| LA LUCHA ENTRE LA PULSIÓN DESTRUCTIVA 
Y LA DE VIDA  
La Vanguardia, Ciencia, 24 septiembre 1989, pàgina C-7 
Rogeli Armengol 
Joan Coderch 
 
Dentro del escenario mental constituido por las fantasías inconscientes, la 
pareja de padres internalizados es imaginada sosteniendo relaciones sexuales, 
con un fuerte componente emocional. En el curso del crecimiento mental, el yo se 
identifica, a la vez, con el papel femenino y el masculino, es decir, con la 
maternidad y la paternidad. 
 
Esta integración de la sexualidad femenina y la masculina da lugar al grado 
necesario de bisexualidad que ha de permitir una intimidad armoniosa con la 
propia pareja sexual, ya que sólo a través de ella el sujeto es capaz de 
empatizar con las emociones y deseos de tal pareja. La identificación con la 
pareja de padres internalizada en el inconsciente, unida en una relación amorosa 
y creadora, es la base del sentimiento adulto de identidad. 
 
Al hablar de la pulsión de muerte o destructiva, ha de tenerse en cuenta que se 
trata de una pulsión que conduce al organismo hacia su propio aniquilamiento, 
puesto que la finalidad de ella es la de hacer desaparecer todo tipo de tensión, 
y la tensión es consubstancial con la vida. Por tanto, no debe ser concebida 
como una tendencia básicamente heteroagresiva, puesto que la agresividad hacia 
los otros, en la medida en que se halla basada en esta pulsión, es sólo un 
fenómeno secundario, dirigido a desplazar esta energía hacia el exterior para 
evitar la propia destrucción. 
 
Imaginación 
 
En muchas ocasiones, el ser humano tiende a destruir a los otros para evitar, 
generalmente sólo como producto de su imaginación, el ser destruido, tal como 
ocurre en el funcionamiento mental de tipo psicótico o paranoide. Esto equivale 
a decir que, en el par sadismo-masoquismo, el masoquismo es primario, en tanto 
que las tendencias sádicas se originan como una protección contra este 
masoquismo amenazador. 
 
Por otra parte, la pulsión que llamamos de vida, la cual incluye las tendencias 
sexuales, de autoconservación, de crecimiento, de unión, de amor, etc., se 
dirige a la conservación de la vida y a la perpetuación de la especie. Las 
pulsiones de vida y de muerte trabajan más o menos mezcladas en todo individuo, 
y su desmezcla o defusión tiene consecuencias gravísimas. 
 
La prosecución de la vida, la salud, la armonía personal y grupal, etc., 
requieren la fusión de ambas pulsiones. Se trata de la neutralización del odio 
por el amor, en palabras de Melanie Klein, una de las más fecundas continuadoras 
de la obra de Freud. Continuándose con la pulsión de muerte, la pulsión de vida 
encauza y dirige a la primera hacia la consecución de metas y fines necesarios 
para el desenvolvimiento humano. 
 
El enfermar psíquico en todos sus aspectos y vertientes, las perturbaciones de 
la sexualidad, las psicosis, la melancolía que conduce al suicidio, la crueldad 
desmedida o el homicidio, son, de acuerdo con esta perspectiva, el resultado de 
la defusión pulsional y de la actuación de la pulsión destructiva desligada de 
las pulsiones de vida. 
 
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