Introducció
L’emigració no és un fenomen nou, però sí que s’ha accelerat dins del
procés d’integració global. Es calcula que prop de 200 milions de
persones viuen actualment en països diferents aquell on varen néixer: és
l’equivalent al 3% de la població mundial, segons dades del 2002.
Els estudiosos han identificat quatre models d’emigració.
1) El model clàssic, que s’aplica a països com Canadà, Estats Units i
Austràlia. Aquests països s’han anomenat “nacions d’immigrants”.
2) El model colonial d’immigració, que representen països com França i
Gran Bretanya, que tendeix a afavorir els immigrants de les antigues
colònies més que no pas als d’altres països.
3) El model del treballador invitat
que es dóna a països com
Alemanya,Suïssa i Bèlgica. Segons aquest model, els immigrants són
admesos en el país de forma temporal, sovint per tal de respondre a les
demandes del mercat de treball, però no accedeixen a drets de ciutadania
fins i tot després d’un llarg període d’estada.
4) Els models il·legals d’immigració, que cada cop es fan més habituals,
degut a l’enduriment de les lleis que regulen l’emigració a molts països
industrialitzats. Sovint, els immigrants que aconsegueixen entrar en un
país, ja sigui de forma clandestina, ja sigui emprant un estatus de “no
immigrant”, aconsegueixen viure il·legalment al marge de la societat
oficial
Globalització i migracions
Les migracions que ens semblen espectaculars avui en dia estan, sens
dubte, relacionades amb la globalització. Però el fenomen de la
globalització tal i com l'entenem no és la primera vegada que es
produeix. Ja es va produir una globalització, la primera, en el segle
XIX. Tant la primera globalització, la del segle XIX, com l'actual,
tenen en comú les migracions internacionals. Actualment es viu en un món
on la mobilitat de les persones sembla excepcional. Tanmateix, el 1913,
el 10% de la població mundial estava constituït per immigrants, és a dir,
en el sentit estadístic simple de persones que resideixen en un país que
no és aquell on varen néixer. En canvi, en aquesta segona globalització
que ara vivim el nombre de població immigrada és del 3%. És evident que
aquesta xifra resulta imponent en nombres absoluts, però en relació amb
la població terrestre és tres vegades inferior a la globalització del
segle passat.
Modelos y filosofías de integración social en Europa.
(Conferència de Danilo Martucelli, Can Palauet - Mataró, 10 de novembre
de 2005)
Investigador del Centre de Recerques sociològiques de França
Todos los países terminan, de manera más o menos clara o consensuada,
por escoger un modelo de integración con una filosofía particular. Pero
cualquiera que sea la manera como los problemas sociales se manejan,
cualquiera que sea el modelo de integración, los problemas sociales son
por lo general increíblemente similares en todos lados. Hay que
comprender siempre juntas las dos afirmaciones. Las gestiones son
diversas y los problemas terminan siendo similares. Por supuesto, que
unos pueden decir que económicamente las tasas de desempleo son muy
diferentes en Estados Unidos de lo que son en España o en los países
escandinavos, sí, pero los fenómenos de precarización detrás del empleo
tienden a ser semejantes. Por supuesto, los sistemas de salud son muy
diferentes en los diferentes países, pero la parte del producto interior
bruto que se gasta en los programas de salud, tiende a ser más alto en
los Estados Unidos que en Europa, pero, a mediano plazo las tendencias
tienden a ser similares. Y los problemas de integración o de gestión de
la pobreza urbana, cualquiera que sean las filosofías que se ponen en
práctica, tienden a producir fenómenos extremadamente similares en casi
todas las situaciones.
Nunca lo olviden: las filosofías son diferentes, las orientaciones
divergen, sin embargo, los problemas tienden a ser similares, porque son
estructurales en muchos aspectos.
Segundo punto fundamental a propósito de los modelos de integración.
Hablar de un modelo de integración, no es en realidad sino otra manera
de designar el problema de la identidad nacional. En la relación que un
país establece con los inmigrantes, está siempre jugándose, una y otra
vez y siempre de nuevo, su propia identidad nacional. Esto quiere decir
que el tema migratorio jamás puede ser separado de una historia nacional
de largo aliento. Si ustedes olvidan eso, uno termina por no comprender
una serie de fenómenos sociales: el hecho por ejemplo de saber por qué
en tal o tal tipo de país, es tal tipo de problema que se convierte en
un problema fundamental de debate y no en otros lados. Es en función de
la identidad nacional que ciertos temas pueden ser más o menos
sensibles.
