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Clero y pueblo
Por ser las parroquias de Amáscoa, como ya dijimos, de patronato popular, los curas eran elegidos por los vecinos. Eran curas del pueblo y para el pueblo. Dice el P. Regatillo: Más aún contribuyó tal vez a la autonomía de la iglesia rural otro hecho: la costumbre canónica según la cual los miembros del clero de cada iglesia eran escogidos de entre los habitantes de la misma feligresía. Con esto el cura no se consideró extraño en su iglesia, sino en cierto modo como propietario y los feligreses lo tenían como algo suyo e independiente. Claro está que también se ha clamado contra la simonía, soborno, disensiones y riñas que solían ser el cortejo inseparable del ejercicio del patronato de vecinos. No creo sea fácil encontrar una institución compuesta de hombres y que se halle exenta de defectos, imperfecciones y limitaciones inherentes a la condición humana. Por lo que se refiere a nuestro valle, sólo he encontrado, después de revisar a fondo sus archivos, este rastro que huele a irregularidad: En el año 1772 el concejo y vecinos de San Martín acusó ante el vicario general y provisor de la diócesis, a don Pablo Pérez (que gastó todo su sacerdocio en su pueblo natal) de no haberles dado la comida que acostumbraban dar los abades a sus electores. El provisor sentenció: A la costumbre desde tiempo inmemorial de dar los Abades una comida a todos los vecinos y morado res de cualquier edad que sean y caso de no darla e vida, la han dado sus herederos, el actual Abad D. Pablo Pérez, se explica que no debe darla ni sus herederos esta obligados, Porque hubo pleito sobre dicha abadía con Don Benito Elso, por quien votaron algunos vecinos. Confieso que esta comida de marras no deja de tener cierto tufillo de simonía pero puesta en parangón con lo tirones de levita, cenas y banquetes, etc., etc.. que se ha¡ dado para presionar a personas influyentes en la otorgación de prebendas eclesiásticas, la comida de los abades de San Martín se me antoja una travesura infantil. Por lo menos a partir de¡ siglo XVI los beneficios eclesiásticos se multiplicaran con exceso. Los disfrutaron casi exclusivamente, clérigos amescoanos y todos ellos pertenecientes a las familias acomodadas del valle. Su bagaje cultural fue escaso, el que se podía obtener en las escuelas de gramática de Estella o Pamplona, únicos centros de formación al alcance de sus posibilidades. De aquí que la religiosidad de nuestros mayores se resintiera de"formulismo" y "ritualismo". y hasta con sus ribetes que hoy se nos antojan de magia; pero yo quisiera saber toda la fuerza que tenían sus rezos. fórmulas y ritos como expresión existencias de dependencia respecto a su Creador, como signos de una relación sincera con El: porque, a fin de cuentas. es el trato con Dios y una conciencia clara de dependencia de El. lo que constituye el meollo de la religiosidad. |