorías: 
 
- Metodológicas: enunciadas por teóricos de la ciencia que intentan 
demostrar que no se trata de una teoría; hipótesis imposibles de verificar 
mediante datos empíricos y no emplea métodos científicos para justificarlas. 
- Sustantivas: algunas de las afirmaciones enunciadas, por ejemplo, sobre 
el contenido de los sueños o la agresión, han sido rechazadas por 
investigaciones psicológicas realizadas hasta nuestros días. 
- Estadísticas: los estudios llevados a cabo, generalmente sin la 
colaboración o incluso con la oposición de sus practicantes, no pueden demostrar 
que se trate de una terapia eficaz. 
 
¿Cuál es, pues, la razón de su popularidad? Según Bunge, estriba en que se ocupó 
de algunos problemas psicológicos y psiquiátricos que los investigadores aún no 
habían abordado; su contenido es tan fácil que cualquier adolescente puede 
entenderlo; trata de la sexualidad, tema tabú y, por tanto, atractivo para la 
sociedad burguesa tradicional; tiene recetas para explicarlo todo y, además, 
Sigmund Freud era un narrador excelente (“hubiera desarrollado un papel de 
primer orden en la literatura fantástica”), a pesar de la monotonía que la 
lectura continuada de sus obras puede generar. Y podríamos añadir que mucha 
gente, quizás, prefiera historias interesantes o ingeniosas especulaciones a 
explicaciones científicas. 
 
Pero, si bien se explica que el psicoanálisis fuera tan atractivo a principios 
de siglo pasado, ya no está tan claro que lo sea en la actualidad. Parafraseando 
al mismo Bunge, el problema más importante que las pseudociencias plantean a la 
ciencia es el hallazgo de los mecanismos psíquicos y sociales que han permitido 
que sobrevivan hasta nuestros días supersticiones arcaicas como la fe en las 
profecías y en los sueños que expresan verdades ocultas, una vez demostradas su 
falta de lógica, sus carencias metodológicas y sus tesis incompatibles con los 
datos empíricos de los que disponemos. 
 
 
LA EFICACIA DE LOS TRATAMIENTOS 
Fuente Año Mejora debida a 
terapia Mejora espontánea 
Landis 1938 Aprox. 34 % Aprox. 66 % 
Denker 1946 Aprox. 34 % Aprox. 66% 
Eysenck 1952 44% de tratados 72% de no tratados 
Eysenck 1961 Aprox. 50% Aprox. 50% 
Eysenck 1966 Aprox. 50% Aprox. 50% 
Bergin 1970 37% 63% 
Melzoff & Kornreich 1970 80% 20% 
Rachman 1971 30% 65% 
Lubersky & colab. 1975 78% 22% 
 
Fuente: Elaboración propia 
 
Los resultados 
 
Como se comenta en el texto, existen pocos estudios sobre la efectividad de las 
terapias derivadas de las propuestas freudianas. En muchos casos la validez de 
los datos originales en los que se basan las revisiones es cuestionable, como 
también lo son algunos criterios de sus revisores. Por todo ello, los datos que 
presentamos son una simple aproximación –que nos indicaría, en todo caso, la 
falta de comprobación de la efectividad general de este tipo de terapias aunque, 
como también se ha mencionado en el texto, para determinados tipos de problemas 
y personas en conjunción con determinados terapeutas, estos procedimientos 
pueden ser la solución idónea. La conclusión más producente, a la luz de las 
dificultades que se encuentran para la obtención y el tratamiento metodológico 
de los datos contenidos en todos los estudios presentados, y de la 
categorización diagnóstica en dos grupo (mejora debida a terapia y mejora 
espontánea), indicaría que no se ha demostrado la eficacia de la psicoterapia de 
inspiración psicoanalítica. Por todo ello, sería más que recomendable efectuar 
estudios metodológicamente correctos que aportaran datos válidos y fiables, que 
serían de máxima utilidad para todos los afectados: pacientes y terapeutas. 
 
Obras escogidas. 
 
“La interpretación de los sueños”, escrita originalmente en 1900, fue objeto de 
continua revisión por Sigmund Freud, que la consideraba como su mejor obra. Los 
sueños son, en su opinión, “la vía regia al inconsciente”. Todos mantenemos 
deseos reprimidos que tratan de alcanzar la conciencia, aprovechando la 
disminución del control que ejerce el Ego durante la vigilia. Si se logra 
descifrar un sueño, puede analizarse parte de nuestra vida mental oculta. Los 
neuróticos carecen de los mecanismos de defensa contra estos deseos, y padecen 
los síntomas que han ocupado su lugar. La libre asociación (a la que se añade 
más tarde un conjunto de símbolos sistematizados ) es el procedimiento para 
descifrar su significado oculto, residente en el inconsciente o estrato más 
profundo de la mente. 
 
“Tres ensayos para una teoría sexual”, escrita en 1905 y revisada más 
profundamente que la anterior, trata en su primer ensayo de las aberraciones 
sexuales: las perversiones son el resultado del desarrollo del instinto sexual 
en zonas erógenas distintas de las genitales. Las neurosis surgen de la 
incapacidad para tratar con algún aspecto de la sexualidad (los síntomas de un 
neurótico con su vida sexual). 
 
“El malestar de la cultura”, escrita en 1930, expone cómo la vida en sociedad 
plantea al Yo (instancia central de la personalidad) exigencias cada vez mayores 
para que controle al Ello (instintivo e inmoral) y desarrollo actividades 
civilizadas (reguladas por la instancia normativa: el Super-Yo). Estas 
exigencias siguen el principio de destrucción (Tanatos) opuestos al del placer 
(Eros) 
 
 
Bibliografía 
 
Parte del material empleado para la elaboración de este artículo ha sido 
facilitado por el doctor F. Carrillo Gistaín. 
 
Citas bibliográficas: 
Eysenck, H. J. (1979). “La rata o el diván”. Madrid Alianza Editorial. 
Garcia i Sevilla, L. (1985). “Anàlisi de la psicoanàlisi”. Institut d’Estudis 
Catalans. Monografies de la Secció de ciències,nº 3. 
Sheperd, M. (1970), “Sherlock Colmes y el caso del doctor Freud”. Versión 
española y comentarios del doctor Antonio Lobo. Prensas Universitarias. 
Universidad de Zaragoza. 
 
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