Y en fin, tercer punto, lo que les dije hace un momento, lo que se juega
a nivel nacional o a nivel de Estado, nunca es lo mismo que lo que se
juega a nivel local. Un país puede tener tendencias nacionales
inquietantes y tener acciones locales extremadamente exitosas. Y en
sentido inverso, experiencias locales exitosas, pueden ser en todo
momento desequilibradas por el contexto nacional. Pero, nunca lo
olviden, en la dinámica entre lo global y lo local siempre hay márgenes
de acción. Pero desgraciadamente, si los problemas se agudizan, si la
tensión identitaria nacional se incrementa, esa experiencia piloto local
exitosa puede ser, de alguna manera, anulada en sus efectos positivos.
Todo esto trae como consecuencia, por supuesto, una enorme frustración
entre los trabajadores sociales, los profesores o los responsables
políticos locales que, después de años de esfuerzo, tienen el
sentimiento que todo lo que se hizo durante años ha sido borrado en una
sola noche de revueltas. Lo cual es injusto y es falso, pero ¿cómo no
comprender el sentimiento de frustración de tantos actores locales,
desestabilizados por esos movimientos estructurales o por incidentes
explosivos? Algo tanto más importante en sus efectos a largo plazo, que
muchas de las más exitosas experiencias locales en el fondo se apoyan
casi exclusivamente sobre energías personales.
Vengo al tema principal. Yo quisiera presentarles rápidamente las
grandes líneas de las filosofías nacionales de integración,
diferenciando los modelos americano, inglés, francés, alemán o
belga/Países Bajos. Porque me parece que es importante que comprendan
cómo los países escogen a través de una historia institucional y de una
identidad nacional, un modelo de integración de sus inmigrantes.
1. El modelo americano.
Comienzo con el modelo que es el más alejado, el de los Estados Unidos
pero que tal vez tiene más éxito en los medios de comunicación de masas,
y que ejerce una fuerte seducción. En los Estados Unidos ha habido
durante mucho tiempo un modelo que se llamaba el “melting pot” y que en
realidad, hoy en día, cada vez más se reconoce que es el de una “salad
bowl” (una ensaladera). Quiere decir un país en el cual la gente tiene
diferentes rasgos que conviven sin disolverse entre sí: donde tomate,
lechuga, cebollas, papas y otras cosas se mezclan pero cada uno conserva
la naturaleza de su producto. Es decir, que bajo la impronta de este
modelo, uno se integra en Estados Unidos, no transformándose en otra
cosa, sino que cada uno debe integrarse en la ensaladera americana
conservando sus raíces. Uno se integra entonces como afro americano,
“hispano”, ítaloamericano, etcétera, etcétera. Es decir, cada uno se
integra en la nación americana guardando sus raíces y es un tema
importante porque quiere decir que en la ensaladera, cada uno forma
parte del todo, y es en virtud de lo que es individualmente. Son los
individuos, y sus pertenencias culturales, que participan en el
imaginario de la nación americana.
Este modelo tiene sus aspectos positivos y aspectos negativos. El
aspecto más positivo es que los Estados Unidos (pero esto está ligado a
su historia política y a su hegemonía económica, militar y cultural) es
hoy en día lo que unos llaman un “país-mundo”, es decir, un país
asociado, en su imaginario, con una increíble diversidad étnica, y ello
con una velocidad impresionante. En Estados Unidos prácticamente el 30
por ciento de americanos, hoy en día, no son, entre comillas, blancos.
Hay ya 13% de hispanos, un 12% de minorías negras, entre un 4 o 5% de
asiáticos, un porcentaje menor de poblaciones indígenas, a lo cual tal
vez habría que añadir otros grupos nacionales – por ejemplo, los
italianos – que no son asimilados a los WASP (White anglo-saxon
protestant). Estados Unidos es pues en los hechos y en su imaginario un
mosaico de colores.
Y bien, este neo-universalismo americano, este sentimiento de
“país-mundo”, da un sentimiento de apertura de expectativas muy grandes.
No es nuevo, por supuesto, pero esto entronca con la tradición
americana. Los Estados Unidos, todo el mundo lo sabe, es un país de
inmigración, tradicionalmente de inmigración, que inventó el mito de la
nación americana a través del tema de la inmigración, como pueden
haberlo hecho Australia o como puede ser el Canadá. Quiere decir que la
nación americana es inseparable del hecho inmigratorio y que esta
realidad está aceptada identitariamente en tanto que tal. Y que por lo
tanto, un inmigrante que llega a los Estados Unidos, si se naturaliza,
cuando juramente, es alguien que termina formando íntegramente parte de
la comunidad americana. Por supuesto, esto no evita la xenofobia y las
discriminaciones. Pero tiene un peso político muy fuerte.
La manera más simple de hacerles comprender esto no es otra que la
imagen misma de la estatua de la libertad, que fue el obsequio de la
Tercera República francesa a los americanos en el centenario de su
independencia para que nunca olviden que hay que mirar a la libertad que
viene de Europa y que, con el tiempo, se transformó, ustedes lo saben
perfectamente bien, en la experiencia de la libertad que los inmigrantes
europeos refugiados encontraban cuando pisaban la costa americana.
