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Siervos y labradores
Como sucede en otras partes, la nobleza y la clerecía medievales eran dueñas de tierras y siervos. El "Libro Rubro de Iranzu" notifica que en el siglo XIII Remir Sánchez de Marañón donó a dicha monasterio cisterciense unos collazos, llamados Pedro Ochandoiz, Domingo Landerra, Orti Goicoa y Domingo Martiniz, en los lugares de leceta, Ochacecan y Larraona, del valle de Arana o Améseca Alta, con la obligación de tributar cada año a los monjes determinada cantidad de trigo.
En el año 1280 los labradores del valle de Améscoa (hoy Améscoa Baja) pagaban al rey 40 libras de pecha, 26 cahices de trigo por los molinos del Urederra, y 4 cahíces de trigo, 11 robos y 3 cuarteles por las heredades del Bardo en Zudaire. los del Val de Arana (hoy Améscoa Alta) pagaban lo siguiente: Eulate, 4 libras, 19 sueldos y 10 dineros. en concepto de pecha. Aranarache, 21 sueldos y 6 dineros. Larraona. 23 cahíces y 11 robos de trigo. El libro de Fuegos de la merindad de Estalla, del año 1427, describe así la vida económica de los habitantes del valle: "Sembraban unas pocas piezas","no han print de viñas", es su vida con ganados granadas, engordan en el pasto siete u ocho puercos y algunos llevan su vida haciendo madera en los montes y llevando a vender a Estella" Los labradores se dicen hombres libres, cuyas haciendas son propias, y que únicamente reconocen al rey como su único señor temporal.