Bien, los Estados Unidos es eso, la capacidad de invertir e inventar
mitos políticos y de construir una nacionalidad gracias al dinamismo de
la sociedad, e imponer la imagen de un país capaz de acoger a todos los
grupos sociales. Por supuesto que los sociólogos se divierten, desde
hace más de cuarenta años, en mostrar, por ejemplo, que, en contra de lo
que supone el “sueño” americano, la tasa de movilidad social real en los
Estados Unidos, es tan alta o es tan baja – léanlo como quieran – como
la que existe en las sociedades europeas. Es decir, contrariamente a lo
que creen 8 americanos sobre 10 (si me apoyo en una reciente encuesta de
opinión), si ustedes nacen pobres en los Estados Unidos, tienen tantas
oportunidades como en España, Francia o Alemania... de quedarse pobres.
Pero, frente al pesimismo que aqueja en este punto a tantos españoles,
franceses o alemanes, muchos americanos piensan, y ello en contra de los
hechos, que van – o pueden – volverse ricos. Y eso da, es innecesario
decirlo, una dinámica social muy particular.
Ahora bien, la emigración en los Estados Unidos se dio a través de dos,
tres grandes olas de inmigración y por un cambio fundamental en las
políticas sociales. La primera ola migratoria, la de finales del siglo
XIX- comienzos del siglo XX, fue el de una población esencialmente
europea, de mano de obra que se insertó por el trabajo, esencialmente en
el sector industrial, y que fue asimilada con enormes dificultades –
contrariamente a lo que se cree. Los italianos, los polacos, los
alemanes, etc. tuvieron enormes problemas de integración en Estados
Unidos, hasta el punto que en los años, 1920, -30 esto fue un tema
importante del debate público. Un síntoma: en esos años había
trabajadores sociales que iban a las casas de los inmigrantes a
enseñarles a comer americano, para que incluso el paladar termine
adaptándose a los gustos nacionales americanos... O sea que,
contrariamente al mito, hubo un fuerte proceso de asimilación, de
americanización casi forzada, de muchos inmigrantes.
La segunda ola de inmigración es diferente, se produce en los años 60,
es una inmigración en la cual se ponen en cuestión las cuotas étnicas
raciales que existían hasta ese momento y se pone en práctica la
política del reagrupamiento familiar. Fue una manera, para los Estados
Unidos, de al mismo tiempo salir de una política que ya no podía ser
aceptada en el marco democrático (la de escoger los inmigrantes por el
color de la piel), y que al mismo tiempo trató de hacer una trampa,
entre comillas, porque se pensó que el reagrupamiento familiar iba a
hacer que solo venga a los Estados Unidos grupos étnicos esencialmente
europeos que ya estaban instalados en el país. Lo que sucedió es que el
reagrupamiento familiar fue utilizado masivamente por los hispanos (los
mejicanos comienzan a cruzar de manera importante la frontera desde los
años 70) y sobre todo por los asiáticos. Y estos dos grandes grupos, han
sido en consecuencia los que más se han incrementado numéricamente
hablando en los últimos 30 años.
Llega la tercera ola, la de los 90, cuando Clinton cambia la filosofía
de la inmigración en los Estados Unidos para organizarla esencialmente
en función de las necesidades del mercado de trabajo, que es la política
migratoria que Inglaterra y cada vez más países europeos tratan de poner
en práctica. Es decir, se selecciona a los inmigrantes en función de las
demandas de la economía americana. La proposición parece sensata. Pero
en una economía moderna sometida al cambio permanente, tecnológico tanto
a la de la demanda, es un problema espinoso determinar a ciencia cierta
la demanda laboral futura de la economía, sin contar con problemas de
índole técnica (cómo esta “demanda” remonta al ministerio, cómo se fijan
las cuotas, su número y sus perfiles, etc.).
Bien, esta última ola de inmigración, en su flujo legal e ilegal, ha
sido particularmente importante en los Estados Unidos. Entre el año 90 y
el año 2005 los Estados Unidos han sido, más que nunca, una tierra de
inmigración. En Europa hay menos conciencia de esta realidad porque lo
esencial de la inmigración europea hacia los Estados Unidos se dio hace
mucho tiempo, pero para muchos individuos en el mundo, más que nunca,
los Estados Unidos ha sido la “América”.
Estas tres olas de inmigración deben ponerse en relación con el modelo
social. Y aquí también es necesario advertir que la filosofía de la
integración en Estados Unidos cambió radicalmente en los últimos 30, 40
años – por dos grandes razones. La primera es el movimiento de las
minorías negras, que se sublevó contra la segregación y la
discriminación de la cual era objeto, y que llevó al movimiento de
derechos civiles y más tarde a las políticas, no de cuotas, pero a lo
que los americanos llaman la “afirmative action”. El punto es
importante. En términos estrictos, nunca ha habido cuotas, mejor dicho,
hubo una política de cuotas que se instauró en algunas universidades de
élite en Estados Unidos y que solo duró algunos semestres. En ningún
otro lado hubo políticas de cuotas porque, inmediatamente, fueron
declaradas anticonstitucionales. Es decir, el hecho de que se reserve un
número de plazas fijas antes que el concurso tenga lugar, a gente de tal
o tal tipo de color de piel, solamente existió durante algunos
semestres, lo repito, en algunas universidades de élite americanas. Lo
que existió fue la voluntad -en Inglaterra es similar- de adaptar las
instituciones americanas, para darles una presencia más importante a los
grupos minoritarios. No se trata pues de una cuota fijada por la ley,
pero es gracias a la voluntad de ampliar los criterios de selección que
se obtiene el incremento de la presencia de miembros de grupos
minoritarios. Se trata de abrir el abanico de los criterios de selección
para que la sociedad sea más justa. Eso fue un resultado importante de
la lucha de los años 60-70 que ha dado como resultado, en el caso
americano, la aparición de una muy importante clase media negra y clase
media hispana, y desgraciadamente, una crisis profunda en los hiper-guetos
americanos o una fragilización de las clases medias bajas americanas.
Ahora bien, esta política de cuotas ha sido sistemáticamente puesta en
cuestión por los gobiernos republicanos. ¿Y cuál es la decisión de los
Estados Unidos? Hoy en día es, básicamente, una voluntad, después del
atentado del 11 de septiembre, de regresar a una política de
americanización. Todo esto crea un corto-circuito extraño. Hasta antes
de las revueltas recientes, el modelo francés fue de alguna manera
seductor en los Estados Unidos, porque algunos vieron en él un modelo
que asimilaba a los inmigrantes, no permitía la construcción de
comunitarismos y por lo tanto era un modelo que se suponía podía evitar
los riesgos de desliz integristas.
La realidad es que el gobierno republicano, como el gobierno de Blair
como lo diré en a continuación, de alguna manera pone en práctica
medidas políticas que tienden a aumentar el sentimiento de unión
nacional a través de una política de americanización. Es decir, los
programas que financian las lenguas nativas de los inmigrantes o que
tratan de mantener redes comunitarias, tienden hoy en día a ser
parcialmente “desaceleradas” en Estados Unidos, en beneficio de
programas que tratan de activar el inglés y el sentimiento de
pertenencia a la nación americana.
Aun así, cómo olvidar que los Estados Unidos es un país de inmigración,
donde la nación es inseparable de la inmigración y donde el problema
fundamental es menos la presencia en sí misma de los extranjeros que la
manera como se maneja la gestión social y los grupos más subalternos de
la sociedad. Es un modelo donde el dinamismo de la sociedad esconde una
serie de conflictos – y de precarizaciones – que aparecen detrás de las
cifras.
2. El modelo republicano francés.
Comienzo esta rápida presentación de modelos sociales en Europa a través
del modelo francés. Es un modelo, ustedes lo conocen bien, que supone
una fuerte asimilación. Un extranjero cuando llegaba en Francia, (pero
el proceso era el mismo para un francés autóctono del campo), tenía que
desprenderse de todos sus elementos culturales idiosincrásicos
“primitivos” afín de ingresar en la universalidad francesa. Es una
concepción inseparable de la historia francesa: de un país con tradición
colonial fuerte, extremadamente orgulloso de su cultura y que durante
mucho tiempo pensó que la mejor – sino la única – manera de penetrar en
lo universal y por lo tanto en la historia, era siendo un ciudadano
francés. Para muchos franceses, lo universal habló la lengua francesa
durante décadas.
Esta filosofía de asimilación fuerte, permitió un modelo de integración
muy activo cuando los mecanismos institucionales lo permitieron, cuando
la escuela, el trabajo y la segregación urbana eran de tamaño tal que
permitieron la paulatina integración efectiva de los inmigrantes
españoles, italianos, polacos. En el fondo, pues, fue más un modelo de
sociedad que una filosofía social, lo que permitió el éxito del modelo
francés.
Hoy en día, la filosofía no ha cambiado sustancialmente (se sigue
promocionando la separación entre el Estado y la religión, la laicidad,
o la necesidad de asimilar a los extranjeros), pero lo que ha canviado
es la manera como las instituciones trabajan hoy en Francia. Es decir,
lo que dificulta la integración de los inmigrantes (y de las capas
populares “autóctonas”) es hoy por hoy la segregación urbana que no
existió en los 60, la aparición de extremas desigualdades en la
sociedad, y el hecho que un conjunto de instituciones, básicamente la
escuela o la familia conozcan transformaciones profundas, cuyos
programas institucionales se han debilitado y donde la escuela se
convierte ya no sólo en un factor únicamente de integración sino en un
mecanismo central de la selección social.
Esta transformación de los mecanismos sociales en Francia explica porqué
la filosofía francesa de asimilación, que sigue siendo en principio el
modelo de integración nacional, se encuentra hoy en día debilitado. De
ahí el debate que se suscita, que no siempre tiene la serenidad
necesaria; hay cada vez más actores que se dicen favorables a un
“aggiornamento” del modelo de integración francés. Entre otros, el
actual ministro del interior ha propuesto, por ejemplo, el voto de los
extranjeros en las elecciones locales (un tema tradicionalmente
movilizado por los partidos de izquierda). Ha propuesto que el estado
francés financie la creación de mezquitas, en fin, ha hecho una serie de
propuestas que se alejan más o menos del modelo tradicional de
asimilación francés.
Pero el debate, por supuesto, y como siempre, excede al solo colectivo
inmigrante. La nación francesa hoy en día se encuentra en cuestión, se
interroga sobre el sentimiento de ser o no ser francés. Y detrás de las
discusiones sobre la asimilación o no de los extranjeros, se halla la
realidad de un país que duda sobre su identidad nacional. Y que duda por
razones internas, de inmigración, de pérdida – real o no – de
competitividad de la economía francesa, pero que duda también desde el
punto de vista exterior, por la perdida del francés frente al inglés o
la pérdida de la capacidad de influencia política francesa en los
contextos mundiales. Entonces, ustedes comprenden bien, que este
cuestionamiento identitario nacional, y que este interrogante sobre el
peso de Francia a nivel mundial, excede en mucho al tema de los
inmigrantes.
Y como hablamos de Francia, y la escuela fue la cuna de la nación, todo
esto tiende a ser focalizado en el ámbito escolar y en lo que ha sido
uno de los últimos mitos de la República francesa: es decir, la
capacidad de la escuela de lograr hacer ingresar en la modernidad a las
chicas magrebies, permitiéndoles que se desliguen del “oscurantismo
primitivo religioso” de sus padres. Cuando algunas de esas chicas,
repito una pequeña minoría, se pone el velo, hay una triple crisis: la
de los profesores que “fracasan”, la de la escuela francesa en su
capacidad de liberar a las mujeres y por supuesto la de la nación
francesa que no sabe que lugar debe darles a esas francesas que llevan
un velo. Es solo en este trasfondo nacional como puede y debe
comprenderse la importancia del debate sobre el velo en el caso francés.
3. El modelo británico.
La experiencia británica es, de alguna manera, a la vez similar y
diferente al modelo americano. Lo más importante es que el Reino Unido,
Gran Bretaña o incluso Inglaterra tienen la conciencia de su antiguo
imperio y que han tenido una política colonial muy distinta al caso
francés. A la diferencia de Francia, en el mundo británico había
diferentes maneras de ser británico, en una especie de círculos
concéntricos y hasta hace muy poco tiempo habían distintos niveles de “anglicanidad”.
Y esa gestión imperial, hizo que los ingleses trataron menos la gestión
de los inmigrantes por un problema de asimilación cultural y mucho más
por un tratamiento civil y político de los problemas sociales.
Es pues una filosofía de tratamiento civil de los fenómenos sociales
asociados a la inmigración lo que caracteriza a los ingleses, es decir,
cómo hacer para que grupos étnicos de culturas diferentes cohabiten en
un espacio común gracias a una política de derechos. Y fue la gran
sabiduría administrativa del imperio británico la de lograr con muy
escasos funcionarios manejar un increíble imperio.
En todo caso, Inglaterra escogió rápidamente la vía de un control de la
inmigración. Fue el compromiso entre conservadores y laboristas en los
años 70: el control migratorio iría a la par con políticas activas de
integración que pasaron, muy concretamente, por un sistema de derechos,
muy importante, que van a permitir luchar activamente contra las
discriminaciones. Y los ingleses apostaron, por un lado, por una cultura
activamente multiculturalista, donde todo el mundo tiene derecho a
expresar su diversidad.
Londres es hoy una ciudad increíblemente multicultural, probablemente la
ciudad europea más multicultural. (No se si lo vieron ustedes, pero de
los “clip” para la presentación de los juegos olímpicos de 2012, entre
Londres, New York, Madrid, Paris y Moscú, el “clip” de la campaña de
Londres, es anecdótico pero tiene su importancia, fue increíblemente
multicultural. Era un joven de color que se lanzaba a una piscina y que
jugó sobretodo con la imagen de gran apertura cultural de Inglaterra
hacía el mundo exterior). Se trata en verdad de una imagen colectiva que
los ingleses hoy tienen y promueven de su país.
El modelo inglés tiene dos grandes características. Por un lado, un
proyecto multicultural fuerte, y por el otro, como un mecanismo
necesario afín de permitir la convivencia de esta diversidad cultural.
Se puso en práctica un sistema muy importante de lucha contra las
discriminaciones. Se hacen, así por ejemplo, “testings” de
discriminación en las escuelas, los alojamientos o el empleo. Hay, así,
funcionarios públicos – o asociaciones – que hacen pruebas para saber si
en tal empresa se discrimina o no, si en tal escuela se discrimina o no,
que si en tal barrio tal tipo de propietarios alquilan una vivienda a
grupos minoritarios o no y, en función de los resultados, se castiga
activamente toda práctica de discriminación. El modelo inglés apostó,
pues, por una integración por la legislación y a través la lucha contra
la discriminación.
Este modelo inglés, con sus éxitos y sus fracasos, vive una crisis
profunda, incluso más profunda que la que se dio tras el 11 de
septiembre, cuando se dieron los atentados del 7 de julio de 2005 y los
que hubo unos días después. Es decir, una parte de la opinión pública
inglesa se plantea cada vez más el problema fundamental: si no han ido
demasiado lejos en el modelo multicultural, y si no es necesario
regresar a medidas que permitan “rebritanizar” a los extranjeros o a las
minorías. Y Blair, que ya había comenzado una política de este tipo en
el año 2002, en la secuela de los atentados de Nueva York, ha activado
cada vez más este tipo de medidas tratando, por ejemplo, de hacer que
los inmigrantes que quieren nacionalizarse ingleses o que van a residir
en Inglaterra, tengan que conocer un conjunto de reglas, pasen una serie
de exámenes, a fin de asegurarse de la vitalidad de su sentimiento de
britanidad.
En términos simples, quiere decir que de alguna manera, los ingleses se
aproximan a un modelo asimilacionista francés, en el momento mismo, en
que en Francia el modelo republicano clásico conoce aperturas en favor
de políticas de discriminación positiva. Les digo esto para insistir en
la mezcla práctica de modelos más allá del antagonismo de las filosofías
nacionales.
4. El modelo alemán.
Cuarto ejemplo, el modelo alemán. Alemania es hoy en días, entre los
seis países grandes de la UE, el país que tiene el número más importante
de inmigrantes con un porcentaje que llega a más del 9%. La inmigración
en Alemania se inscribe en el seno del “milagro” alemán de la posguerra,
pero también en la oposición entre las dos Alemanias durante la Guerra
fría (una manera de mostrar la bonanza de la Alemania occidental contra
la Alemania del este). En todo caso, lo que primó durante décadas fue la
fuerte inserción socioeconómica de los inmigrantes y la escasa o débil
integración cultural. De ahí incluso la denominación de los inmigrantes
como “trabajadores extranjeros”, o mejor; “trabajadores invitados”. Es
decir, los trabajadores llegaban contratados por empresas alemanas, que
requerían importantes contingentes de mano de obra, ganaban buenos
salarios, tenían condiciones de vida perfectamente decentes pero vivían
en sociedades paralelas – que no fueron percibidos como guetos porque
por definición se suponía que se trataba de trabajadores invitados que
tenían vocación a regresar a sus países de origen.
La historia de la inmigración comenzó paulatinamente a cambiar de rostro
al perpetuarse. Se dieron algunos matrimonios mixtos, no muchos pero
algunos, otros empezaron a hacer proyectos para quedarse indefinidamente
en el país, hicieron venir a sus mujeres e hijos a través de
reagrupamientos familiares, comenzaron a nacer hijos, en suelo alemán,
de estos primeros trabajadores inmigrantes.
Y progresivamente, antes que se dé la unificación alemana del año 89-90,
el problema comienza a plantearse: ¿qué se hace con esos jóvenes que
nacieron en el suelo alemán y que no tienen, porque el derecho de suelo
no estaba reconocido en Alemania, la nacionalidad alemana?
El problema será acuciante con la reunificación. La nación alemana, ese
país particularmente inquieto sobre su identidad nacional, se encuentra
nuevamente sacudida por los pánicos de la historia. ¿Cómo crear un nuevo
sentimiento nacional alemán, una nueva germanidad, en dos países que
habían vivido en dos bloques políticos que se opusieron durante casi 50
años? La “solución”, como algunos de ustedes lo saben, la encontró, al
menos intelectualmente, Habermas, cuando insistió en que el nuevo
sentimiento nacional alemán debía forjarse alrededor de lo que él llamo
el “patriotismo constitucional”: ser alemán exige el respeto de la
constitución alemana. Dada la historia nacional alemana del siglo XX,
era una solución por lo menos respetable. Pero en el seno de esta
caracterización, se reactiva el problema de nacionalidad de los grupos
extranjeros que residían, de los jóvenes que ya habían nacido en
Alemania. Es así como ha habido un importante debate en Alemania para
saber si se puede aceptar el derecho de suelo (y no solo el derecho de
sangre) como elemento que dé acceso a la nacionalidad.
La legislación que adoptó el gobierno, el ex-gobierno socialdemócrata y
verde en Alemania, señala que entre 18 y 23 años, los jóvenes nacidos en
Alemania de padres extranjeros, pueden guardar las dos nacionalidades,
la alemana y la de la del país de origen de los padres, esencialmente
turcos. Pero que a los 23 años tienen necesariamente que escoger una de
las dos nacionalidades. Medida bi-céfala que borró, digamos con una
mano, lo que otorgó con la otra. Si la posesión de la nacionalidad es un
factor fundamental en un proceso de integración de inmigrantes o de
minorías, el hecho que se obtenga en un proceso de desgarramiento
interior o familiar reduce o complica su efecto.
Esto es, si en Alemania existen para los inmigrantes problemas de índole
económica, el principal eje de la discusión porta sobre la identidad
alemana, como se la redefine hoy en día frente al fenómeno migratorio.
Esto no quiere decir por supuesto que en Alemania, como en tantos otros
países europeos, no haya dificultades en las políticas sociales (sobre
todo en el sistema de salud y de educación que atraviesan fases
difíciles), a lo cual se añade, a causa, entre otras cosas, de
presupuestos públicos más reducidos, la aparición de divisiones sociales
importantes entre los mismos alemanes, y sobre todo en los nuevos
“lander” del Este. Alemanes que consideran así, por ejemplo, que la
ayuda hacía los extranjeros en situación regular en Alemania es indebida
y que habría que reorientar el gasto social hacía ellos.
Entonces, a un problema de definición de la nacionalidad, se comienza
lentamente a añadir un problema fundamental de índole social y
económica. Y uno puede temer que la asociación de las dos cosas, dé en
Alemania, una situación tan tensa como la que ha habido en Francia. Por
el momento, el sistema político alemán se ha mostrado mucho más sólido
que el sistema de partidos en Francia para evitar la aparición de
movimientos extremistas a la izquierda, pero sobretodo a la extrema
derecha.
5. El modelo de los pilares: Países
Bajos o de Bélgica
El último modelo del cual quisiera decirles algo, es un modelo
particular, que creo yo que está muy alejado de la realidad española o
catalana, que es el modelo de los Países bajos o de Bélgica, que se
llama el modelo de los pilares. ¿Por qué el modelo de los pilares?
Porque esos dos países tienen un modelo en el cual, aunque les puede
parecer un poco extraño desde el exterior, toda la sociedad esta
dividida en grupos. En el caso de Bélgica, es entre católicos,
socialistas o liberales y en el caso de los Países Bajos es,
esencialmente, entre protestantes y católicos. Quiere decir que, desde
el aparato de representación pública, pasando por los hospitales, por
las escuelas, por los lugares de trabajo, ustedes están en un pilar
católico, socialista o liberal. Y que las tres sociedades son grupos
casi estancos y que todo se negocia en función de los puestos a acordar
a uno u otro pilar. O sea, que si el puesto o la plaza en concurso, esta
pre-asignada para un católico, un liberal o un socialista, es un
equilibrio de fuerzas que hay que respetar – un elemento fundamental del
compromiso político de los Países Bajos o Bélgica.
Ustedes comprenden bien que en ese modelo, los inmigrantes no tienen un
lugar sino subalterno, a menos que se conviertan en un miembro de uno de
esos pilares, o, mucho menos probable, en un nuevo pilar. Y bien, voy a
resumir a muy grandes rasgos la historia de la inmigración en estos dos
países: en el caso belga, por ejemplo, durante mucho tiempo los
inmigrantes se integraron esencialmente por la red católica o
socialista.
Cuando el mecanismo de integración por el trabajo o por los sindicatos
se debilitó, necesariamente, los grupos extranjeros o de origen
extranjero residentes en Bélgica empezaron a tener el sentimiento que el
juego de los pilares los dejaba fuera. El modelo que define el pacto
político entre los grupos sociales dentro de Bélgica empezó a
resquebrajarse. Al debilitarse la unidad social, la identidad nacional
se encontró afectada. Muchos individuos ya no encontraban más, en medio
de ese juego de los pilares, la manera de poder hacerse un lugar dentro
de la sociedad belga.
A lo cual se añade el hecho que Bélgica es un país dividido en dos
grandes bloques culturales: entre la parte valona y una parte flamenca,
que son como dos sociedades que viven, desde hace unas décadas
evoluciones sociológicas radicalmente diferentes, casi en todos los
ámbitos. Lo cual hace que hoy en día, Bélgica es como dos países, con un
modelo de los pilares que disfunciona en ambos lados. Al punto que según
algunos solo quedan dos elementos de unidad al país: el rey y Bruselas.
Y si no hubiera el problema de Bruselas, que es una ciudad francófona en
tierra flamenca, el país se habría probablemente dividido hace años,
según ciertos análisis. En todo caso, sin hacer predicciones sobre el
futuro, hoy en día estadísticamente hablando, son ya dos países
radicalmente distintos, que hablan dos lenguas, que se separan cada vez
más y que tienen cada vez menos elementos en común. Es en este contexto
que se ubica el tema actual de la inmigración.
Y bien, los Países Bajos, con especificidades propias comparten algunos
aspectos de este modelo con dos grandes pilares protestantes y
católicos. ¿Por qué estos dos grandes grupos? Porque la guerra de la
religión funda los Países Bajos, en los siglos XV-XVI, ninguno logró
imponerse militarmente contra el otro, y como nadie logra ganar, se
tiene que encontrar un pacto político, como pacto de no agresión, que
permita a unos y otros compartir el poder.
Ese modelo funcionó durante mucho tiempo y ustedes comprenderán
fácilmente que, en un modelo de este tipo, la regla fundamental es la
tolerancia. Yo tengo que tolerar al otro porque si yo no lo tolero, yo
pongo en cuestión el pacto fundamental en el cual está basado el
compromiso político que asegura nuestra convivencia colectiva. Eso les
dio a los Países Bajos sus mejores momentos de gloria, entre otros,
cuando se dio la persecución de las minorías judías en Europa.
Pero hoy en día, la minoría musulmana cuestiona de alguna manera el
pacto político entre los protestantes y los católicos y exigen una parte
más importante dentro del juego político. Imposible entonces obviar este
marco general para comprender las tensiones actuales. Piensen, por
ejemplo, en la importancia de la discusión alrededor del tema de la
tolerancia tras el asesinato del cineasta Van Gogh y la reacción a la
que dio lugar – una parte de la población holandesa autóctona agredió a
ciertos miembros de las comunidades musulmanas. Es decir, el acto
aislado, de un crimen por un fanático de un artista holandés (algo
evidentemente injustificado pero para eso está la justicia y hay un
proceso legal en curso), desencadenó una revuelta hostil, casi un
“pogrom” en plena Europa.
En todo caso, el tema de la tolerancia, por razones que tienen a la
historia nacional, es en los Países Bajos el tema que captura lo
esencial del debate.
* * *
Resumo y termino: el tema de la inmigración se declina de manera
distinta según la tradición nacional, y hay siempre que tener en cuenta
la tradición de un país para comprender la naturaleza de los debates. Y
en función de los países, lo que hace problema es diferente.
En el caso francés, la nación se crea en la escuela, será el velo
islámico que concentra lo esencial del debate.
En el caso holandés, son los pilares, donde lo esencial de la nación
pasa por la negociación política, el tema de la tolerancia será pues
fundamental.
En el caso británico, donde se ha escogido un tratamiento cínico de los
problemas sociales, los problemas de discriminación estarán en el centro
del debate.
Y en el caso de los Estados Unidos, un país que se define cada vez mas
por su capacidad de ser un país-mundo, es la apertura del horizonte
americano que se convertirá en el problema fundamental de la discusión.
Pero mas allá de esta recapitulación, retomo las tres cosas que he
tratado de decirles hoy en día. Uno: todas las situaciones locales
tienen márgenes de acción y muchas de ellas son importantes respecto al
tema nacional. Dos: la presencia de los inmigrantes, y los debates que
genera, debe interpretarse sobre el telón de fondo del tema nacional. Y
tres: y es una conclusión más negativa, las filosofías sociales que se
inscriben en una larga historia nacional y que son distintas en todos
lados, terminan por enfrentar problemas que son, en el fondo,
extrañamente similares.
En España, en Cataluña, terminarán encontrando (si no lo tienen aun) su
propio modelo de integración. Pero la similitud de los problemas y de
los desafíos debe permitir inspirarse de acciones extranjeras. Y si no
todo puede hacerse a nivel local, y cualquiera que sean los límites de
la acción local, yo creo que en función de la manera como las cosas se
gestionan localmente, existen capacidades de absorción de crisis más o
menos importantes. Y por qué no pensar, para regresar a la primera parte
de esta charla, que otra gestión de crisis habría podido evitar en
Francia algunos millares de automóviles destruidos.
Qüestionari:
1) Quin seria el model
d’assimilació dels EUA?
2) Explica breument el model d’integració dels Països Baixos i Bèlgica?
3) En què consisteix el model republicà francès?
4) Quin problema es plantegen actualment els britànics, sobretot després
dels atemptats del 5 de juny de 2005?
5) Quin problema planteja la pregunta següent ¿qué se hace con esos
jóvenes que nacieron en el suelo alemán y que no tienen, porque el
derecho de suelo no estaba reconocido en Alemania, la nacionalidad
alemana?
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